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1 RIVER: Burgos; H. Díaz, Ayala, Berizzo,
Sorín; Escudero, Astrada, Solari, Gallardo; Pizzi, Angel. DT: Ramón Díaz. River quedó eliminado de la Copa Libertadores al igualar 1-1 con el Vasco da Gama en su cancha, luego de haber perdido por la mínima diferencia hace una semana en Río de Janeiro. El resultado no fue justo, porque River jugó un muy buen partido, creó muchas más situaciones de gol que su rival --que dedicó 80 de los 90 minutos a defenderse-- y no debió recibir tamaña suerte. Pero desperdició tantas oportunidades cuando ya había logrado la ventaja inicial, que terminó invitando a su rival a que se animara a devolver los ataques. Y en uno de esos, aislado, a ocho minutos del final del partido, el Vasco empató con un golazo de tiro libre y dejó al dominante River sin nada en las manos. Un cabezazo de Solari en el palo, a un par de minutos del cierre, fue el último estertor. Durante esos primeros 82 minutos de partido River hizo todo, lo que debía y lo que no. Tuvo y desperdició numerosas situaciones gol, pensando que el triunfo por dos goles de diferencia era una fruta madura que caería tarde o temprano. Pero no lo remató cuando pudo, y ahora sufre una eliminación probablemente injusta desde el merecimiento, pero irreprochable desde la ejecución. A la hora de plantear juego, mano a mano, River era mucho más que el conjunto brasileño, dedicado exclusivamente a aguantar. Pero se perdía en el apuro de quien quiere hacer dos goles juntos; y eso, se sabe, en fútbol es imposible. A los 22 minutos, Gallardo fue a tomar una falta sobre la izquierda. La puso en el área como con un guante de terciopelo. Atrás de Astrada, que entraba por el centro, llegaba Sorín solo: el volante alcanzó a peinar, el lateral le pegó, no tan de lleno, contra el piso. La pelota picó, se elevó y se introdujo contra el palo izquierdo. La mitad de la tarea estaba cumplida. Con la primera presión fuera de la olla, River se soltó y empezó a hacer lo que mejor sabe. Por momentos Marcelo Gallardo jugó tan bien que era necesario repreguntarse por qué Daniel Passarella no lo puso nunca en el Mundial. River bailó el ritmo que él propuso y las situaciones comenzaron a sucederse para deleite (o susto) de la platea: * Un tiro libre de Gallardo que se fue cerca del palo izquierdo. * Un remate de Astrada después de una combinación. * Una combinación iniciada por Sorín en la izquierda, completada por Hernán Díaz en la derecha y rematada por Gallardo en el centro, un remate bajo que se fue muy cerca del palo izquierdo. River hería con extrema facilidad el orgullo de la defensa carioca, pero le faltaba sacar sangre. En la medida en que Pizzi seguía sin resolver (por eso Díaz ensayó más tarde con Rambert), o Angel se olvidaba la precisión en la guantera, al equipo argentino le faltaba la estocada definitiva. Lo tuvo Angel al cuarto de hora del segundo tiempo, cuando remató sobre la salida del arquero, solito, y la pelota le sacó astillas al travesaño. Pero está claro que cuando se perdona al rival desperdiciando tantas situaciones de gol, se está más expuesto que nunca (porque la exposición supera lo futbolístico y entra en el terreno de la estadística). Y el golpe llegó a la brasileña, con un tiro libre de 40 metros que Juninho ejecutó impecablemente, hacia el palo derecho de Germán Burgos, que aseguró cierta complicidad en un adelantamiento acaso temerario. Así se acabó la ilusión de River.
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