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Por Raúl Kollmann Carlos Telleldín y un grupo de policías bonaerenses formaban una banda dedicada al robo, armado de autos truchos y contrabando de vehículos al Paraguay. Ellos proporcionaron la camioneta Trafic, sabiendo que se iba a utilizar para hacer un delito de envergadura. Entregaron el vehículo con los elásticos reforzados para soportar la carga de los explosivos y la tierra necesaria para direccionar la explosión. La clave del atentado fue un grupo de árabes residentes en la Argentina. Uno de ellos coordinó con Telleldín la entrega de la camioneta y otro aportó los explosivos y ubicó frente a la AMIA un volquete para dejar justo el espacio por el que, segundos más tarde, entraría la camioneta. Todo este operativo se le vendió, llave en mano, a un grupo terrorista de Medio Oriente o al agregado cultural de Irán, Moshen Rabbani. La parte final de la obra --el técnico que armó el explosivo y el hombre que condujo la camioneta-- estuvo a cargo de dos individuos --no identificados-- que llegaron del exterior. Esta es la forma en la que se hizo el atentado contra la AMIA, según coinciden todos los investigadores y el propio juez Juan José Galeano. El problema es que no hay pruebas suficientes para incriminar a los culpables: según los investigadores, las evidencias contra Telleldín son categóricas; la situación del ex comisario Juan José Ribelli es cada vez más complicada; el círculo en torno de Alberto Kanoore Edul y Nassib Haddad tiende a cerrarse y respecto de la pista iraní hay muchos datos. "Estamos ganando por puntos, pero no sirve. Necesitamos un golpe de knock-out y no lo tenemos", le dijo a Página/12 una altísima fuente de la investigación. Habiendo transcurrido cuatro años, el gran interrogante es por qué no se logró ese knock-out. El juez, los fiscales y varios de los abogados que actúan en la causa reconocen que se perdieron tres años de tiempo porque se investigó mal: había un pequeño grupito, inexperto y poco confiable ocupándose de la pesquisa; Menem y Duhalde se llevaban bien y por lo tanto no hubo voluntad política de investigar a la Bonaerense; tampoco nadie quiso hurgar en la Federal; el juez mantenía buenas relaciones con el poder político y no hizo ninguna denuncia pública de la inacción y el encubrimiento de las fuerzas de seguridad; el Congreso miraba para otro lado y las autoridades de la comunidad judía mantuvieron una postura poco firme. Además, hay duras críticas a Brasil, Paraguay, Uruguay y Estados Unidos por la falta de colaboración con la pesquisa. En resumen: a cuatro años se necesita el golpe de knock-out, pero no parece inminente. El Enano Tal como adelantó Página/12, el juez Galeano está redactando una resolución de más de cien páginas para procesar a Carlos Telleldín, alias "El Enano", como cómplice del atentado. Hasta ahora sólo se lo consideraba un encubridor, es decir alguien que no decía la verdad sobre el ataque. Recién en los últimos meses se confirmó que el mismo día del atentado Telleldín sabía que el vehículo utilizado fue la Trafic armada con una carrocería robada y un motor de su propiedad. En ese momento ni se conocía la existencia de un coche-bomba y menos que menos el tipo y modelo del vehículo usado. El ex marido de la esposa de Telleldín, la dueña de una inmobiliaria y Hugo Pérez, un hombre que vivía en la casa del Enano, declararon que Telleldín supo de inmediato que su Trafic fue el instrumento del ataque terrorista. El Enano no ha explicado esto hasta ahora. Según los investigadores, hay un segundo elemento que se ha fortalecido recién en los últimos meses: la camioneta fue especialmente preparada para el ataque. Esto significa que se reemplazaron los elásticos traseros para soportar más peso, en concreto para cargar los explosivos y varios sacos de tierra colocados de manera de dirigir la onda expansiva hacia adelante, como si el vehículo fuera un cañón. Telleldín dice que