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ENTERRARON A LAS VICTIMAS DE UNA MASACRE PROTESTANTE
Adiós a los niños en Ulster

Los cuerpos de tres niños quemados vivos en la noche del domingo por extremistas protestantes fueron enterrados ayer en Irlanda del Norte, en el momento más trágico desde los acuerdos de paz de abril.

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Los deudos llevan los tres pequeños féretros blancos.

"Temo el momento en que me quedaré con ellos", dijo un sacerdote.

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Oficiales británicos montan guardia en el precario equilibrio de la provincia.
Su batallón fue despachado de urgencia por aire la semana pasada en previsión de desbordes.

Pie de guerra: Los "naranjas" de Portadown seguían ayer en pie de guerra, pese a los llamados de numerosos líderes políticos y religiosos en favor de la paz.


t.gif (67 bytes)  Por primera vez en más de dos semanas, protestantes y católicos en Irlanda del Norte, apesadumbrados por la muerte de tres niños, se dieron cita ayer en un templo católico y oraron juntos por la paz. El tañido de una sola campana se escuchó para marcar el inicio de los funerales de tres niños católicos que fueron quemados vivos en un incendio provocado por protestantes en la convulsionada provincia inglesa. Las víctimas fueron tres hermanos, Richard, Mark y Janson Quinn, de 11, 10 y 8 años respectivamente, que estaban dormidos cuando desconocidos lanzaron una bomba incendiaria contra su casa el domingo. El cuarto hermano, Lee, de 12 años, escapó a la tragedia pues esa noche decidió dormir en la casa de su abuela.

En casa de Irenne Quinn, abuela de los hermanos, tres pequeños féretros blancos fueron cargados en hombros por algunos familiares y amigos y así dio comienzo la peregrinación para trasladarlos hasta la iglesia de Ballymoney. Después de la misa, los féretros fueron llevados al cementerio de Rasharkin, 65 kilómetros al noroeste de Belfast, donde está la cripta familiar. Bajo un cielo gris y lluvioso, la madre de los tres niños, Chrissie, apoyándose en su hijo mayor Lee, caminó delante de los féretros, y durante todo el trayecto su rostro estuvo descompuesto y bañado en lágrimas. "Eran niños típicos, llenos de vida y de energía... llenos de la alegría natural que da la vida. Eran muy queridos en toda la escuela", dijo Joe McConaghie, su maestro en la escuela primaria Leaney.

La muerte de los tres niños opacó pero no resolvió la tensión creada por la decisión de la Orden de Orange (protestante), que resolvió desacatar una prohibición de Londres de marchar por una calle católica y así convirtió la localidad de Portadown en el centro de una confrontación con la policía, que decidió cercar esa ciudad para impedir la entrada de los "naranjas". Pero los "naranjas" de Portadown seguían ayer en pie de guerra, pese a los llamados de numerosos líderes políticos y religiosos para desactivar esa confrontación. El lunes por la noche, el reverendo Ian Paisley, líder de los que se oponen a los acuerdos de paz del pasado 10 de abril, dijo ante los 3000 orangistas reunidos detrás de las barricadas de las fuerzas de policía de Portadown que no había razón para abandonar el movimiento. "Debemos adoptar una línea dura para el futuro, no podemos ni doblegarnos ni abandonar", exhortó.

Entretanto, el sacerdote católico Peter Ford, encargado de celebrar en Ballymoney una misa fúnebre ecuménica con prelados protestantes, declaró que los orangistas eran "como marionetas que interpretan un espectáculo distinto del nuestro. Nosotros tenemos que encarar la realidad de la vida y de la muerte, mientras que ellos combaten por el poder y el derecho a realizar desfiles insignificantes". Cada verano se abre la "temporada de desfiles" en el Ulster, siempre caracterizada por las tensiones que suscita el paso de los "naranjas" por calles católicas, tramos que los católicos juzgan como provocatorios. Este año, la tensión alcanzó su pico máximo, porque el desfile naranja se insertó en la nueva realidad creada por los acuerdos de paz, rechazados por la Orden.

