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COMO CAMBIO LA POLITICA TRAS LA RE-RENUNCIA A LA REELECCION
Las fotos y la película

La autoexclusión a intentar una nueva reelección que debió infligirse Carlos Menem cambió, una vez más, el panorama político de este año. Aquí los reposicionamientos y los temores por las acciones futuras de los jueces, de mandatos vitalicios y lealtades cortas.

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Carlos Menem debió dejar de lado su sueño mayor porque los números se empecinaron en contradecirlo.
Su obligada autoexclusión cambió la política de alianzas en el peronismo, aunque la gente siga dudando.

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El cotillón re-reeleccionista es ahora un recuerdo de lo que no fue.
Los dirigentes del PJ analizan qué les conviene para sobrevivir.


Por Mario Wainfeld

t.gif (67 bytes) Se descubrieron cuentas secretas de Bussi en Suiza y ésa fue la noticia del año. Después se suicidó --o algo así-- Alfredo Yabrán y fue la noticia del año. El asesino convicto e indultado Jorge Rafael Videla fue preso y adivinen qué. Luego, el gobernador Eduardo Duhalde lanzó el plebiscito y fue la noticia del año. Tras cartón, Menem renunció --o algo así-- y claro, ésa fue la noticia del año. Estamos a fin de julio, el lector argentino que, como escribió el sociólogo Oscar Landi, es un buscador de indicios, un permanente desconfiado, no tiene dudas: habrá muchas más noticias del año en el '98.

El álbum de fotos sugiere que todo cambia todo el tiempo. Y es así, hay mucha productividad, muchos ascensos y caídas fulgurantes. Pero al mismo tiempo, si el lector se permitiera imaginar la película de lo ocurrido, podría advertir que no sólo hay infinitas novedades, también hay procesos bastante nítidos, tendencias que se acentúan, lógicas que se van cumpliendo.

La noticia del año de esta semana, segunda del mes, fue "El renunciamiento histórico II (la historia hecha parodia)" del Presidente. Menem renunció (con estrépito) a algo que ambicionaba mucho pero que nunca tuvo. No le cerraron los números del congreso justicialista. Las fotos sugieren que consiguió apenas los congresales necesarios: allegados a Duhalde aseguran que el quórum fue truchado y maquinan si llevarán esa cuestión a tribunales o se la guardarán bajo la manga.

Más allá de esa anécdota, la película muestra que hace rato que otros, más importantes, números no le cierran al Presidente. Casi nadie lo recuerda, porque una de las noticias del año del '97 fue el triunfo de la Alianza, pero en agosto o setiembre del año pasado los gobernadores que se tenían fe para ganar hacían lo imposible para no ser fotografiados con Menem, que les tiraba abajo la intención de voto. La derrota general del peronismo permitió que Menem escondiera su cadáver en medio de muchos otros caídos en la masacre. El Presidente no pudo afrontar un plebiscito que urdió su enemigovio Duhalde porque ya había perdido uno contra la Alianza.

Carlos Reutemann no se muestra mucho y hace del mutismo un recurso pero, con o sin fotos, ha sido figura de la semana, como lo fue de la anterior cuando sus congresales terminaron de torpedear al menemismo. Pero su protagonismo de hoy no es sólo hijo de su astucia en estos días. Reutemann ha ocupado en el peronismo un lugar anhelado por muchos, el del tercero sensato que quiere reducir al mínimo el costo de la batalla entre Duhalde y Menem. Casi toda la dirigencia peronista avizora la derrota en las elecciones del año que viene (que, de producirse, será la noticia del año), pero también perciben que van a quedarse con un capital político no inferior al que el PJ tenía en el '83 cuando asumió Alfonsín: alrededor de la mitad de las gobernaciones, mayoría en el Senado, un potente bloque de diputados, intendentes para regalar. Muchos dirigentes justicialistas (en especial los que están a tiro de ser gobernadores, senadores, diputados o intendentes) valoran más ese lugar en el mundo que la supervivencia del puñado de funcionarios hoy ultrapoderosos pero carentes de votos que rodean al Presidente. Se alinearon con Menem porque la parálisis de Duhalde no les daba garantías. Ahora todos buscan reacomodarse. Algunos, como el diputado Humberto Roggero, han pegado demasiados saltos este año, otros como Lole fueron preparando un refugio y ahora están más protegidos. Bien diferente es la situación del ministro del Interior Carlos Corach. Este diario informó que Corach aspira a la senaduría de la Capital Federal, uno de los últimas esquirlas del Pacto de Olivos que permite acceder a una banca sin pasar por el incómodo peaje del voto popular. Corach negó todo, pero que la desea la desea y está operando para lograrla. Lo seguirá negando en su cotidiana conferencia de prensa, de parado, en la puerta de su casa. Mucha gente la escucha porque ahí suele generarse una de las noticias del día. La película sugiere que el ocaso de Menem será más pronto y más duro superado por el de Corach, un hombre que acumuló poder, haciendo todo lo que el Jefe necesitaba y prefería no hacer personalmente. Inclusive, atrayendo como un pararrayos las antipatías que Menem no deseaba para sí. Con banca (no basta anhelarla para obtenerla) o sin banca, Corach estará solo de toda soledad sin poder derivado de Menem, sin recursos del Estado para granjearse alianzas, sin movileros que lo interroguen y sin línea roja con jueces que promovió pero que durarán en su cargo más que él.