entregó la Trafic el domingo 10 de julio y los investigadores sostienen que ya la suministró lista para el ataque. Por último, debe agregarse que el armador de autos truchos mintió respecto de la camioneta. Recién ahora se descubrió que la carrocería usada no era la robada al disc jockey Sarapura, con puerta lateral, sino otra con puerta trasera. Como lo señaló la revista trespuntos en su edición del jueves, la maniobra de Telleldín, sembrando otra versión falsa, también suma elementos para que se lo considere cómplice del atentado. Debe considerarse que, en su última resolución, la Cámara Federal prácticamente le ordenó al juez Galeano que procesara al armador de autos truchos por ser parte de la banda que realizó el ataque. Y además, habrá que ver si el magistrado no detiene a la esposa, el hermano y el socio de Telleldín. Si se toman en cuenta los cuatro años de la investigación, está claro que el mal trabajo del principio llevó a que no se identifique correctamente la camioneta, a que no se detectara la cuestión de los elásticos, a que hubiera dudas y vacilaciones sobre lo que Telleldín sabía o no sabía. Ni se relevaron bien los restos, ni se tomaron todos los testimonios necesarios, ni se estudiaron bien las fotos y videos de los momentos posteriores al atentado. En cuatro años se investigó lo que debió investigarse en la cuarta parte del tiempo. Juancito El logro fundamental del último año fue el hallazgo de un acta en la que el ex comisario Juan José Ribelli, alias "Juancito", blanqueó dos millones y medio de pesos, un día después del atentado. Un escribano certificó que el padre del policía, un jubilado ferroviario, les había donado esa cifra gigantesca a sus cinco hijos. En el mismo acto, los cuatro hermanos le entregaron su parte a Juancito. Cuando el comisario de la Policía Federal, Jorge Palacios, junto a su mano derecha, Carlos Gesto, encontraron el acta, Ribelli sostuvo que se trató de una herencia que vino de Italia. En los últimos meses se detectaron los siguientes nuevos elementos: no hay trámite alguno en el consulado de Italia ni movimiento bancario de ninguna naturaleza en el que se verifique que el dinero haya llegado desde la península. Además, los cuatro hermanos de Ribelli viven en casas más bien modestas y a pesar de haber recibido una fortuna no modificaron ni un milímetro sus condiciones de vida. Una de las dudas fundamentales es si el dinero blanqueado por Ribelli fue un pago por el atentado o simplemente parte de los fondos de otros actos de corrupción. Los investigadores sostienen que hicieron recientemente un minucioso estudio de las escuchas telefónicas realizadas antes de la detención de Juancito. Se evaluaron así todos los negocios sucios de Ribelli: extorsiones, piratas del asfalto, prostitución, armado de autos truchos. Los pesquisas dicen que Juancito no pudo amasar dos millones y medio de dólares con la corrupción habitual, dado que además debía repartir el botín con sus jefes y subalternos de la Bonaerense. Por eso están convencidos de que el dinero fue un pago relacionado con el atentado, pero no lo pueden probar. Para sumar a esto --siempre según los investigadores-- hay viajes sin explicación de Ribelli a la zona de la Triple Frontera, un notorio cambio en su estilo de vida, con un aumento abrupto en sus gastos, y una llamada a la casa de Telleldín --también sin explicación-- el mismo día que se entregó la Trafic. Como se ve, hay fuertes indicios contra Ribelli, pero las pruebas, hasta ahora, no son demasiado contundentes. Es evidente que la banda abarcaba a Telleldín y los policías bonaerenses, pero la falta de investigación en los tres primeros años hizo que recién ahora se le encontrara el acta a Ribelli y que siga sin estar claro su verdadero papel. A la Bonaerense se le permitió de todo: que fraguara testigos, pistas y una infiltración del juzgado. Durante dos años, el jefe de la fuerza, Pedro Klodczyk, el secretario de Seguridad, Alberto