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Lula se hizo verde pero sigue habiendo luz roja

Por Pablo Rodriguez

t.gif (67 bytes)  Faltan tres meses para los comicios presidenciales en Brasil y un extranjero, versado en los avatares de la política local, llega a Río de Janeiro. Escucha más el nombre de Ronaldo o de Zagallo que el del presidente Fernando Henrique Cardoso o el del candidato izquierdista, Luiz Inacio "Lula" Da Silva. No es nada extraño que eso ocurra, piensa este hombre que también conoce algo de la idiosincrasia brasileña; pero le extraña que, con Lula otra vez en el primer plano, no haya discusiones sobre el papel del Estado, sobre la reforma agraria reclamada por los sin Tierra, sobre el modelo neoliberal, y que ni siquiera aparezca la mitad de la ciudad empapelada de rojo. Es que Lula ya no es tan "izquierdista": quiere conjurar los fantasmas de "comunista" que se tejen a su alrededor. Por ahora, la estrategia no es demasiado eficaz, porque Cardoso le lleva 12 puntos de ventaja y más aún en los sectores más pobres.

"Queremos realizar una campaña positiva. Presentaremos nuestras propuestas en forma alegre y bienhumorada, porque el nivel de autoestima de los brasileños anda bajo", dijo anteayer Oseas Duarte, coordinador de comunicación de la coalición Unión del Pueblo Cambia a Brasil, en la presentación de la campaña que lanzará Lula para las elecciones de octubre próximo. Las agencias publicitarias Toni Cotrim, Altamidia y Casa de Cinema consideraron que la derrota de la selección contra Francia ha hecho descender de tal manera "la autoestima" que no puede ser ignorada.

A partir de ahora, los afiches mostrarán a un Lula sonriente y, a su lado, rostros de adultos y niños pidiendo "empleo" y "futuro"; pero sin perder una expresión optimista. Los micros radiales y televisivos tendrán un formato periodístico, con reportajes e imágenes que expondrán la realidad social del país, pero con un lenguaje fácil y no demasiado directo. El cambio también alcanza a la publicidad gráfica: el verde y amarillo de la bandera de Brasil reemplazará al rojo tradicional del Partido de los Trabajadores (PT), que sólo se conservará para el número de la lista. El nombre de Lula figurará en verde, con la letra "a" en amarillo, y su cara será estilizada y pintada de azul. Los colores nacionales ya son utilizados por la coalición que apoya a Cardoso, pero

éstos "son un patrimonio del pueblo brasileño y no del candidato a la reelección", justificó el asesor de marketing de Lula, José Américo. Pero Duarte admitió que se trata de una forma de "suavizar" la imagen de "radical" que tiene Lula en gran parte del electorado brasileño.

El propio Lula, cuando lanzó oficialmente su candidatura, reemplazó su vestimenta tradicional de camisas o poleras por un traje cruzado oscuro; hasta en los mínimos detalles, su intención es aparecer como una alternativa prolija del modelo neoliberal y jamás como su oposición furibunda. Sus asesores vienen elogiando al premier británico Tony Blair y él declaró que le gustaría implementar contra el desempleo la política que aplicó el presidente norteamericano Bill Clinton. En los asuntos estrictamente nacionales, dedica todos sus esfuerzos a aclarar que no pondrá en discusión las privatizaciones ya hechas, para lo cual debe pelearse contra la incontinencia verbal de Leonel Brizola, su compañero de fórmula y el otro líder histórico de la izquierda local. Brizola amenazó con renacionalizaciones de empresas privatizadas y con anular, en particular, la venta del Valle del Río Dulce, una de las mayores empresas mineras del mundo. A Lula le molestan estos "exabruptos", pero algunos miembros del PT reconocen, por lo bajo, que de esta manera los sectores duros del partido permanecerán en la coalición sin que el salpicado sea directamente el candidato a presidente.

De cualquier manera, la idea de robarle las banderas al enemigo no está dando muchos frutos. Si antes del Mundial Lula había sorprendido a todos alcanzando al entonces invencible Cardoso en las encuestas, el Instituto Datafolha de San Pablo publicó hace una semana que la diferencia había vuelto a crecer hasta un 12 por ciento. Y si buena parte de las sensaciones en Brasil se manejaron de acuerdo a lo que pasaba en Francia, entonces Cardoso era igual a la selección que había superado la primera ronda: no hacía grandes cosas pero lo ya realizado --el Plan Real, la estabilización económica-- le bastaba para sostener la chapa de candidato.

"Cardoso debe ser menos presidente y más candidato", decía por entonces Antonio Carlos Magalhaes, uno de sus jefes de campaña. Y así fue; ahora Cardoso inaugura obras, promete aumentos de los salarios básicos y habla en un lenguaje menos técnico. Lula, entretanto, es como la selección que perdió la final ante Francia; queriendo jugar con el argumento de los otros --el contraataque, el ceder el balón al rival-- se fue desdibujando hasta caer casi estrepitosamente. No obstante, es muy probable que Lula logre forzar una segunda vuelta electoral. Esa es su esperanza.

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