Cavallo asegura que Corach le contó cómo controlaba a esos jueces y que tiene una prueba mejor que una foto: la famosa servilleta manuscrita. Exista o no la servilleta, lo que Corach, Cavallo y muchos argentinos saben es que buena parte de la política pasa por la Justicia federal. El sistema realmente existente combina atroces crímenes durante la dictadura y negociados vergonzosos durante la democracia con un nivel alto de crítica social, denuncia periodística, opositores activos, organismos de derechos humanos que llevaron sus luchas a los tribunales. Esa mezcla ha concedido un enorme poder a jueces, vulnerables y discutibles como los políticos y, como ellos, dependientes de las condiciones históricas, de los humores y las presiones sociales. Cuando el juez Roberto Marquevich ordenó arrestar a Videla, muchos intérpretes de la realidad intentaron bucear en sus móviles subjetivos en lugar de pensar las contingencias históricas que hicieron posible su decisión. Prefirieron sacar una improbable foto de su psiquis, anhelo interesante si no obtura percibir un dato central: fue la decantación del proceso democrático nacido en el '83 la que permitió que Videla volviera a estar preso. Todo está decantando para que otro magistrado pueda mandar preso al asesino convicto e indultado Emilio Massera. Si, al calor de las circunstancias objetivas que lo posibilitan, el juez decide hacerlo será, a no dudarlo, la noticia del año.

 


 

El fin de la aventura
Por Juan Carlos Portantiero *

t.gif (862 bytes) Primero habrá que congratularse por la desaparición de una pesadilla que ponía a la democracia en un riesgo severo. Pero enseguida habrá que preocuparse por el futuro inmediato para que --superada la amenaza-- puedan encontrarse caminos capaces de llevar seriamente a la construcción de una alternativa social y cultural.

Por fin, Menem fue obligado a reconocer la derrota política que no admitió en la noche del 26 de octubre. Paradójicamente, quien entonces sí la reconoció se toma hoy su revancha y pasa a cobrar los primeros dividendos: quedó claro que Duhalde no quiso repetir, con Menem, el pobre destino de Mercante con Perón. Su enfrentamiento en el seudo congreso partidario y la amenaza del plebiscito bonaerense convergieron finalmente con los reclamos de la Alianza y de la opinión pública y Menem percibió que estaba demasiado solo para emprender la aventura anticonstitucional.

Con la perspicacia que no ha perdido, decidió dar un paso al costado disimulándolo bajo el pomposo nombre de "renunciamiento", que la sociedad recibió con sonrisas piadosas y el empresario Macri con retórica exaltación: comparó a Menem con San Martín y con Garibaldi.

Bien. Un peligroso frente de tormenta se ha disipado: ¿y ahora, qué? Por un lado, la lucha interna por las candidaturas en el justicialismo se desatará con toda su furia: no le será simple el camino a Duhalde, pese a todo lo que ganó en la última semana. Pero como es sabido la marca reeleccionista no era sólo parte de la lucha interna del peronismo, un movimiento al que siempre le ha costado rutinizar los carismas. Envolvía en sus redes a toda la sociedad y en principal lugar a la fuerza de oposición más importante. Era a la vez un desafío potencialmente favorable a su crecimiento y una trampa peligrosa que le permitía dilatar otras definiciones más convocantes. La Alianza venció en el desafío, revalidando los títulos políticos de las elecciones de octubre al conseguir expresar a la mayoría de la sociedad en la voluntad antirreeleccionista. Ahora deberá salir de la trampa, para dejar de ser mera expresión de la negatividad, para no ser solo antimenemista sino, convincentemente, posmenemista.