"Temo el momento en que me encontraré frente a los féretros blancos", agregó el sacerdote, mientras la multitud se iba agolpando en los alrededores de la iglesia. Ford también recordó que la abuela de los niños mártires era protestante; su madre, católica e iban a una escuela protestante. "No fueron bautizados ni criados en una religión específica", subrayó el sacerdote Ford.

Por el momento, la policía ha informado que el nivel de violencia bajó desde la tragedia del domingo. Mo Mowlam, la ministra británica para asuntos de Irlanda del Norte, dijo que los protestantes deben considerar si quieren seguir realizando desfiles a raíz de los nuevos acontecimientos. "Yo creo que todos en Irlanda del Norte deben detenerse a pensar un poco y analizar muy detenidamente lo que ha venido ocurriendo", dijo.

Desde la noche de la tragedia, la madre de los niños, de 29 años de edad, no ha regresado a Ballymoney y se refugió en la casa de su madre en Rasharkin, a pocos kilómetros de donde ayer fueron enterrados sus hijos. Ni ella ni su compañero, ni tampoco una joven que estaba de visita cuando tiraron las bombas incendiarias, pudieron socorrer a los niños. "Fue una pesadilla", recordó una vecina, atormentada aún por el recuerdo de sus gritos.

 

La OAS de Tony Blair
Por Claudio Uriarte

La monstruosidad de lo ocurrido en la noche del domingo para el lunes en el Ulster, con la muerte de tres niños de familia mixta, por gracia de las bombas incendiarias tiradas contra su casa por una banda de protestantes extremistas, podría dar aliento a la esperanza optimista de que los sacrificios no hayan sido en vano y que Richard, Mark y Janson Quinn hayan pagado con sus vidas el tributo doloroso pero necesario para que los contendientes, alarmados ante la enormidad de lo que se consumó, den marcha atrás y decidan reconciliarse, después de todo.

Pero ése sería el happy ending norteamericano a la tragedia. Y la tragedia del Ulster no se está filmando en Hollywood, sino en Irlanda del Norte, con métodos, estilos y proyecciones que llevan el sello inequívoco de Irlanda del Norte. En este panorama, lo ocurrido el domingo no es exactamente una anomalía, sino más bien la regla. Porque la Orden de Orange, la cofradía protestante que muchos sospechan que está detrás de los asesinatos --y que inequívocamente está al frente de todas las operaciones destinadas a desbaratar los incipientes acuerdos de paz del 10 de abril último--, es hoy para Gran Bretaña, para el Ulster y para el primer ministro británico Tony Blair algo bastante parecido a lo que fue la OAS para Francia, para Argelia y para el general De Gaulle en los 60: una oscura y reaccionaria organización, con vínculos en la inteligencia y en las fuerzas de seguridad, que trata de evitar mediante el terror que lo inevitable se cumpla, y la provincia vuelva a manos católicas.

Esta OAS británica no va a detenerse ante nada, precisamente porque no tiene nada que ganar de los acuerdos de paz, y todo por ganar de sabotearlos. Para la Orden de Orange, Tony Blair es el enemigo principal y número uno, el principal traidor. Sería raro que aún no hayan trazado planes para asesinarlo. Por eso, la respuesta de Blair debería poder integrarse del máximo de legitimidad con el máximo de violencia punitiva, disuasoria y --en fin-- disolutoria. Es una combinación difícil de lograr, ya que su primer ingrediente necesario --la legitimidad-- iba a ser aportado precisamente por las medidas de generación de confianza de un acuerdo que empezara a funcionar. Que fue lo que precisamente la Orden saboteó, con su creación de un foco de conflicto artificial en Portadown. Entonces, la temporada de desfiles es una herida abierta, y el desarme de todas las fuerzas paramilitares de la provincia se constituye en la primera y mejor de todas las operaciones --porque es la que garantiza a todas las demás--.

 

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