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Medio siglo después, "El puente" sigue impactando

Escrita en 1948 y estrenada un año después, la obra de Carlos Gorostiza que hoy se repone en el Teatro Cervantes se centra en un tema ya clásico: la falta de oportunidades para los jóvenes.

Carlos Gorostiza escribió la obra cuando tenía apenas 28 años.
Logró tanta repercusión entonces, que, cuenta, se mareó un poco.

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Por Hilda Cabrera

t.gif (67 bytes) A manera de homenaje al teatro independiente y a una obra inaugural dentro de ese movimiento, esta noche se presenta en el Teatro Cervantes un nuevo montaje de El puente, de Carlos Gorostiza. Esta pieza, escrita en 1948 y estrenada al año siguiente en el Teatro La Máscara, impactó de inmediato al público y a la comunidad teatral, incluyendo en ésta al célebre Armando Discépolo, que poco después la llevó al escenario del Teatro Argentino. La obra fue a partir de entonces material de análisis para los estudiosos y un texto de práctica habitual en los talleres de teatro. Y para Gorostiza significó un acontecimiento que se multiplicó en agasajos y entrevistas memorables, como la que sostuvo en un bar con el poeta Raúl González Tuñón, entonces anónimo cronista de Clarín. "No lo podía creer. Había leído todos sus poemas. En realidad era yo el que le debía estar haciendo un reportaje", cuenta el dramaturgo a Página/12 en su bunker, una pequeña habitación de entrepiso dentro de su propio departamento, en la que trabaja rodeado de libros, fotografías y afiches, entre otros el de Teatro Abierto 1981. Mientras recuerda su charla con González Tuñón, hurga entre los libros hasta dar con el que busca: una primera edición de La calle del agujero en la media, que el tiempo tiñó de sepia.

Entre evocaciones, Gorostiza confiesa que lo mareó la fama, y que en un reportaje en el que le preguntaron sobre la tradición del teatro argentino, dijo que ésta no existía. "Tenía 28 abriles y creía que estaba inventando todo de la nada, hasta que razoné y supe que sí, que había hitos, y en ellos estaban Armando Discépolo, Roberto Arlt, Samuel Eichelbaum..."

--¿También El puente es un hito para los jóvenes de hoy?

--Preferiría que en lugar de ver esta obra como un homenaje a algo que se estrenó hace cincuenta años la tomaran como parte de esa tradición que tiene hitos tan alejados unos de otros que, como me pasó a mí, no se reconocen como propios.

--¿Hubo cambios en este montaje?

--Hicimos un trabajo conjunto con Daniel Marcove (el director), la "peinamos", le quitamos lo que ahora resultaría obvio, pero no hicimos cambios, porque creemos que está vigente. Justamente, cuando la escribí traté de darle una ubicación clásica (la historia transcurre en 1947), consagrada, quizá para que no perdiera actualidad. No quería que la obra fuera coyuntural: ni en el tema, los personajes ni el lenguaje.

--¿De qué manera incidió la realidad social de entonces en el nacimiento de la obra?

--Incidió totalmente. Nosotros queríamos hacer un teatro que hablara de nuestros problemas, de nuestras emociones. En ese momento yo era actor en La Máscara, y aunque había escrito, lo hacía muy esporádicamente. Hicimos concursos con los compañeros buscando autores, pero no encontrábamos nada que nos gustara realmente. Animado por ellos, me decidí y escribí El puente. Para mí nació de una realidad que me dolía, en la que había grandes diferencias entre las clases sociales y en la que la muchachada pobre no sabía dónde meterse. Jóvenes que se reunían en las esquinas o en el umbral de una casa, desorientados y sin trabajo, pero capaces de ser solidarios. Por otro lado, estaba el egoísmo de los pudientes. Lo que nunca imaginé entonces es que esa situación que tanto me había conmovido, no solamente no se corrigió sino que se agravó. Porque en aquel tiempo había pobreza, pero lo que vemos hoy es miseria.

--¿Quiere decir degradación?

--Exactamente. Porque hoy la gente pobre y la solidaridad están acogotadas. Hasta los chistes asustan. Cuando un personaje de la barra --al ver que no pueden reunir el dinero necesario para ayudar al amigo-- propone asaltar a alguien, esto en otra época parecía una ingenuidad. Nadie lo tomaba en serio. Hoy es diferente.

--¿Qué cree que pasó?

--Creo que se fue perdiendo la esperanza de ascender con el trabajo, el estudio. Cuando terminamos de "peinar" la obra con Marcove, pensé en eso, en la desesperanza y en la necesidad de reconocer que está entre nosotros. Porque si uno lo sabe tiene opciones, o se pega un tiro o se decide a crear un espacio en el que la esperanza acabe con la desesperanza.

 

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