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El distrito porno de Nueva York se pone la ropa para Giuliani

Ayer entró en vigencia una ley que condiciona la existencia de negocios dedicados al sexo en Nueva York. Las vidrieras se disfrazaron mientras las bailarinas se ponían corpiño.

El alcalde Rudolph Giuliani está decidido a moralizar el barrio rojo.
Las chicas que se desnudan son las más descontentas: dicen que con ropa hay menos propinas.

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Por Mónica Flores Correa  desde Nueva York

t.gif (67 bytes) Pantaloncitos breves que ocultan modestamente las nalgas, corpiños de lentejuelas que visten pechos que antes mostraban topless, videos de Laurel y Hardy en las vidrieras para disimular el material "caliente" que se encuentra al fondo de los negocios. Estas son apenas algunas de las tretas imaginadas por los dueños de los sexshops de Time Square, para salvar su lucrativo comercio en el "distrito rojo" de Nueva York, que el alcalde Rudolph Giuliani está empeñado en purificar. Con los inspectores ya listos para empezar a cerrar locales de strip tease, los propietarios de estos comercios esperaban al cierre de esta edición la decisión de un tribunal de apelaciones por la cual podría suspenderse por un mes la razzia municipal, tiempo que usarían para llevar su caso ante la Corte Suprema. Mientras tanto, en los negocios de las avenidas 42 y Broadway y las calles aledañas, todo el mundo se queja. Las chicas que se desnudan, especialmente. Ahora que andan con bikinis completas, han pasado a ganar de 300 dólares en propinas, en un buen día, a apenas unos sesenta.

La nueva ley zonal aprobada por Giuliani establece que no puede haber "establecimientos adultos", definidos como "aquellos que dedican una porción sustancial de su negocio al sexo", en áreas que estén a menos de 150 metros de colegios, iglesias y guarderías. Funcionarios de la alcaldía estiman que 146 de los 164 negocios "adultos" de la ciudad violan esta ley. Respecto de Time Square, los locales "carnales" han disminuido notablemente en las últimas décadas. Con la nueva regulación, podrían casi desaparecer. Christine Krische, vicepresidenta de la comisión para el mejoramiento del distrito, profetizó: "Este barrio no será considerado ya más el distrito rojo de Estados Unidos". En cambio, el dueño de un pornoshop opinó que "la ciudad va a perder muchos turistas" y agregó que "quizás están tratando de cerrarnos para beneficiar al negocio inmobiliario".

Lo del negocio inmobiliario podría no ser una mera especulación. La administración Giuliani ha puesto gran esfuerzo en "regenerar" Time Square y volverla aceptable para las familias. Parte de este proyecto implicó la apertura de cafés, negocios de ropa e inmensos locales de empresas como Warner Brothers y Disney. También se busca hacer la zona más "residencial" y la cercanía de los locales porno disminuyen el precio de las propiedades.

Vestir a las bailarinas con bikinis no alcanzará para evitar inspecciones, advirtió el infatigable republicano en la persecución de la moralidad y las buenas costumbres. Joseph Lhota, el vicealcalde, se sintió compelido a dar precisiones. Dijo que para estar dentro de la legalidad las bikinis deben ser "de naturaleza sustancial tal que cubran todas las partes pertinentes".

Mucho menos inclinada a los eufemismos, Marie, una morocha de 31 años que trabaja en Billy's Topless, local en la 6ª Avenida, comentó con furia inocultable: "Mi culo es mi fábrica de hacer plata y estoy orgullosa de él. En un buen día, mostrándolo hago trescientos dólares; ahora que tengo que taparlo, gracias que me voy a mi casa con sesenta mangos (bucks)". Una moza de 21 años, Selena Delvalle, dijo que las propinas diarias de 150 dólares, útiles para amortizar el préstamo que pidió para pagar la universidad, se han reducido a apenas dos dólares desde que la obligan a taparse la pechera.

En este cataclismo de emociones desatadas, hay quien lo toma con más frialdad y disposición para adaptarse a las nuevas circunstancias. "Nosotros vamos a cumplir. Vamos a `giulianizar' el negocio", anunció Richard Kunis, dueño de Manhattan Videos, especializado en videos porno, mientras acomodaba en los estantes una nueva selección de películas aptas para todo público como La laguna dorada y Pocahontas, canturreando "giulianizar, giulianizar".

 

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