SILENCIOS ¿Alguno dijo que el Ejército no tiene listas de represores y es imposible proporcionar esa información? Si se leyeran -entre otras-- las declaraciones que el ya fallecido teniente coronel Juan Ramón Nieto Moreno formuló ante la justicia militar el 9 de marzo de 1978, se podría confeccionar un repertorio no desdeñable de ejecutores mediatos e inmediatos del horror. En este caso, en relación con Automotores Orletti, el centro clandestino de detención que funcionó en el barrio porteño de Floresta y fue polo de la operación Cóndor que coordinaban los servicios de inteligencia de las fuerzas de seguridad del Cono Sur. Esas declaraciones -y otras-- yacen en los archivos del arma y nadie las visita, ni molesta. Ante el Juzgado Nº 73 del Comando del Cuerpo de Ejército I, con la secretaría transitoria del teniente coronel Héctor Pedro Nan, el entonces militar retirado Nieto Moreno fue interrogado en torno a un secuestro extorsivo que la banda de Aníbal Gordon había perpetrado el 14 de junio de 1977 en Buenos Aires. Sus respuestas -bajo juramento de decir la verdad, a tenor del artículo 267 del Código de Justicia Militar-- revelan cómo trabajaba la SIDE con Gordon y su grupo, los asesinos de Orletti. El declarante tenía buenas razones para saberlo: desde el 20 de enero de 1975 era jefe del Departamento Contrainteligencia de la SIDE y encargado de operaciones especiales. Conoció a Gordon (alias Silva, o coronel Marcelo Ezcurra, o coronel Marcelo Federico Silva, o Jova, o Viejo, o coronel Irigoyen, etc.) en marzo del '76, cuando éste "constituyó por orden del entonces secretario de Inteligencia del Estado, general Don Otto Carlos Paladino, con gente de su grupo y personal orgánico de SIDE, una base operativa que se denominó O.T. 18, la cual dependía del Departamento de Operaciones Tácticas I a la sazón comandado por el vicecomodoro Guillamondegui, a órdenes del coronel don Carlos Mitchel". La "base" O.T. 18 era Orletti y "efectuaba -atestigua Nieto Moreno-- la actividad operacional antisubversiva de SIDE". La banda de Gordon estaba integrada por "personal inorgánico" (contratado) y "orgánico" al mando de los agentes Eduardo Alfredo Ruffo y Juan Rodríguez. Véase el modus operandi: "El grupo que integraba el citado Silva (Gordon) --reitera el declarante-- era el ejecutor de los blancos operacionales" que, sobre la base de la labor de inteligencia de su Departamento, indicaba Nieto Moreno previa información y consulta "con las Direcciones II y III de la SIDE". Según testimonios prestados ante la CONADEP por represores como Orestes Estanislao Vaello, las órdenes para proceder contra esos blancos "constaban en una hoja tamaño oficio con la foto o sin la foto del posible subversivo y con datos mínimos del mismo (...) que estas órdenes escritas venían firmadas por el jefe del Batallón de Inteligencia o bien el jefe de la Compañía de Acción Psicológica y también en otros casos por Asuntos Políticos o Gremiales. Que en la parte inferior de la hoja o bien se pedía completar información a Inteligencia o bien venía con orden de detención. Que algunas de esas hojas figuraban con una cruz bajo la firma del jefe, y esto significaba la detención inmediata. Que si por el contrario venía con dos cruces significaba que se trataba de alguien de extrema peligrosidad a quien no se debía interrogar aplicándole la muerte inmediata". Los "excesos" de la dictadura militar eran ciertamente prolijos. El teniente coronel (RE) Nieto Moreno, seguro entre pares, no ahorró nombres en su declaración. Mencionó que, con posterioridad al mando del vicecomodoro Guillamondegui, Ruffo y Rodríguez pasaron a depender de los entonces capitanes Marcos Alberto Calmon y Eduardo Rodolfo Cabanillas "y por cadena de comando, del jefe del Departamento de Operaciones Tácticas I, teniente coronel Visuara" (Rubén Víctor, alias Del Viso). Que con motivo del secuestro extorsivo efectuado por la banda de Gordon se comunicó con el director II (Interior) de la SIDE, coronel Carlos Alberto Tepedino, y con el coronel Roberto Oscar Terrile, subsecretario A de la SIDE. Que del grupo Gordon formaban parte la empleada de la SIDE Marta García Tezanos Pinto y tres agentes en actividad prófugos por involucramiento en el secuestro extorsivo: César Estanislao Albarracín, Enrique Osvaldo Escobar (alias Ricardo Burgos) y su hermano Rubén Héctor (alias Rubén Escudero). Que de otros miembros del grupo recordaba los apodos: Julio (Ricardo Roberto Rico, hermano de Aldo Rico, muerto en Centroamérica, JG), Yiyo, Pati, Pericles, Don Din, Gastón, Puma, Joe, Kino o Quino, el Japonés, Ricardo, Payo; y que de otros conocía además los nombres: César Alejandro Enciso (alias Horacio Andrés Ríos, o Pino, Pinito, Chino, Polaquito), Antonio Antich Mas (alias Utu) y Carlos Martínez Ruiz (alias Pájaro). No sería difícil descubrir a quienes encubren los apodos. Con apodo o sin él, todos los mencionados por Nieto Moreno son responsables mediatos e inmediatos de un delito imprescriptible cometido por los represores de Orletti: la sustracción de menores. Es notorio que Ruffo se apropió de dos niños que anotó como propios: Carla Graciela Rutila Artés, recuperada por su valiente abuela Sacha, y un varón del que aún se desconoce la verdadera filiación. Mariana Zaffaroni Islas fue secuestrada junto con sus padres uruguayos el 27 de setiembre de 1976: tenía un año y medio apenas y los tres fueron vistos en Orletti; la robó Miguel Angel Furci, miembro de la SIDE, pero fue ubicada y recuperada. Los padres nunca aparecieron. Simón Riquelo tenía 20 días cuando lo sustrajeron de su casa en Buenos Aires la noche del 13 de julio de 1976; la madre fue llevada a Orletti; el mayor del ejército uruguayo José Nino Gavazzo -indultado por el presidente Menem-- estaba al mando de los secuestradores y Simón aún sigue en manos ajenas. Un sobreviviente de Orletti vio en ese campo a María Claudia Irureta Goyena de Gelman a comienzos de octubre de 1976; estaba embarazada de 8 meses y, según me comunicó el padre Fiorello Cavalli, de la Secretaría de Estado de El Vaticano, dio a luz un bebé en cautiverio. ¿Dónde está ese bebé? ¿Dónde está Simón? A la crueldad del
robo, los ladrones de niños agregan ahora la de ocultar su destino. El presidente Menem
defiende ese silencio, que el teniente general Balza arropa. El pasado es presente
todavía. |