Piotti, y el propio gobernador Duhalde se rieron de la investigación y no hicieron aporte alguno. La contrapartida es que la Casa Rosada no tenía en aquel entonces el menor interés en pelearse con Duhalde por lo que no mostró ninguna voluntad de meterse con la Bonaerense. Albertito y Nassib El fallecido periodista Carlos Juvenal fue el primero en insistir con las conexiones islámicas locales. Fue casi inmediatamente después del atentado. Hoy por hoy, los investigadores reconocen que dos personajes de origen árabe, Albertito Kanoore Edul y Nassib Haddad, no sólo tienen relación con el atentado sino que son la clave. Alberto Kanoore Edul padre registra una llamada inexplicada a la casa de Telleldín el 10 de julio de 1994. Primero dijo que en esa época buscaba una Trafic, después inculpó a su chofer y finalmente dijo que no se acordaba por qué llamó a lo del armador de autos truchos. Las miradas se dirigen principalmente a su hijo, Albertito. También relaciona a Edul con el atentado el hecho de que el camión que depositó un volquete frente a la AMIA cinco minutos antes de la explosión tenía en la hoja de ruta otro destino: un baldío en la calle Constitución al 2600, justito donde Kanoore tiene dos propiedades. En los últimos meses hubo algunos datos nuevos: testificaron los vecinos del baldío y dijeron que allí nunca hubo volquetes. Además, todos los remitos de la empresa de volquetes tienen el membrete con la leyenda Santa Rita, pero el de la calle Constitución es distinto, es de los comunes que se venden en papelerías. Recién ahora se están haciendo pericias caligráficas de todos los que intervinieron. El otro personaje que está en el ojo de la tormenta es Nassib Haddad, dueño justamente de la empresa de volquetes. El hombre es también propietario de una cantera y registra compras de nitrato de amonio, el explosivo utilizado en el atentado. A esta altura está claro que Haddad mintió respecto del nitrato de amonio: dijo que nunca había traído esa sustancia a la Capital Federal, pero las pericias químicas que se hicieron en su depósito porteño demostraron lo contrario. Además, el chofer del camión de volquetes también está bajo sospecha --en su libro, Juan Salinas señala que ese chofer, Juan Alberto López, estaba relacionado con Telleldín-- y esta misma semana, con cuatro años de atraso, se empezó a cotejar la firma del remito del volquete colocado frente a la AMIA con la que aparece en las entregas anteriores. Está claro que el 18 de julio no firmó el arquitecto Andrés Malamud, pero ahora se están haciendo las pericias sobre las firmas previas al día del atentado. Para redondear, Alberto padre es un viejo dirigente islámico y después de ser muy amigo de Carlos Menem terminó enemistado. Albertito, por su parte, tiene una curiosa relación familiar: su cuñado es Ioussef Chabán, un policía bonaerense al que los investigadores consideran ideológicamente fundamentalista. Chabán revistaba en Santos Lugares, una zona en la que operaba Telleldín. Como se ve, los indicios se multiplican. Los investigadores, fiscales, abogados y el propio juzgado dicen que aquí está la clave, pero que las pruebas no son todavía suficientes. Las diligencias fundamentales no se hicieron porque el grupo de investigadores era pequeño, no había en quién confiar y el Estado argentino no mostró el menor apuro ni la menor vocación de volcarse en serio a la investigación. La pista iraní Por interés de política internacional, los mayores esfuerzos del año estuvieron destinados a la supuesta vinculación iraní con el atentado. La hipótesis es que la conexión islámica local le vendió el atentado, llave en mano, al Hezbollah, que tiene respaldo iraní, o directamente a Moshen Rabbani, el agregado cultural de Teherán en la Argentina. En estos últimos meses hubo un segundo diálogo con el arrepentido Monousheh Moatamer y con el testigo C, un jefe de inteligencia fugado de Irán. Ambos son opositores al régimen de los