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Por Mónica Flores Correa desde Nueva York "Lolita, luz de mi vida, fuego de mi carne. Mi pecado, mi alma". Así comienza la novela de Vladimir Nabokov que fue publicada hace más de cuatro décadas, y que tanta controversia provocó debido a que su tema fue considerado --justamente-- pecaminoso. Y aunque muchos críticos consideran actualmente que el libro Lolita es una meditación sobre el amor con un erotismo prácticamente inexistente y mucho menos pornográfico, los estadounidenses, puritanos al fin, siguen pensando que la historia del profesor Humbert Humbert y su pecado, el enamorarse de la púber Lolita, es carne para el fuego de la censura. O por lo menos, esto es lo que pensaron durante más de un año los estudios de Hollywood, que se negaban a distribuir la película del realizador Adrian Lyne basada en la obra de Nabokov. Por cierto, el argumento ofrecido, si bien cuestionable, no era totalmente arbitrario. Los estudios adujeron que en Estados Unidos ha habido en los últimos años demasiados casos de abusos sexuales a niños como para poner en pantalla la desventura romántica del pedófilo Humbert. Después de mucha lucha, Metro Goldwyn Meyer anunció que Lolita será estrenada el 2 de agosto en los cines de Nueva York y de Los Angeles, y luego nacionalmente en otras veinte ciudades. Tal vez debido a que el año de polémica produjo tanta curiosidad en la opinión pública, se cree que Lolita --que ya cuenta con una versión realizada en 1962 por Stanley Kubrick-- será un éxito de taquilla. Por eso, los distribuidores decidieron dejar sus pruritos morales de lado y gozar de los eventuales dólares que acarreará la curiosidad. Con una audiencia importante casi asegurada, se desactivaron los otros dos argumentos esgrimidos para no distribuir la película: que no tenía un elenco estelar y que comprar los derechos de distribución, tasados en unos 58 millones de dólares, era relativamente caro. "Estoy encantado de que Lolita pueda finalmente verse en Estados Unidos", ironizó Lyne, director de otros ejemplos de cine más o menos erótico --aunque siempre exitoso-- como Atracción fatal, Propuesta indecente, 9 semanas y media, responsable, además de la sorprendente Alucinaciones del pasado y la leve Flashdance. La novela fue adaptada por Stephen Schiff y si bien el elenco no es "estelar" para la media estadounidense (ni Sylvester Stallone ni Arnold Schwarzenegger actúan en el rol del profesor Humbert), el film cuenta con el sólido nombre actoral del inglés Jeremy Irons. También participan Melanie Griffith, que hace de madre de Lolita, y Dominique Swain, que encarna a la ninfa de doce años que le hace perder la cabeza a Humbert y también a Clare Quilty, representado por Frank Langella. La película, hecha con el auspicio de una productora francesa que puso los 62 millones necesarios para la producción, ya había tenido problemas para ser estrenada en Europa --inclusive en Francia--, y cuando finalmente obtuvo la luz verde recibió críticas que no fueron totalmente favorables. Sin otorgarle demasiada relevancia a la posibilidad de ofender sensibilidades, Samuel Goldwyn dijo que lo que suceda comercialmente con Lolita es "una aventura para todos nosotros", y opinó que no creía que hubiese mucha controversia. "Es una buena película, pero quién sabe qué ocurrirá. Yo hice algunas películas con las que hubiese deseado provocar indignación", dijo. Admitió, sin embargo, que después del largo debate los estadounidenses quizá se precipiten a enterarse de las vicisitudes del baboso Humbert. Algo que por su leve perversidad complacería al decadente Nabokov.
EL NUEVO PERFIL DE ANTHONY HOPKINS De ahora en adelante, sir Anthony Hopkins no volverá a hacer papeles de estirados mayordomos de uniforme o psiquiatras caníbales. El actor galés, famoso por haber representado con idéntica solvencia personajes como un ex presidente estadounidense (en Nixon) o un servidor de familias nobles muy chapado a la antigua (en Lo que resta del día) tampoco va a aparecer en el teatro. Ahora, con 61 años, es una estrella de películas de acción, aunque haya tenido que entrar en la sala donde realizó el anuncio apoyado en un bastón, como consecuencia de una lesión en el talón sufrida en su última película. Allí, después de todo, es donde está el dinero, o por lo menos así lo dice él. Su nuevo héroe, afirma muy serio, es Bruce Willis. En el marco de la première estadounidense de La máscara del Zorro, Hopkins dio pruebas ayer de su nuevo ideario: "No puedo planear nada, pero quiero alejarme de esos rígidos mayordomos ingleses", dijo casi en un susurro el actor que fue nominado al Oscar por representar al caballero de los caballeros en Lo que resta del día y ganó uno por encarnar al inquietante Hannibal Lecter en El silencio de los inocentes. "Nada de sudar. No le doy mucha importancia a las cosas. Ese es mi lema ahora... Hago un trabajo y luego sigo adelante. No pierdo ni un segundo de sueño", dijo al grupo de periodistas estadounidenses. Hopkins se decidió a ganar mucho dinero, y por eso trabajó en el film que se estrena este viernes en los cines estadounidenses. Allí salta de parapetos, lucha con bigotudos y obesos soldados pagados por un malvado español y se arroja sobre un caballo con toda la destreza de un Errol Flynn, para luego desmontar diciendo "nos estamos poniendo demasiado viejos para esto". El Zorro de Hopkins es arrestado y encarcelado durante 20 años, sólo para resurgir buscando venganza y enseñando todo lo que sabe sobre los superhéroes a Antonio Banderas, quien lo sucede en el papel del hombre de negro montado en un caballo blanco. Y, por supuesto, eventualmente muere en los brazos de Banderas. Parece que casi todo el mundo ha hecho alguna vez el papel del Zorro en la historia de Hollywood. Douglas Fairbanks Jr. hizo la versión muda, seguido por Tyrone Power, Alain Delon, Frank Langella y George Hamilton. Ha habido 36 películas del Zorro, cinco films en serie y seis series de televisión. Banderas, presente también en la première, dijo que él creció viendo en la TV española la versión de Guy Williams doblada con acento mexicano.
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