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The Guardian de Gran Bretaña Por Luke Harding desde Belfast En el restaurante Roscoff, que luce estrellas de la Guía Michelin, en la "milla dorada" de Belfast, las sillas del bar --de acero inoxidable y cuero negro-- anoche estaban vacías. Nadie estaba picoteando los quesos de campo. La tarta de nueces con bananas caramelizadas --el postre del año en Irlanda del Norte en 1994-- permanecía intacta. Y no era difícil ver por qué. El miedo que ha descendido sobre Belfast en los dos últimos días se resiste a irse. Anoche, la ciudad volvió a cumplir una rutina que ahora se ha vuelto familiar: después de las 6 de la tarde, todos se precipitaron a regresar a casa, por ómnibus, automóvil particular o taxi. Los pubs y los clubes en el centro de la ciudad, que recientemente rejuvenecieron tras años de atentados terroristas, vuelven a estar desiertos. Belfast es una ciudad fantasma. Todos los ojos están fijos en Drumcree, sobre el desenlace crecientemente incierto de este fin de semana. "Anoche teníamos ocho personas para la cena, cuando normalmente hay 80 --dijo amargamente Gary Byrne, el jefe de mozos de Roscoff--. Esta semana ha sido atroz". Paul Rankin, el chef de celebridades de Roscoff, ha decidido cerrar su restaurante hasta que vuelva la normalidad. Su decisión es sabia. A la vuelta del restaurante se encuentra Sandy Road, donde esta semana los lealistas abrieron fuego contra la policía y quemaron barricadas. Byrne, que viene de Dublín, afirmó que "éste es el primer año que estoy trabajando aquí y creo que todo es una locura total". Pero no son sólo los establecimientos de elite los que están perdiendo. La totalidad de la milla dorada de Belfast ha sufrido y todos los bares y las discos han permanecido cerradas. Charles O'Neill, que dirige uno de los bares más antiguos y activos de Belfast, O'Neill's en Joy's Entry, cerró anoche otra vez a las 6 y media de la tarde. "Normalmente, permaneceríamos abiertos hasta las 2 y 20 o las 3 de la mañana --dice--. Pero ahora todos quieren volver a casa temprano, incluso mis empleados. De noche, Belfast es una ciudad fantasma. Esto va a seguir durante todo el fin de semana. Después de eso, todo depende de lo que ocurra el lunes por la mañana. Si los nacionalistas empiezan a atacar, va a seguir por una semana más". O'Neill, como otros publicanos, no ha logrado calcular el dinero que ha perdido. Cuando termine la semana que viene, y suponiendo que la crisis de Drumcree haya sido resuelta, se va a sentar con una calculadora y va a sacar el resultado. Thompson's Garage, uno de los night clubs de moda que surgieron en el centro de la ciudad al amparo del cese del fuego, ha estado cerrado durante toda la semana. The Limelight Club, mientras tanto, cerró anoche y no planea volver a abrir hasta el próximo miércoles. Si todo va bien, claro. "Es algo muy molesto, pero a lo que hay que resignarse --sostuvo el subgerente Ian Patton--. Hemos llegado a esperar este tipo de cosa. Ya todos sabemos que en el verano va a haber una semana como ésta. Entonces, usted se limita a desear que las cosas vuelvan luego a la normalidad". Algunos restaurantes permanecieron abiertos, aunque anoche, por supuesto, no había necesidad de hacer reservas. The Bengal Brasserie en Ormeau Road, un kilómetro y medio al sur del centro de la ciudad, estaba abierto, por ejemplo. Pero los mozos sólo tuvieron que atender a dos comensales y la lista de platos especiales --langostinos al masala, pato tandoori y pescados indios de río-- no fue en absoluto necesaria. "Normalmente estamos llenos el viernes por la noche --dijo un portavoz del restaurante--. Seguimos abiertos, pero es cierto que no tenemos muchas reservas. Ahora tenemos solamente dos personas". El restaurante está situado en un moderno shopping center --aislado, uno pensaría, de lo peor que la noche pueda arrojarle--. Pero anoche, en Belfast, nadie se arriesgaba.
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