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El día en que murió Ronaldo

Fue hace exactamente una semana, el 12 de julio, el día de la final de la Copa del Mundo. Esta es la verdadera historia de por qué el astro brasileño jugó disminuido y Brasil perdió el título.

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Ronaldo se toma la cabeza tras la enorme oportunidad perdida. Francia ya es campeón del mundo y Davor Suker el goleador de la Copa.

Por Pablo Vignone

t.gif (67 bytes)  ¡Se muere! ¡Ronaldo se muere!

El grito de Roberto Carlos, el lateral izquierdo titular en el seleccionado brasileño de fútbol, atrajo a sus compañeros Edmundo y César Sampaio, que ocupaban la habitación vecina. El jugador del Real Madrid se desesperaba viendo cómo su compañero del cuarto 202 del hotel Chateau la Grande Romaine se retorcía en su cama con los ojos en blanco. Ambos creyeron que estaba muerto. Eran las dos de la tarde del domingo 12 de julio, hace una semana. Hacía una hora que los futbolistas habían terminado de almorzar, faltaban nueve para el acontecimiento trascendental por el cual Ronaldo, sus compañeros y 160 millones de brasileños vivían pendientes desde hacía 32 días: la final de la Copa del Mundo.

La desesperación de Roberto Carlos no paralizó a Sampaio. El mediocampista se había percatado de algo trascendental: la lengua de la estrella se había enrollado hacia atrás. Ronaldo se estaba ahogando, con los síntomas propios de quien sufre un ataque de epilepsia. Mientras Edmundo calmaba al defensor, Sampaio introducía dos dedos de su mano derecha en la boca del astro mundial, y sacaba su lengua a flote. El trance había durado 30 segundos, pero había bastado: si Ronaldo había sobrevivido, la selección de Brasil estaba muerta.

Mario Lobo Zagallo tiene 66 años, 45 más que su joven jugador. A las 14 estaba recostado en una de las camas de su habitación, en otro piso del hotel. Adormilado, miraba videos de la selección francesa, y era ajeno a lo que estaba sucediendo con el crack. Escuchó unos gritos --eran los de Roberto Carlos y más tarde los de Edmundo-- pero pensó que eran hinchas en la puerta del hotel. Recién se enteraría tres horas más tarde, cuatro horas antes de comenzar el partido.

Edmundo fue a buscar a los médicos de la selección, Joaquim da Matta y Lidio Toledo. Ellos atendieron al jugador, lo calmaron y lo sedaron. Tenían experiencia en el tema: durante varios días le habían venido suministrando al jugador, que padecía una lesión en un tobillo, el antiinflamatorio Diclofenaco. Tuvieron también mucho cuidado: el calmante no podía contener sustancias prohibidas que luego aparecieran en un posible control antidoping. "El médico me dijo que estaba bajo stress emocional --recordó Ronaldo el viernes, cinco días después del episodio-- y por eso me dio algunos sedantes."

El tiempo se consumía rápidamente. El resto del plantel estaba descansando, así que no se enteraría hasta más tarde. Había que avisarle a Zagallo, pero Da Matta se negó: cinco días antes había visto al Lobo tremendamente excitado durante la definición por penales contra Holanda --terminó sumido en un ataque de llanto-- y recordaba perfectamente cómo el rostro del veterano entrenador se enrojecía y las venas de su cuello se hinchaban, ataque de llanto. No, dijo Da Matta, evitemos otra preocupación. Y prefirieron revelarle el episodio a Zico, el coordinador técnico de la selección. Ya eran las 15.

Recién dos horas después, cuando Zagallo bajó al restaurante del hotel a merendar, y Zico lo vio de buen humor, le explicó qué pasaba.

--¿Cómo estás? --le preguntó el entrenador a Ronaldo cuando lo llevaron a verlo.

--Bien --le dijo el jugador--. No sé qué pasó ... Pero me duele todo el cuerpo, la espalda, las piernas ...

Zagallo y Zico se reunieron con los médicos. ¿Puede jugar? preguntaron. Eran las 17.30. A la charla se sumó Ricardo Teixeira, el presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, con un mandato claro: hacer lo imposible para que el delantero formara parte del equipo titular. Diez minutos más tarde resolvieron enviarlo a la Clínique Des Lilas a realizarle un chequeo. "Lo mejor sería que jugara Edmundo" le anunciaba Zagallo a Zico.

Los jugadores iban bajando de las habitaciones y conocían la novedad. Inmediatamente se formaron dos bandos: uno más favorable a que jugara, el otro más temeroso. No era una materia liviana la que estaban discutiendo, sino la suerte de la Copa del Mundo. El capitán Dunga se manifestó por la exclusión; Leonardo defendió al joven atacante, su mejor amigo dentro del seleccionado. Cuando Bebeto dijo que prefería que jugara Edmundo, el bando contrario lo acusó: "Vos le tenés envidia a Ronaldo".

Partieron en micro hacia el Stade de France, mientras Ronaldo era sometido a una revisión. Las negociaciones eran febriles. La FIFA apuraba la confirmación del equipo, Zagallo no tenía respuesta: el mejor jugador del mundo no podía quedar afuera de la final. Pero tenían que darle tiempo. A los periodistas acreditados se les comunicó que Ronaldo no sería titular. Las razones eran suplantadas por las especulaciones, porque no había una explicación oficial del repentino cambio.

Ronaldo llegó al vestuario una hora antes del partido. "Me reuní con Toledo --contó Zagallo-- y me mostró los exámenes. Para él no indicaban nada anormal. Le pregunté si estaba todo bien."

--Sí --dijo Ronaldo--. Quiero jugar.

Eran las 20.50 en París, faltaban 50 minutos para empezar el partido. Zagallo se decidió a cambiar la planilla oficial.

"Ronaldo estaba somnoliento, incluso mareado --relató Zico-- no tenía la más mínima condición física para jugar. Zagallo no tiene la culpa: él es un tipo íntegro, honesto y correcto. Quien podría haberlo vetado era el departamento médico. Toledo y Da Matta." Pero ellos son empleados de la CBF, conducida por Teixeira. Y el máximo dirigente, yerno de Joao Havelange, era insistentemente favorable a la inclusión de Ronaldo.

"Sí, fue una decisión arriesgada --admite hoy Da Matta--. La medicina no es matemática. En la vida siempre existe el riesgo y es difícil tomar una decisión poco antes de la final del Mundo. Nosotros nos basamos en las informaciones de los médicos franceses a cargo de la clínica" se defiende el médico de la CBF.

"Cuando lo vi en el vestuario --explicó más tarde Leonardo-- y dijo que quería estar en el equipo, lo defendí. Ahora creo que no debió haber jugado."

Se sabe ya el final. Ronaldo jugó, y jugó mal, o casi ni jugó. Por la tarde, sus compañeros lo habían visto morir; por la noche, murió su sueño de ser la figura del Mundial, el goleador, definitivamente el mejor futbolista del planeta. Brasil cayó 3-0 y perdió la Copa que ya creía propia. "En Brasil -dice Ronaldo, dos veces muerto y ahora resucitado- alguien tiene que ser responsabilizado de la derrota. Me tocó a mí".

 



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