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Por Hilda Cabrera Hace once años que Marcelo Katz trabaja el género clown. Actuó en papeles cómicos e integró Nuevo Circo La Trup hasta que, un año atrás, decidió formar nueva compañía (Clun) con los clowns de la agrupación que codirigió con Gerardo Hochman. Hoy estrena Clun (homónimo de la nueva troupe) en el Centro Cultural Recoleta, obra de la que es actor y director, y cuyo tema central es la espera. Cinco clowns llegan hasta un muelle con la intención de abordar un barco. Pero éste se demora, y el atracadero se convierte en espacio hostil, tanto por las variaciones climáticas como por la incertidumbre que genera la tardanza. La teatralización es totalmente clownesca, apuntando básicamente al humor, pero sin resumirse a una sucesión de gags. Los "clun" aspiran a algo más. "Queremos que el espectador se divierta, pero también que le pasen cosas", expone en una entrevista con Página/12. "Que se emocione y enternezca. A veces las palabras se gastan. Se habla de emociones con mucha facilidad, lo mismo en el aviso de una gaseosa que en la publicidad de una película de Hollywood. Nosotros pretendemos que lo nuestro no esté vaciado de contenido. El propósito en Clun es reflotar la ternura apoyándonos en cosas simples, no chabacanas. El clown debe ir al encuentro del humor en su aspecto más fino, más puro". --¿Cuáles son las diferencias básicas entre el clown y el payaso? --En principio --y con todo respeto, porque hay payasos muy buenos y clowns a los que todavía les falta desarrollarse--, la diferencia está en el traje. El nuestro es más sobrio, menos colorinche, y el maquillaje, más teatral. También la técnica es otra. El payaso trabaja con arquetipos universales del ridículo: una caída, un tropezón. El clown, en cambio, toma sólo algunos de esos arquetipos y pone el acento en el propio ridículo, en sus miedos y ansiedades, deseos y alegrías. --¿Quiere decir que Clun parte de un trabajo individual antes que de una elaboración colectiva? --Sí, porque los actores son todos profesionales y yo no necesité componer sus clowns. Los trajeron ellos, elaborados ya en sus períodos formativos. Mi trabajo consistió en acentuar aquellos rasgos que, creo, refuerzan la historia. --¿El entorno social influye en esas composiciones? --Como director y profesor tiendo a marcar mucho al elenco y a los alumnos, e impedir que los actores "localicen" el trabajo. Prohíbo utilizar nombres de calles o de personas, o hacer humor a partir de lo que dijo algún funcionario o político. Pero también es cierto que, aunque trabajamos con conceptos universales sobre el amor y la muerte, la ansiedad y la astucia, por ejemplo, en Clun aparecen otros elementos, relacionados con lo que nos pasa a nosotros como compañía integrada por jóvenes de este tiempo, con sus fracasos y esperanzas. --¿De qué manera muestran el fracaso? --El clown de Buenos Aires es muy despojado. Tiene algo de lo que muestran Chaplin y Buster Keaton en sus películas. Se meten en situaciones que no pueden resolver y sienten que a veces el destino los maneja. El clown se alimenta del fracaso. Gran parte de su trabajo es intentar posarse por encima de sus fracasos. --¿Alguna vez se sienten triunfadores? --Depende del personaje y del momento. Sería muy soso si elaboráramos un antihéroe puro. Más que triunfador, el clown es alguien esperanzado, como cada uno de los personajes que esperan en el muelle de Clun. En algún momento me pregunté adónde querían ir estos viajeros, y me di cuenta de que no había un imaginario común. Por eso, la espera no es igual para todos. Para algunos es angustiante. Para otros es el comienzo de una ilusión.
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