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En un día donde a los votantes les interesaba más el Mundial de Fútbol que el futuro de las instituciones políticas de su país, y donde en cada local electoral había un televisor, los ecuatorianos de un padrón de 7,1 millones eligieron su presidente. El ballottage enfrentó a uno de los hombres más ricos del mundo, el empresario populista Alvaro Noboa, contra el alcalde de Quito, el abogado democristiano Jamil Mahuad. A pesar de que Ecuador cuenta con una población de un 60 por ciento bajo la línea de la pobreza, la consigna "la fuerza de los pobres" le valió al Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE) del magnate bananero Noboa, que había salido segundo en la primera vuelta del 31 de mayo, un 53,3 por ciento contra un 46,7 para la Democracia Popular (DP) liderada por el demócrata cristiano Mahuad. Las encuestas a boca de urna son de la muy confiable Asociación Ecuatoriana de Canales de Televisión. Pero Noboa, de acuerdo con un sondeo propio, se dio como vencedor: "Hoy perdió Brasil, hoy perdió Jamil", fue su manera de resumir la jornada. Más allá de las diferencias de estilo--mesurado y "experto" de Mahuad, desbordante y conspiratorio de Noboa--, los dos candidatos coincidieron en dedicar sus campañas a hacer ofrecimientos de cualquier calibre, sin entrar a analizar de dónde podrá el estado ecuatoriano cumplir con esas promesas electorales. "Tenemos un equipo de trabajo con experiencia, con formación, con mística, con conocimiento de los problemas del país versus una candidatura que representa la improvisación, el grupo de amigos, el pasado con el que no estamos de acuerdo", enfatizó Mahuad. Su adversario Noboa también gustó, como el democristiano, de enfatizar la mística, cerró sus actos de campaña con la Biblia, el Padre Nuestro y la bandera ecuatoriana, elementos que repitió ayer antes de votar. Y también al conocer los resultados: insistió en que había fraude y llamó a una "vigilia" ante el Tribunal Supremo Electoral. Sobre la decisión de voto de los ecuatorianos pesó el muy vívido recuerdo del excéntrico estilo del último presidente electo, Abdalá Bucaram, conocido como "El Loco", que alternaba actos protocolares con la participación en concursos de belleza o la grabación de su disco compacto. El actual presidente de Ecuador, Fabián Alarcón, asumió el poder en febrero de 1997, tras la destitución de Bucaram por un Congreso que encontró a Bucaram "mentalmente incapaz" para gobernar el país. Cuando la cadena de escándalos de corrupción y frivolidad derrumbó a Bucaram también hizo caer al presidente de la Junta Monetaria ecuatoriana, que no era otro que Noboa. La presidencia por seis meses de esa Junta, un cuerpo colegiado que conduce la economía de Ecuador, fue la única función pública que tuvo el magnate bananero y naviero que ayer peleó la presidencia. Más allá de quién haya sido el ganador, éste deberá enfrentar un déficit presupuestario de unos 1500 millones de dólares y los daños aún más catastróficos causados por la corriente del Niño, calculados en 2645 millones de dólares. Un plan de ajustes será la herencia inevitable del nuevo presidente. Y la revelación quizás empañe la "luna de miel" que acompaña a los gobiernos nacientes.
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