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PARTIO EL GUARDIAN IDEOLOGICO
DEL EQUIPO Por Julio Nudler Hasta acá llegó mi amor, dijo Carlos Rodríguez y renunció. Con él se va el guardián ideológico del equipo, el locuaz garante de la pureza ortodoxa. "Es como si Sourrouille se hubiese quedado sin Canitrot", comparó una fuente. Rodríguez acaba de hacer lo que algunos mediterráneos hubieran querido en 1994, cuando Carlos Menem se lanzó a lograr la reelección y Domingo Cavallo dejó que le torciera el brazo más de una vez. Pero nadie podía marcharse si el Mingo no lo autorizaba. Con Roque Fernández, que es de un carácter más apacible, el albedrío individual está garantizado. En un gobierno en el que sobraban los Rodríguez; nadie lamentará demasiado la salida de Carlos. Tal vez ni siquiera la sentirán en Economía, donde no siempre se sabía cuál era su ocupación, más allá de sus verbalizaciones y de ser el interlocutor con el Fondo Monetario. La coherencia de su apego a ese foco irradiador se extendió a su vida personal: su mujer, de la que espera un hijo, es la estadounidense Tracy Mincey, ex funcionaria del Banco Mundial y actualmente secretaria académica en el CEMA. Después de Eugenio Pendás, Rodríguez es la segunda figura de ese instituto que se despide del gobierno. Pero siguen quedando varios, además del propio Roque: Pedro Pou (vocal del Consejo Superior del Centro), Pablo Guidotti, Miguel Kiguel, Carola Pessino y Aquiles Almansi --éste, representante de Economía en el Banco Central--, sin contar un indeterminado número de graduados que proliferan en las celdillas de la conducción económica. Para alguien como Rodríguez, de angosta vocación política y sin compromisos directos con el establishment, permanecer hoy en el gobierno se volvía cada vez más costoso frente a sus pares académicos por los sapos que debía tragar a cada momento --él y todo el equipo económico-- en relación con las reformas tributaria y laboral. Si en su momento justificaba su ingreso en el poder argumentando que de la economía debía ocuparse "gente seria", ahora lo saturó la realidad. El debería ser quien pusiera la cara ante el Fondo para confesar, cualquier día de éstos, que no se cumplieron las metas, y mentir que se cumplirían después. Era demasiado. La pregunta que ahora importa es si el mutis de Pendás y Rodríguez preludia la dimisión de todo el equipo. Lo que conduce a otra cuestión: ¿Roque se puede ir? Si se aplica el modelo de la partida de Cavallo, la deserción expondría a Fernández a la eventual saña de los jueces digitados por el Ejecutivo, exhumando los manipulables casos de varios bancos (BID, Extrader, Austral), en los tiempos en que Roque presidía el Central. Pero, además: ¿qué figura potable para los grandes grupos y las multinacionales --de Broda a Calvo, de Alemann a Artana-- aceptaría hoy hacerse cargo de Economía? Todo indica que Fernández y su elenco van a quedarse donde están, a menos que sobrevenga un vuelco en los mercados, con un ataque especulativo contra el peso y/o el sistema bancario, por una combinación de razones exógenas e internas. El forcejeo por la reforma impositiva muestra que el juego de intereses en pugna no es tan simple. Los lobbies empresarios se arrojaron sobre los pretendidos cambios en el IVA y en Internos, atacando la iniciativa de un equipo al que se supone tan sumiso frente a los deseos del capital. Según un filoso economista independiente, "los del CEMA creían que los mercados perfectos (absolutamente competitivos) y el establishment eran la misma cosa, pero estaban algo equivocados". Es decir: entraron en el gobierno pensando que iban a trabajar para los mercados perfectos, hasta que el establishment los despertó de un porrazo, y el poder político les cerraba la salida. Tras esta desilusión, algunos renuncian, mientras el resto bebe sus años y se entrega.
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