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La diferencia entre "política con mayúsculas" y "política con minúsculas" sirve para saldar discusiones o para editorialistas perezosos. En el mundo real, lo mayúsculo y lo minúsculo conviven o, mejor dicho, a menudo no son diferenciables. Hay anécdotas más conocidas de Germán Abdala, como cuando se sancionó una ley que promovió (convenciones colectivas para trabajadores del Estado). Fue al recinto, en silla de ruedas, y toda la Cámara de Diputados se puso de pie y lo ovacionó. O cien frases fenomenales. Pero mi recuerdo menor lo pinta bien. Sin resignar principios, ni pertenencias y sin hacerle asco a la tarea menuda, invisible, esa que desdeñan los moralistas a la violeta, que nunca hicieron política: juntar, convencer, armar roscas, negociar. Saber que no hay aliados chicos, que perder a uno es grave. Tender puentes. Cómo tendía puentes Germán. El era uno, entre lo político y lo sindical, entre el peronismo y la izquierda. Un laburante que respetaba a los intelectuales y que había leído (y entendido) mucho más que la mayoría de ellos. Permanente lanzador de consignas, tenía algunas que no dejaba nunca de decir. Entre ellas "hay que vivir como se habla" que solía postular al revés fustigando a "los que no viven como hablan". Nadie podrá colgarle ese sambenito: el Turco Abdala vivió, sufrió y murió, hace hoy cinco años, como hablaba. Y cómo le gustaba vivir, disfrutaba el fútbol, el mate, la buena comida. Siempre estuvo del lado de los trabajadores, de los "negros" (así hablaba él, un morocho de barrio que no se sentía obligado a ser siempre políticamente correcto) de los marginales, de los desaparecidos. Pero siempre con la sabiduría populista de poner buena onda y alegría, de no transformar los principios en un escollo para la calidad de vida de los interlocutores. Ser peronista de izquierda ha sido siempre un enigma, un desafío, para muchos un sin sentido o una contradicción en los términos, un oxímoron. Puede discutirse si tuvo sentido intentar tirar de la oreja al elefante para llevarlo por caminos más deseables. Puede discutirse que esa alquimia sea deseable, viable o meramente posible. Puede discutirse, en general, en abstracto, a futuro, a pasado. Lo cierto es que Germán fue inequívocamente un peronista de izquierda desde que nació, en el '55 y lo siguió siendo cuando rompió con el PJ tras el indulto de Menem. Fue un peruca de ley, un cuadro de primera, un hombre valiente. Y también un tipo de barrio al que le encantaba reír y hacer reír. La risa de Germán es tan inolvidable como su ejemplo militante. O, para ser más preciso, forma parte de él.
Germán Abdala nació en 1955 y murió el 13 de julio de 1993. Fue Secretario General de la seccional Capital de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) y elegido diputado nacional por el PJ Capital en 1989. Integró el "Grupo de los 8 diputados" y renunció a su afiliación y los cargos partidarios del PJ en 1990, cuando Carlos Menem sancionó los indultos. Hoy a las 16 horas se lo homenajea en el Salón de Pasos Perdidos del Congreso.
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