ayatolas, sólo se refieren al atentado en términos más bien generales, sin conocimientos precisos; el señor C habla específicamente de que Rabbani estaba encargado del ataque, pero para ser testimonios creíbles deberían apoyarse en alguna otra evidencia encontrada en el país. A Rabbani se lo detectó en diciembre de 1993 preguntando precio por una Trafic --el modelo usado después como coche-bomba-- en la avenida Juan B. Justo y hay un llamado de su celular realizado en la zona de la playa de estacionamiento donde estaba la Trafic antes del atentado. La otra movida reciente fue el allanamiento y la detención de empleados iraníes de la empresa South Beef. De los papeles en idioma farsí se hicieron dos copias: una se envió para traducir a la SIDE y, como hay desconfianza, la copia fue a parar a Estados Unidos. Por ahora, de este allanamiento no surgió nada sólido más que referencias generales a Rabbani. Otro personaje enigmático es Kalli Gatea, un iraní que fue detenido saliendo del país con pasaporte falso y que desapareció a los pocos días del atentado. Los investigadores sostienen que la Corte Suprema le impidió a Galeano interrogar a los diplomáticos iraníes y que eso frustró buena parte de las pruebas que se podían juntar al principio. Lo cierto es que, como en los demás aspectos de la investigación, hay indicios, pero la pérdida de tiempo y los defectos iniciales impiden que haya pruebas sólidas. Ahora Toda la estrategia está centrada ahora en Telleldín, los policías bonaerenses, Kanoore Edul y Haddad. Aunque muchos no lo reconozcan, el escándalo en el acto del año pasado, cuando fueron silbados los ministros del Poder Ejecutivo y los dirigentes de la comunidad, fue el punto de partida para que el pequeño grupito que investigaba fuera reemplazado --hace diez meses-- por ochenta hombres al mando del comisario Palacios. Desde entonces, la recolección de pruebas avanza lentamente y arrastrando el atraso de tres años. "Ahora las cosas cambiaron", dice el juez; los abogados de la DAIA y la AMIA y los fiscales. En realidad se trata de un reconocimiento de que antes las cosas estaban mal, tal cual lo denunciaban los familiares. Como sucede desde hace cuatro años, todos prometen que ahora sí la investigación se encamina y que pronto habrá resultados. Lo cierto es que en este momento sólo hay indicios, una historia que deja enorme cantidad de dudas y han transcurrido nada menos que 48 meses. El interrogante es si se puede recuperar el tiempo perdido.
El acto, los actos * La Semana de la Memoria, convocada por los familiares y amigos de las víctimas agrupados en Memoria Activa, empieza mañana. A la hora del atentado, 9.54, se realizará una concentración en Plaza Lavalle, frente a Tribunales. Hablarán Diana Malamud por los familiares, Estela Carlotto en nombre de Abuelas de Plaza de Mayo y el rabino Mario Roijzman. * El acto oficial de la AMIA y la DAIA se realizará el viernes 17 a las 9.30 frente al predio donde se produjo el atentado, en Pasteur 633. La consigna de la convocatoria es A cuatro años del atentado contra la AMIA, los únicos que duermen tranquilos son los culpables. En esa concentración hablará uno de los familiares y un integrante de la comunidad judía, no un dirigente. La idea es que los presidentes de las instituciones mantengan un perfil bajo y todo indica que no se hará presente ningún miembro del gobierno nacional. Todavía se recuerda la estruendosa silbatina del año pasado. * El sábado 18, exactamente a cuatro años del atentado, se realizará el acto de la juventud con Memoria Activa. Será también frente al predio donde se produjo el atentado, Pasteur 633. Hablarán representantes de los familiares más críticos respecto de la investigación y dirigentes de la juventud judía. * El domingo 19, por la mañana, se va a inaugurar la plaza seca del nuevo edificio de la AMIA. En el centro hay un monumento de homenaje a las 86 víctimas.
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