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Pero la crisis rusa tiene mucho más potencial de llegar a América del Sur y la Argentina que lo que han demostrado hasta el momento la caída de los tigres asiáticos y la recesión japonesa. El motivo es que ahora hay una conexión más o menos directa: Brasil. Durante largos años, los industriales brasileños estuvieron invirtiendo fuertemente en el mercado ruso. Lo hicieron en los sectores en que tenían más experiencia: la energía --particularmente petróleo y gas-- y plantas automotrices. Ahora bien, sucede que precisamente los monopolios rusos del petróleo y del gas son los malos de la película, los que tienen de rehén al Estado ruso en un oscuro chantaje, y los que Boris Yeltsin debería disolver si quiere el rescate del Fondo Monetario Internacional. Un ataque al rublo y la caída de la Casa Rusia impactará sobre todo en estos sectores y en los que invirtieron en ellos. Como los industriales brasileños, que de ser duramente golpeados en Rusia gatillarán una segunda devaluación del real y una crisis del Mercosur. De allí en adelante, lo que suceda en la Argentina es una pregunta abierta. En otro caso --más pequeño y lumpen si se quiere, pero no por eso menos peligroso--, Rusia se está acercando a la región. Fuentes de inteligencia americana habrían detectado en Paraguay la presencia de ex agentes y expertos de el KGB soviético trabajando para las bandas de narcotraficantes y contrabandistas que operan en ese país. Esta es una noticia peligrosa: el KGB fue un servicio de temible eficacia, inmensa experiencia y notable know-how en las operaciones más sucias del mundo del espionaje y el contraespionaje. El uso de esa capacidad por los lúmpenes paraguayos podría llegar a crear una "narcodemocracia" completa, con Estado dentro del Estado. De este modo, y por efecto de la globalización, lo que ocurre en Rusia golpea también aquí y deja a las puertas de la Argentina dos presentes indeseados de la descomposición postsoviética.
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