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Por Martín Pérez "Uno" es su tango preferido. Conoce la música de Astor Piazzolla, algunos temas de Fito Páez y algo de Charly García, gracias a los Paralamas. Desde Río de Janeiro, y antes de sus shows en Buenos Aires, Joao Bosco pasa revista a sus gustos musicales porteños, y se confiesa entusiasta con la posibilidad de tocar finalmente en la Reina del Plata. "Desde hace tiempo que sueño con ir a Buenos Aires, e incluso más de una vez se arreglaron shows. Pero siempre los productores se echaron para atrás y todo quedó en nada", cuenta. El sueño porteño de Bosco nació con cada comentario de Elis Regina luego de sus shows en Buenos Aires. La diosa de la canción brasileña, que supo ponerles voz a sus temas, le hablaba siempre del público porteño y resaltaba la buena recepción de sus canciones. Canciones que, sin embargo, Bosco llegó a interpretar antes en el Carneghie Hall de Nueva York que en Buenos Aires. El mes pasado compartió un show con el gran Joao Gilberto, en un espectáculo que fue aclamado por la prensa neoyorkina. Cantante, compositor y guitarrista oriundo de Minas Gerais, Bosco fue apadrinado por Vinicius De Moraes, Tom Jobim y Elis Regina en sus comienzos. Su larga carrera lleva una veintena de discos, entre los que se cuenta un MTV Unplugged, en que se dio el lujo de tocar un tema de Lennon-Cartney junto a otro de Noel Rosa. Profundo conocedor de la música brasileña, Bosco utiliza todos esa sabiduría al componer sus temas, y en su último álbum --As mil e uma Aldeias (Sony, 1997)-- incluso suma aires árabes. Para sus primeros shows porteños, (hoy, el sábado y el domingo en La Trastienda) armó un repertorio que recorre toda su carrera. --No deja de ser extraño descubrir en su biografía que comenzó tocando en bandas de rock. Sobre todo viniendo de un artista siempre vinculado con la MPB. --Como todo niño de mi época, yo empecé tocando el repertorio de Little Richard y Elvis Presley, en una banda de rock que tuve en Minas Gerais. Es importante recordar que en aquellos tiempos la música popular se difundía muy naturalmente. En las plazas, en las fiestas religiosas, en celebraciones populares. Se mezclaban todas las músicas, la romántica y la popular. Ese mosaico musical se escuchaba todo el tiempo en la calle. Así que además de hacer rock escuchaba música callejera. Y por entonces no filtraba nada: absorbía naturalmente lo que escuchaba, que se fue transformando en una marca profunda. Recuerdo también haber escuchado muchos tangos argentinos, que se suman en mi recuerdo. Y todo eso, la música popular y el rock que escuchaba ingenuamente y sin ningún preconcepto ni rigor de clasificación, terminó encontrando su lugar en mi repertorio. Algo de lo que me siento muy orgulloso. --¿Cuándo comenzó su carrera como músico? --Profesionalmente, mi carrera comenzó en 1972, de una manera poco tradicional. Por entonces existía en Brasil una revista humorística pero con mucho contenido social y cultural, llamada O Pasquim, que decidió comenzar una colección de pequeños discos para vender con sus ejemplares. En ellos, un consagrado presentaba a un artista novel. Y ahí fue donde comenzó mi carrera: en un disco vendido con una revista, y presentado nada menos que por Tom Jobim, que me ayudó mucho en los comienzos de mi vida profesional en Río de Janeiro. Pero antes, tuve una especie de gurú, un amigo mío, que también fue muy importante en mi vida: Vinicius de Moraes. Lo conocí cuando estudiaba en la universidad de ingeniería, en Ouro Preto. Era un joven que soñaba con hacer música luego de completar sus planos, cuando Vinicius ya era una artista altamente. --Su trío de ángeles guardianes musicales se completa con Elis Regina. ¿A ella también la conoció por entonces? --La conocí en 1972, casi en el preciso momento en que comenzaba mi carrera profesional. Para mí es la mayor cantante de todos los tiempos. Y ellos tres forman una suerte de un trío sagrado y a favor de mi imaginación e ideas musicales. Lo único que sabían de mí era que era un joven y que tal vez tenía algún talento. Y lo que hicieron fue estimularme porque, por suerte, además de ser artistas ellos eran auténticos maestros. Lograron que me interesase en la música popular brasilera, al punto de querer investigar, conocer más profundamente su pasado. Así me introduje en el arte de Cavaquinho, Dorival Caymi, Noel Rosa y tantos otros. Mis maestros me enseñaron que no debía tocar en forma intuitiva, como venía haciéndolo, sin conocer a fondo la cultura popular. Ese fue el consejo más importante que recibí.
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