Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


GENTE QUE PONE CAMARAS EN SUS CASAS PARA EXHIBIRSE DIA Y NOCHE A TRAVES DE INTERNET

MIRAME

Exponer la intimidad está de moda. Como los chicos que quieren debutar sexualmente en Internet, centenares de personas han instalado cámaras en sus casas que transmiten sus vidas a la red. Y hay millones dispuestos a mirarlos.

na20fo01.jpg (8209 bytes)

Hay más de quinientas páginas donde hombres y  mujeres exhiben su vida cotidiana.

Por Andrea Ferrari

t.gif (67 bytes)  Dos adolescentes anunciaron que van a perder su virginidad en Internet el próximo 4 de agosto. Antes, una norteamericana dio a luz en la red. Son los más audaces, pero no los únicos que regalan sus momentos íntimos a la voracidad de los ojos del mundo. Mucho antes estuvo Jenni: de ella fue la idea de poner tres cámaras en su casa que actualizan su imagen cada medio minuto y la transmiten a Internet. Quería mostrar "la vida real" y lo suyo fue un boom. Más de un millón de personas entran cada semana a su página. La idea de ser objeto de tanta mirada fascinó: ahora hay centenares de sitios en Internet donde se muestra gente. Hombres, mujeres, parejas, familias enteras se ponen frente a las cámaras. Como contrapartida a esta irrupción de exhibicionistas virtuales hay una enorme audiencia dispuesta a devorar imágenes donde, curiosamente, casi nunca pasa nada.

Como pionera, Jenni se convirtió en diosa entre los mirones. Su página se fue sofisticando ana20fo02.jpg (7076 bytes) medida que crecía vertiginosamente el número de visitantes. Entonces empezó a cobrar: 15 dólares anuales, según dice, para sostener el aspecto técnico. Quien no paga sólo accede a los títulos generales y al apartado de preguntas y respuestas, pero no a las cámaras. Que en realidad no muestran nada particularmente fascinante, a menos que a uno le encante ver a una persona trabajar frente a la computadora, sacarse una lagaña, recibir invitados o dormir. Pero ahora la chica se hizo increíblemente famosa, da entrevistas en televisión y tiene hasta fans que coleccionan sus mejores imágenes.

Los amateurs, en cambio, no suelen cobrar. En una rápida recorrida se puede dar con Anana20fo03.jpg (7605 bytes) Voog, "cantante y artista", que cuenta que su corpiño es talle 32D y sostiene que "la privacidad es un estado de ánimo". O Bob y Karen, un matrimonio que puso una cámara en su living y aparecen apaciblemente sentados en un sillón. Bill, el hermano de Bob, promete escenas desde su dormitorio. Está Stef, una compositora que cada tanto regala a su audiencia el baile de la toalla. Y un tal Chip que además de su cara muestra un intrascendente diario íntimo. Así sigue en centenares y perfectamente aburridas páginas entre las que pueden aparecer cosas como Zippicam, un sitio donde cada 55 segundos se actualiza la imagen de un gato. Sí, un gato de verdad con cuatro patas y bigote, al que se le pueden enviar e-mails.

na20fo08.jpg (9617 bytes)
La página de Eric Ciprian, con seis cámaras que lo controlan.

Quiere agregar otra para mostrar su vida al aire libre.

 

Los fans virtuales

--¿Alguna vez dejás caer la toalla?

-- He estado cerca, aunque nunca a propósito.

(Stef en http://stefcam.com)

¿Por qué a tanta gente le interesa ver a Stef? Más raro aún, ¿por qué alguien querría ver a travésna20fo04.jpg (6304 bytes) de las seis cámaras que le siguen los pasos a un tal Eric Ciprian no sólo en su casa sino también en su oficina? ¿A quién le interesa lo que hace un ingeniero electrónico a cada instante? La respuesta es que a miles y miles de personas. Tanta curiosidad virtual no pasa por descubrir alguna imagen de sexo o desnudos. La mayoría de los sitios no lo tienen y varios lo aclaran de antemano. "Como mucho podrán verme en calzoncillos --dice con gran sentido de la autocrítica un insulso James--. No es que tenga problemas con sacarme la ropa, es simplemente que no imagino por qué alguien podría querer verme desnudo."

