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La dictadura militar nigeriana se concedió ayer un año más de vida y el poder pasará a manos civiles recién en mayo de 1999. El general Abdusalam Abubakar anunció ayer por la noche su plan de democratización, que fue bien recibido en Occidente. Gran Bretaña prometió comenzar a levantar sanciones y el secretario del Commonwealth Emeka Anyaoku afirmó que la liberación de 10 presos políticos de anteayer vuelve creíble la democratización. El discurso de Abubakar no satisfizo a los simpatizantes del líder opositor Moshood Abiola, cuya muerte en prisión el siete de julio originó disturbios en el sudoeste donde murieron más de 60 personas. Con 110 millones de habitantes, Nigeria es el país más poblado de Africa. Si el proceso eleccionario tiene éxito, sería la transición a la democracia más rápida en Nigeria, que en los 38 años desde su independencia del Imperio Británico conoció sólo 9 de gobierno civil. Los disturbios políticos estremecieron a Nigeria desde que el ejército canceló las elecciones presidenciales en junio de 1993, cuando Abiola parecía encaminarse a una victoria rotunda. En su discurso, el general Abubakar desechó el tramposo programa que había desacreditado aún más a su predecesor, el general Sani Abacha muerto repentinamente el 8 de junio, y prometió instalar un régimen democrático el 29 de mayo de 1999. "Debemos admitir los errores que se cometieron. En particular, nuestro más reciente intento de democratización fue empañado por maniobras y manipulaciones de las instituciones políticas", señaló Abubakar en su comunicado leído por televisión. "No hay nada nuevo en el discurso. Es el mismo vino viejo en botellas nuevas. Es un discurso desalentador. De hecho, es un discurso desastroso", comentó el ya mítico líder Gani Fawehinmi, del Comité de Acción Conjunta de Nigeria. "El tiempo de la reanudación del diálogo entre Nigeria y Gran Bretaña llegó hoy", proclamó ayer el Foreign Office en el estilo triunfalista inaugurado por el premier Tony Blair. La empresa británica Shell es la que más contratos tiene en Nigeria, y Nigeria es un socio prominente de la OPEP que gana más de 10.000 millones de dólares anuales con la explotación petrolera. Al mismo tiempo, Londres se ocupará de procurar el apoyo de los demás miembros de la Unión Europea para un "diálogo constructivo", como dijo el ministro de Estado Tony Lloyd, con los militares nigerianos aún en el poder. El Departamento de Estado norteamericano fue más prudente. "Nuestra primera reacción es globalmente favorable, pero vamos a vigilar de cerca la aplicación del plan", comentaron funcionarios norteamericanos. Las elecciones de mayo serán supervisadas por las Naciones Unidas y la actual Comisión Nacional Electoral será reemplazada por otra. El consejo militar no interferirá en la formación de los partidos políticos en el proceso electoral, aseguró el jefe de gobierno. El frente democrático Comité de Acción Conjunta de Nigeria hizo campaña por un gobierno transitorio de unidad nacional, pero el general Abubakar declinó la propuesta de compartir el poder hasta mayo. El Comité está formado por partidarios de Abiola, el líder millonario que murió en la cárcel. Abiola fue detenido y recluido en 1993 bajo el cargo de traición luego de sostener que había obtenido más del 60 por ciento de los votos en las elecciones presidenciales. En sus cuatro años de gobierno, el general Abacha, predecesor de Abubakar, llevó a la bancarrota a Nigeria, uno de los países más ricos de Africa. Abacha embolsó personalmente más de 30 millones de dólares en comisiones por la corrupta exportación de petróleo. Cometió innumerables abusos en materia de derechos humanos y encarceló metódicamente a sus enemigos políticos, a quienes después mantuvo incomunicados. La economía cayó y los críticos del régimen, como el escritor y activista por los derechos humanos Ken Saro-Wiwa, fueron ahorcados. En Nigeria vive uno de cada seis africanos, y las diferencias económicas se han acentuado violentamente en los años de régimen militar, cuando la distribución de la renta se volvió todavía más desigual y favoreció a una nueva oligarquía.
UN TAPADO DEL OFICIALISMO PUEDE GANAR EN JAPON EL PAIS DE MADRID Japón estrenará el próximo viernes nuevo líder. El que más gusta es el que menos pesa. De los tres aspirantes a primer ministro, todos del conservador Partido Demócrata Liberal (PDL), Junichiro Koizumi, que es actualmente de ministro de Salud, es el más joven y popular, pero quien menos controla el aparato del partido, y es éste quien elige. Los tres candidatos dan prioridad a salir de la recesión estimulando el consumo. En el debate televisado del pasado domingo, el 'outsider' Koizumi, de 56 años, batió a sus dos rivales. Cuadriplicó en simpatía popular al candidato oficialista --el ministro de Relaciones Exteriores, Keizo Obuchi, de 61-- y casi duplicó al ex secretario del Gobierno y favorito del mundo financiero, Seiroku Kajiyama, de 72, según los sondeos de urgencia. Koizumi es el "hombre del traje gris perla", una rebeldía frente al espartano uniforme azul de Obuchi, y al tolerado gris marengo del anciano pero enérgico Kajiyama. Con su estilo acerado y ambicioso, atrae a la juventud y a las mujeres, que rechazan a Obuchi como sinónimo de continuismo. "Lo peor es que siga Obuchi, es más de lo mismo", opina Chizué, secretaria. "Sería un horror, aunque es lo más probable", asiente Junko, empleada en los tribunales. Obuchi no es rival frente al líder del principal partido de la oposición en las próximas elecciones, recoge Yomiuri, el diario de más circulación, refiriéndose a Naoto Kan. Kan encabeza el Partido Demócrata, un proyecto de Olivo centroizquierdista a la japonesa, vencedor moral de las elecciones al Senado del pasado día 12, que provocaron la fulminante dimisión del primer ministro Ryutaro Hashimoto. "Kan tiene el potencial de un gran líder", concuerda J. A. A. Stockwin, profesor del Instituto Nissan, en la Universidad de Oxford. El partido dominante viene gobernando con una sola interrupción desde hace más de cuatro décadas. Si ahora hace oídos sordos a la opinión y rechaza renovarse, se arriesga a la autodestrucción, como ocurrió con un partido de modelo muy similar, la Democracia Cristiana italiana. El otro gran riesgo del continuismo es la incredulidad con que recibirían a Obuchi los mercados financieros. Japón atraviesa una aguda recesión, bordeada de quiebras y desempleo de nuevo cuño. La banca japonesa exhibe un profundo cáncer, contabilizado en millonarios préstamos incobrables. Los tres candidatos responden a estas angustias con una receta común: salir de la recesión estimulando la demanda interna. Para esto, proponen bajar los impuestos a las empresas y a la renta de las personas físicas y compensar esos menores ingresos con inyecciones públicas a financiar vía endeudamiento.
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