Hasta ahora su agenda pública estuvo dominada por dos ejes: uno, impuesto por el Gobierno, la reelección; otro, derivado de su propio y complicado proceso de institucionalización, la lucha interna por las candidaturas. Pobres ambos como clave para una alternativa nacional. Se ha despejado el primero: ¿no le quedará a la actualidad de la Alianza otro tema que las candidaturas?

Ya sabemos que una coalición no es una fusión y que inevitablemente se debe pasar por una etapa delicada de competencia interna, simultánea con la construcción de acuerdos programáticos y políticos imposible de transitar sin tensiones. Pero ese juego no debería poner en riesgo lo que se quiere construir. El caso de la ciudad de Buenos Aires es particularmente patético, porque se trata de un laboratorio capaz de anticipar la posibilidad de gobernar la nación y así es mirado por la población. En la desmedida puja interna, lo que pierde una de las fuerzas no lo gana la otra: es un problema de suma negativa: pierden las dos, pierde la confiabilidad de la Alianza en su conjunto.

La expectativa social y cultural que la Alianza ha generado no puede dilapidarse. En el marco político argentino su identidad es la de centro izquierda y esto debe valer para sus estilos como para los contenidos de su convocatoria. Para definir una nueva manera de hacer política y para interpelar a la sociedad con el discurso de un nuevo contrato ciudadano, que signifique algo más que la lucha contra la corrupción y contra los desvíos anticonstitucionales.

* Sociólogo. Ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).

 


 

¡No te creo nada de nada!
Por Luis Alberto Quevedo *

t.gif (862 bytes) ¿Por qué la sociedad, en su gran mayoría, no le cree a Menem en el momento de su renunciamiento? No creo que sea por el fenómeno universal de la baja confiabilidad en la palabra de los políticos. Hay algo específico que le ha sucedido a Menem en estos últimos tiempos: la sociedad decidió gritarle que el rey estaba desnudo, y que ya no tenía ese hermoso traje que una parte de los argentinos le había puesto durante los primeros años de su gestión.

En sus mejores tiempos, Menem estableció un pacto con la sociedad que no se basaba en la verdad de su palabra sino en la contundencia de sus actos. Menem privatizó, reformó el Estado, regaló YPF, congeló los salarios, y le vendió armas a Ecuador sin preguntarle nada a nadie. Nunca le importó demasiado lo que pensaban los argentinos que lo votaron en el '89 porque Menem era el más peronista, y luego se transformó en el más liberal de la política argentina. No le importó tampoco prometer salariazo y revolución productiva y acto seguido congelar los salarios, precarizar el trabajo y practicar una política de apertura que puso en jaque a toda la industria nacional.

De hecho, la palabra de Menem siempre estuvo devaluada y no fue por eso que fue reelecto para un segundo período. El pacto fue otro: la mitad del país aceptó las transformaciones que produjo y evaluó los resultados de su gestión en forma global. Pero un día esto se terminó. Sin embargo, Menem decidió no escuchar el rechazo de esta misma sociedad que lo había votado y empezó a parecerse al policía de Terminator II que perseguía su objetivo de manera obsesiva y mecánica, pasándole por encima a cualquiera que se le pusiera delante.

Y la oposición se le opuso, y buena parte del PJ también se le opuso, y las encuestas le mostraban el rechazo de la gente, y la Iglesia le dijo que no, y los mercados temblaban porque se podía romper el orden institucional, y la Argentina-país-confiable también empezó a temblar, y el policía de Terminator II seguía persiguiendo su objetivo sin medir los estragos. Pero un día, ese señor indestructible dijo: "Está bien, ustedes ganan: en el '99 me vuelvo a Anillaco". Y entonces la gente dijo: ¡no te creo nada! Porque no se trata de creer que Menem renunció a su más ambicioso objetivo de perpetuarse en el poder. Se trata de no aceptar la palabra del hombre que siempre se rió de sus propios dichos. Menem no fue previsible durante 9 años e hizo de esto un estilo de poder. Entonces no se volverá confiable y previsible hoy simplemente porque él lo decida. No funciona así este extraño misterio que encierra ganarse la confianza de la gente...

* Sociólogo, profesor de la UBA y de FLACSO.

 

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