No, el nudo del asunto no pasa por el sexo, y sin embargo para un fan de Jenni pescarla cuandona20fo06.jpg (6068 bytes) se desviste es un premio inigualable. Porque la cuestión ya no es la audacia de sus actos (existen infinidad de sitios de Internet en donde encontrar más fácilmente sexo explícito) sino ella misma. Jenni ya no es aquella chica de 22 años común y corriente, pelirroja y algo gordita, que un día tuvo la idea de poner cámaras en su casa. Jenni es la estrella. Como está camino de serlo Eric: cuenta que a su página entran unas 6000 personas por día y que hay unos 200 estables, que la visitan cotidianamente.

Tal vez porque están acostumbrados a devorar personajes de pantalla, los voyeurs virtuales consumen con avidez el moroso transcurrir de vidas cotidianas e irrelevantes. Les preguntan vía e-mail por los más increíbles detalles de sus vidas, como si se tratara de estrellas de Hollywood. Ellos se entregan a su público con naturalidad. "No se preocupen, es temporario --escribe Jenni en respuesta a una angustiada pregunta sobre su color de pelo--. En un ataque de aburrimiento compré y me apliqué un 'negro natural'. Así que se me puso de un marrón medio oscuro, pero en unos 6 u 8 champúes estará rojo de nuevo". Y en alguna parte del mundo alguien respira aliviado.

na20fo07.jpg (10916 bytes) Ropa: "Como mucho podrán verme en calzoncilos. No es que tenga problemas con sacarme la ropa, ess que no imagino por qué alguien podría querer verme.

 

Por favor, espíenme

 

--¿Censurás la cámara?

--No. No sé cuándo la cámara va a sacar la foto, de modo que no tengo tiempo de prepararme. De cualquier manera, nunca siento la necesidad de ocultar nada que esté sucediendo.

(Jenni en http: //www.jennicam.org)

Lo que hace particulares a los exhibicionistas virtuales es la decisión de perder en forma tan absoluta su intimidad. A contrapelo de una época en que el derecho a la privacidad viene siendo devorado --cámaras ocultas, teléfonos intervenidos, información captada electrónicamente-- ellos la regalan. Ruegan: espíenme, métanse en mi vida.

La mayoría se somete a un escrutinio constante, del que sólo se salva el baño, sin duda en un rasgo de buen gusto. Jenni tiene siempre encendidas las cámaras: sólo si algún invitado se siente verdaderamente molesto accede a apagarlas. Eric, que lleva gastados doscientos mil dólares en la cuestión técnica, planea incorporar una cámara que lo tome cuando está en pileta o hace gimnasia al aire libre.

¿Actúan sus vidas? Ellos dicen que no, que están tan acostumbrados a las cámaras que olvidan su presencia. "Que la gente pueda verme no me afecta; sigo estando sola en mi habitación", presume Jenni. Ana es más sincera cuando describe lo obvio: que las miradas de los otros son las que le dan existencia. "Tengo un montón de cosas divertidas para compartir y como soy una entretenedora por naturaleza me pareció muy cool hacerlo en la red. Fue una idea intensa y me gusta lo intenso, me gusta empujar los límites de lo que la gente piensa que una mujer es". Y su discurso va creciendo al ritmo de su actuación frente a los millones de ojos anónimos que ella intuye en alguna parte del mundo. "Por eso hago esto para decir: ésta es mi vida, soy una persona de verdad y aquí estoy en toda mi gloria mundana y espectacular. Adelante, vení y mirá, sacá toda la porquería que haya. ¿¿¿Querés Ana??? ¡¡¡¡Tenés Ana!!!!".

