Un verano muy verde y constantemente lluvioso. Descanso y mirada hacia atrás. En una casa de campo a orillas del Saar, en medio del idilio de los viñedos y de aldeas, nace el deseo de la historia, el recorrer y preguntar. Allí, en Staadt, unos cuantos kilómetros más allá de Trier, o Tréveris, como aparece en los mapas latinos, hay unas imponentes rocas que dominan el río y el paisaje. Allí, justo allí está el cementerio de los soldados caídos en las últimas semanas de la guerra, en 1945. Los restos del ejército del mariscal de campo Gert von Rundstedt, después de ser derrotados en la ofensiva de las Ardenas, la última tentativa de Hitler para detener el avance de norteamericanos e ingleses. Fue la última reserva. Apenas un ejército de adolescentes. Murieron como moscas. Están allí, enterrados. Nombres, cargo y edad. Por supuesto, la cruz de Cristo sirve para todo, también para enterrar esa ignominia. Enviar a la guerra a los recién nacidos a la vida, a matar. Justo debajo de la cruz, en una tumba masiva, están los más destrozados, los anónimos, los despanzurrados por los cañones y las bombas. Una ofrenda a la crueldad. Pero antes de subir a ver ese testimonio del desmayo de toda racionalidad, me había comprado el diario en el pueblo para leerlo al aire libre si la lluvia me permitía. Y es aquí donde el lector que por lo general sospecha de las casualidades creerá que mi imaginación ya supera todo lo permitido por el sentido común. Ante unos pálidos rayos de sol asomados entre nubes me siento y abro el diario, sí, ahí, en ese cementerio de soldados. Y qué veo y qué leo: "Las próximas elecciones son una verdadera Navidad para las empresas fabricantes de armas". Ilustrada con una foto donde el ministro de Defensa alemán Volker Rühe aparece sonriente junto al primero de los 185 obuses blindados que comprará el ejército alemán a la empresa Wegmann. (Sí, la información está en el diario Frankfurter Rundschau, Nº 151/98, página 7.) Pero eso no es nada, luego la información trae una larguísima, repito, larguísima lista, del nuevo armamento que se fabrica en Alemania con destino no sólo al ejército sino también a la venta. Mi tentación es publicar nada más que toda la lista, para poder certificar una de las pruebas más claras de la historia de la imbecilidad humana. Vayamos a unos pocos rubros: "Después de resuelta la aprobación del avión de caza `Eurofighter' que costará más de mil millones de dólares (repito: más de mil millones de dólares) se encuentra bien arriba en la lista política del armamentismo el transporte blindado GTK, cuya realización de proyecto costará cuatro mil millones de dólares (repito: cuatro mil millones de dólares). La fábrica Henschel construirá un tanque ligero (KRK) para el cual ya se aprobaron 110 millones de dólares. Un nuevo helicóptero para el ejército costará 3000 millones de dólares. Se trata de un helicóptero --se fabricarán 80-- de distintas capacidades para transporte y reconocimiento; otros 110 millones de dólares para desarrollar el cohete `Euraan', el arma del aviador de guerra cuyo costo total será de un mil millón de dólares (repito: un mil millón de dólares). Para el armamento de precisión Taurus de los aviones Tornado, se han proyectado 300 millones de dólares, 160 millones para los cohetes antiaéreos del ejército. El centro de ejercicio de combate en Magdeburg costará 300 millones de dólares. El sistema de cohetes de defensa Patriot (repito Patriot) recibe una inversión de 110 millones de dólares". ¿Seguimos? La lista da para mucho más, faltan todavía los datos para la marina y parte de la aeronáutica. Pero basta, con lo transcripto es suficiente. (El lector se habrá dado cuenta de que las repeticiones son del autor de esta nota, para detenernos un poco en las cifras. Para imaginarnos las escuelas que podrían ser construidas para las próximas generaciones, las fiestas populares que podrían hacerse, el pago a músicos y poetas para que nos hagan soñar, los paisajes florecientes de trigo para alimentar a los millones que se mueren de hambre. No, los "humanos" fabricamos armas.) Como decíamos, junto al obús blindado sonríe el ministro de la democracia cristiana alemana Volker Rühe. Demócrata y cristiano. Otra vez el nombre de Cristo: tanto en el cementerio de los soldaditos sin nombre como en la compra de armas. ¿Cinismo? ¿Corrupción? ¿Crueldad? ¿Imbecilidad? Imbecilidad. Pero eso no es todo. El lector con Internet puede corroborar esto: en la misma página aparecen dos informaciones más pequeñas. Una de ellas es la venta de tanques alemanes a Irán, contra el cual hay embargo. Pero se los vendieron igual. Ahora la justicia alemana condenó al exportador a 190.000 dólares de caución para salir en libertad. Negocio redondo: el exportador ganó 20 millones de dólares y sale en libertad por 190.000. Si los pacifistas protestan y tiran una piedra sentirán en sus costillas el rigor de lo que se llama la defensa de la democracia. Somos todos cínicos, corruptos, crueles. ¿O nada más que imbéciles? Imbéciles. En la otra noticia de la misma página se informa de una condena a once meses de prisión condicional (repito once meses de prisión condicional, es decir, que está en libertad) a un funcionario del Ministerio del Interior que cobró un millón de coima por adjudicar a una firma armamentista la compra de botes patrulla para la gendarmería. Pareciera que ya nos estuviéramos aproximando a la Argentina, con los negociados de armas a Ecuador y a Croacia que, para cubrirlos, militares y funcionarios de Defensa habrían sido los autores de la criminal explosión de Río Tercero. La foto del ex ministro de la dictadura y de Menem, Camilión, en la que hace un ridículo gesto de inocencia, acaba de recorrer el mundo. Los obreros anarquistas de principios de siglo ofrecían parte de su sueldo a los que trabajaban en las fábricas de armamentos para que dejaran esa tarea perversa (Se me ocurre: ¿los dirigentes sindicales à la Cavalieri o Barrionuevo, no tendrán acciones en las fábricas de producción bélica, por aquello de que "la plata no se gana trabajando"?). Vuelvo a la aldea de Staadt, ahí compro un diario berlinés. Hay una pequeña noticia que me está esperando: en Berlín, por iniciativa de los vecinos se cambió el nombre de la calle Mariscal von Mackensen por el de la poetisa Else Lasker-Schüler. Mackensen fue un militar que peleó en la guerra de 1870 y en la de 1914. Llevaba un ridículo gorro de piel con una calavera. En la década del veinte apoyó a Hitler. Else Lasker-Schüler regó con su poesía el paisaje alemán y debió exiliarse perseguida por Hitler. Tengo ganas de viajar a Berlín y abrazar a todos los vecinos que tuvieron esa iniciativa. Pero no, prefiero comprar un libro de Else Lasker-Schüler, volver al cementerio de soldados y allí llenar la soledad con una poesía de ella. Los jóvenes muertos la tomarían como una caricia en sus cuerpos destrozados por la imbecilidad de todos. |