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VIAJANDO

 

Por Antonio Dal Masetto

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t.gif (862 bytes) Somos cinco. Carlitos Terapeuta. Sarita Reumatóloga, esposa de Carlitos. Pancho Administrador de Consorcios. Tita Abogada Especializada en Divorcios, esposa de Pancho. Y yo. Venimos de la presentación del libro de un conocido común: Expedicionarios al desierto en la Argentina, ensayo histórico que incluye capítulos de ficción y varios extensos poemas épicos y odas. Hubo tres conferencistas, lecturas a cargo de una actriz y un actor, palabras del autor. Nos vamos a cenar y charlamos.

--Mi problema es que, por más que me aburra como una ostra, no me puedo desenganchar --digo--. Presto atención a todo. Soy un galeote de la oreja. Tengo esa maldición. Hoy casi me muero.

--Yo en situaciones como ésta me voy --dice Pancho--. Hoy me rajé casi enseguida.

--Yo aguanté un rato y después también me fui --dice Carlitos.

--Yo igual --dice Sarita.

--Yo a los cinco minutos ya había partido --dice Tita.

--¿De qué están hablando? --digo--. Si estuve sentado todo el tiempo con ustedes. ¿Adónde se fueron?

--Por ahí --dice Sarita.

--Uno deja el cuerpo y se va --dice Carlitos.

--Yo por ejemplo me fui a jugar un picadito con los muchachos de la inmobiliaria --dice Pancho--. Ganamos ocho a dos. Hice tres goles.

--Este es un viajero terrible --dice Tita--. Un día se va a olvidar y no vuelve más. Hasta me lo hace a mí.

--¿Cómo que te lo hago a vos? ¿De qué estás hablando?

--Vamos, que ya te pesqué varias veces cuando estamos en los momentos más íntimos.

--Les pido que me cuenten cómo hacen para irse --digo--. Por favor.

--Yo tengo una técnica que, modestia aparte, me parece que es única --dice Tita--. Aprendí a silbar para adentro. Hoy, sin ir más lejos, me silbé enterita la obertura 1812 de Chaikovski, con campanas y cañones e tutti quanti.

--No oí nada --digo.

--Puedo hacer todos los instrumentos y tengo un repertorio de lo más variado. Ultimamente ensayo a Luigi Nono.

--¿Podría hacerme una demostración?

--¿Ahora?

--Dale Tita --dice Pancho.

--Está bien. Ahí va --dice Tita; me clava la mirada durante un rato pero me doy cuenta de que ya no está.

--¿Qué interpretó?

--Beethoven, Para Elisa. Una cosa sencillita.

--¿Y ustedes? --le pregunto a Sarita y Carlitos.

--Lo mismo. Nos vamos cuando queremos.

--Estoy azorado. Cómo me gustaría ser como ustedes.

--A veces pasan cosas graciosas --dice Sarita--. Cuando estamos juntos en una reunión importante nos ponemos de acuerdo, uno se va y el otro se queda. Es un problema de responsabilidad. Voy a contar una anécdota. Fue en la conferencia de un colega. Ese día estábamos peleados y no nos hablábamos. ¿Te acordás, Carlitos? Después de un rato me agarró nostalgia de volver a ver Lo que el viento se llevó. Me fui y me lo veo a Carlitos mirando la misma película. Hace treinta años que estamos casados, se entiende que tengamos los mismos gustos. Le digo: "¿Carlitos, qué hacés acá?". Y el a mí: "A vos te digo qué hacés acá, mirá si cuando termina la conferencia al doctor se le da por preguntarnos qué nos interesó más". Fue gracioso.

--Quiero aprender. Explíquenme todo, desde el principio --digo.

--Empezó con los problemas naturales de nuestras profesiones --dice Carlitos--. Por nuestras especialidades tenemos los oídos muy maltratados y es lógico que hayamos inventado técnicas de supervivencia. Imagínese la vida de un administrador de consorcios como Pancho, aguantando las reuniones, las trifulcas, las quejas diarias de los inquilinos. Una reumatóloga como Tita, tolerando las historias de los pacientes, con todos los minuciosos detalles de los achaques. Una abogada divorcista como Sarita, soportando los mismos tediosos casos, las peleas por la plata, las acusaciones, las amenazas de suicidio. ¿Quién resiste? Te tenés que ir. Y ni hablar de mi profesión, ésta es la peor de todas, yo soy el más sufrido, la víctima mayor, veinticinco años escuchándolos hablar de la mamá y la mamá y la mamá, si al final lo único malo que hizo la mamá fue traerlos al mundo y no dejarlos morir de inanición como se lo merecían, y después el hermano que no le prestaba el juguete y el papá que no le compraba el chupetín, y el rollo del sexo: que quieren que no quieren, que les gusta que no les gusta, y ni hablar de las fobias, millones de fobias, me las conozco todas, a cual más aburrida, se las puedo enumerar una por una, ya van a ver qué divertido, terrores a las biromes, pánicos a las cerraduras, convulsiones por mirar una pila, mareos por mirar las agujas del reloj, y suman y siguen, y los insoportables no se rinden y ustedes tres, Sarita, Pancho y Tita, no se me hagan los idiotas, que ya me avivé que se mandaron a mudar, vuelvan para acá, y a usted también se lo digo, Dal Masetto, que para ser un pichón de aprendiz me parece que está yendo demasiado rápido.


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