Y Ana empieza a disfrutar de aquellos famosos quince minutos de fama que a cada uno le tocan. Los mismos quince minutos a los que aspiran Stef, o James, aunque sólo sean cinco, aunque haya que vivir para una cámara y alguna vez soltar la toalla.

 


Exhibirse no es muy caro


t.gif (862 bytes) Mostrarse al mundo es fácil. Todo lo que se requiere es una computadora con un modem relativamente rápido, una cámara y un proveedor de Internet. Las cámaras --en muy diversas versiones-- son bastante accesibles: a partir de los 200 dólares se puede obtener una.

Claro que cuando el sitio tiene un tráfico muy intenso se requiere un sostén tecnológico diferente: caso contrario, la página corre el riesgo de colapsar, como le sucedió a la parejita que pretende debutar en la red.

Lo que el usuario que entra a una de estas páginas ve es una imagen fija, que se actualiza cada medio minuto o más, a medida que la cámara va tomando fotos. Además, suele haber todo tipo de información sobre el protagonista del sitio: desde sus gustos personales, a un currículum profesional, una galería de fotos o intentos de poesía.

Exceptuando a la famosa Jenni, la mayoría de los que cobra el ingreso son directamente sitios porno bien organizados. Pero nadie desecha recolectar de alguna manera recursos: Ana vende remeras con su imagen, Stef toallones. También se ofrecen fotos autografiadas, CD y pinturas.

La explosión de cámaras tuvo lugar sobre todo en los últimos seis meses: actualmente hay más de quinientas páginas de gente que se muestra. Existen sitios que presentan listas (el más completo está en www.homecams.com) y clasifican a los que se exhiben en categorías: familias, hombres, mujeres, bebés, animales, etc.

 



PSICOANALISTAS, SOCIÓLOGOS Y CINEASTAS OPINAN SOBRE EL FENÓMENO

"Un modo de mitigar el tedio infinito"


t.gif (862 bytes) ¿Qué fin lleva a una pareja a mostrar su "primera vez" desde una página de Internet? ¿Qué ocurre con las viejas fronteras entre lo privado y lo público? ¿Qué tipo de necesidades y relaciones empiezan a generarse entre millones de usuarios devenidos en consumidores de imágenes? Sociólogos, psicoanalistas, escritores y cineastas responden.

 

Martín Igolnikov (sociólogo): "Internet es, en algún sentido, un gran campo libidinal. Un juego donde algunos gustan de espiar y otros de ser espiados. Si bien esta experiencia no es nueva, se inscribe en una época caracterizada por una fobia radical al contacto con los otros; lo que permite Internet es la seguridad hogareño-burguesa en oposición a la "inseguridad" urbano-bárbara. Que aparezcan chicos que quieren mostrar su debut sexual, masturbadores, o gente que simplemente muestra su vida privada, es un modo seguro y aséptico de mitigar el tedio infinito y la palidez de nuestra época. Por otro lado, el hecho de que los protagonistas de estas experiencias terminen cobrando por sus acciones, y transformando su aventura personal en servicio, es un ejemplo más de las posibilidades invasivas del mercado. El capitalismo se vale esencialmente de la venta del cuerpo y de sus potencialidades. De modo que la mercantilización de este nuevo tipo de voyeurismo es absolutamente homologable a cualquier otro tipo de trabajo. La privacidad puede ser vendida cuando ya no queda nada por vender".

 

Alejandro Kaufman (docente universitario): "No vende quien dice que vende, ni publicita quien dice que publicita. Tampoco consume quien cree que consume. Hay 'libertad de expresión' y otras muchas 'libertades'. La opresión ya no consiste en prohibir. Es como si una voz nos dijera ¿querían libertad?, y nos ahogara con ella. Lo que se supone libre resulta obligatorio. ¿Lo obligatorio de la 'libertad'? El mercado generalizado nos obliga a escuchar toda clase de mensajes pretenciosos de diversas pulsiones desinteresadas. Para discriminar entre gratuidad e interés deberíamos recorrer esos espacios para establecer la distinción. Pero eso era lo que querían de nosotros: el consumo de imágenes. El problema sería ¿cuántos de esos sitios que "revolucionan" la subjetividad son otra cosa que operaciones comerciales que explotan la natural curiosidad morbosa de la gente? Desoír esa pregunta implica entregarse de lleno a los brazos del consumo. Planteársela consecuentemente, también, porque obliga a mirar. La lucha no es por la libertad ni por la ley, sino por la gratuidad contra la prostitución".

 

Sergio Rodríguez (psicoanalista, director de Psyche): "La televisión y la Internet son dos medios que de por sí generan la posibilidad de que la gente de algún modo se haga ver. Verse es la necesidad, al mismo tiempo, de poder ubicarse entre la gente y también de poder distinguirse sin perderse entre el mar de la gente. Ahí surge el deseo de hacerse ver. Internet pone a disposición la posibilidad de armar una escena global donde las personas se hagan ver en la ilusión de ellos por el mundo, salgan del anonimato. Toda esa Babel, ese mercado persa de espíritus humanos que es lo habitual de nuestro planeta, a través de Internet encuentra un nuevo medio para exponerse en esto que han llamado aldea global. Muchos imaginaron que la informática sería la maquinización de la gente. La experiencia demuestra que en esa gran maquinaria que es Internet, de un modo diferente se desatan igual las pasiones humanas. Es un fenómeno del cual sabemos muy poco, por lo que sólo nos queda zambullirnos para conocerlo. Después se verá qué se puede hacer y qué no". Teodoro Lecman (escritor y psicoanalista): "La red de redes te hace galletita, como en una película para televisión donde, en una sociedad 'futura', el alimento principal eran galletitas hechas a partir de los cadáveres de los muertos, sin que la gente lo supiese. Es así cuando alguien exhibe su cuerpo en un acto sexual o violento, o en la simple mostración de su vida cotidiana, a través de Internet, y lo miran miles de personas. Es la cultura del espectáculo la que se asesta un golpe de goce, maquinístico y maquinal, en cada uno de los cuerpos que, junto al mouse y al teclado, fulguran en los miles de puntos fosforescentes de las pantallas terminales, regodeando su ojo y creyendo que "mojan el bizcocho". Este afán de publicidad no dista mucho de aquel, clásico, del criminal o el cholulo que quieren salir en los diarios. Pero ahora, en la galaxia Internet, toma la forma de un gran panóptico como el que proponía Bentham para vigilar a los presos. El ojo del Big Brother del norte te vigila, y lo más curioso es que te das a ver, creyendo que estás en la onda. Pero aquel que todavía busque construir el camino para realizar sus deseos en el lazo con los otros, puede incurrir en cualquier web y extraer de allí su bien, sin quedar convertido en galletita, si tiene su buen protector de pantalla".

 

Raúl Tosso (cineasta): "Como la mayoría de los temas, todo depende del cristal con que se lo mire. Si nos remontamos al cine antropológico, Jorge Prelorán iba al campo, se metía entre la gente, registraba su actividad. Si comparamos ese cine antropológico de Prelorán con esta mujer que prendió una cámara en su casa todo el tiempo para que miren por Internet lo que sucede dentro de su hogar, entonces al tener la posibilidad de ver cómo vive podríamos rotular el hecho como el nuevo cine antropológico. En cambio, el caso de los dos chicos que deciden perder su virginidad frente a la cámara es más complejo. ¿Con qué fin lo hacen? ¿Qué apoyatura psicológica tienen? ¿Cómo se están preparando? Particularmente, no considero este hecho como artístico, no creo que pueda servir como tal. Cualquier cosa que quiera mostrarse para comunicar algo necesita de una elaboración muy importante previa. Tal vez sirva para mostrar en un futuro cómo vivía en 1998 una persona común, pero lo bueno es que cada uno tiene ahora la posibilidad de elegir si quiere o no ver determinada historia".



PRINCIPAL