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Desde que uno llega a Bogotá se topa con un tema recurrente en todas las conversaciones: el proceso de paz que el presidente electo Andrés Pastrana ha anunciado será la prioridad de su gobierno que se instalará el próximo 7 de agosto. Hay expectativa, pero no un entusiasmo exagerado. Nadie cree que la paz esté a la vuelta de la esquina; en todo colombiano con el que uno conversa hay la misma certidumbre de que están sólo en el inicio de lo que están seguros será un proceso largo y complicado. Pero todos esperan que el final sea la paz y están convencidos de que eso sólo será posible con un acuerdo político. Esa expectativa que alimenta las esperanzas se confunde con la otra gran sensación que uno encuentra cuando camina por las calles de esta capital: alivio por la llegada a su fin del gobierno de Ernesto Samper y los cuatro años de narcoescándalos, crisis moral y económica, polarización política y desgobierno por la debilidad de un presidente que desde el primer día caminó por una cuerda floja de la que más de una vez pareció caer. Y es en ese escenario que la guerrilla creció como nunca antes, hasta poner en jaque al Estado colombiano, y los paramilitares se fortalecieron y multiplicaron sus matanzas a la sombra de un gobierno que nunca los combatió. Las FARC y el ELN habían sido muy claros en decir que no dialogarían con Samper por los vínculos de la financiación de su campaña electoral con el narcotráfico. Así que la salida de Samper es también el inicio de la posibilidad de un diálogo de paz. Cambio de signo Dos acontecimientos han marcado el inicio de ese esperanzador proceso de paz: el encuentro en la selva entre el presidente electo Andrés Pastrana y la cúpula de las FARC, encabezadas nada menos que por el legendario Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo, y la reunión en un convento alemán entre la dirigencia del ELN y representantes de la llamada "sociedad civil" colombiana. Luego de ganar las elecciones presidenciales, Pastrana puso en marcha la ejecución de los preparativos que sus colaboradores ya habían avanzado para hacer posible el primer encuentro en toda la historia de un presidente de Colombia con los jefes guerrilleros. En Colombia todos estaban convencidos de que su nuevo presidente estaba de viaje en Europa, hasta que la ya famosa foto de Pastrana con Tirofijo les reveló el verdadero lugar y propósito de ese viaje presidencial. El encuentro había sido coordinado vía Internet por Alvaro Leyva, un hombre con una importante llegada hasta la cúpula de las FARC y estrecho aliado de Pastrana. Hombre clave en el proceso de paz, Leyva tuvo que huir de Colombia a México cuando el fiscal Alvaro Gómez, personaje considerado leal a Samper, lo acusó de haber recibido 60 mil dólares del Cartel de Cali. Leyva asegura que ese dinero es producto de la venta de unos camiones a una empresa legalmente constituida y que luego se descubrió era manejada por testaferros de los hermanos Rodríguez. Desde México, Leyva siguió sus contactos a través de una computadora, desde la que viajaban los mensajes a Bogotá y a la selva para coordinar el encuentro que sería el punto de partida del diálogo con las FARC, la guerrilla más importante de Colombia. Víctor Ricardo, quien fuera embajador en la Argentina, también ha jugado un papel clave en todas estas coordinaciones para abrir el diálogo con las FARC. Antes del viaje secreto de Pastrana, Ricardo ya se había reunido con los jefes máximos de las FARC. De regreso de la selva y antes de volver a dejar Bogotá, esta vez sí para ir realmente a Europa, Pastrana confirmó que al asumir la presidencia ordenaría el despeje de cinco municipios en la selva sur de Colombia --un territorio de 43 mil kilómetros cuadrados y con una población de unos 100 mil habitantes, la mayoría de ellos campesinos--, una exigencia de la guerrilla para iniciar el diálogo. En las zonas que se despejarán las respuestas son contradictorias: entre los comerciantes de los pequeños pueblos hay temor, mientras que para los campesinos el que las autoridades civiles y militares se marchen no cambia las cosas, porque en el campo siempre ha mandado la guerrilla. Una muestra de ello es que cuando el gobierno ordenó se detenga la tala de árboles en una de esas zonas, nadie hizo caso, pero cuando poco después las FARC dieron la misma orden, ésta fue acatada de inmediato. Un convento en la ciudad alemana de Wuerzbürg fue el escenario del otro hecho con el que se pone en marcha este proceso de paz. Hasta La Puerta del Cielo, nombre del convento, llegaron los líderes guerrilleros del ELN, encabezados por Pablo Beltrán, y connotadas personalidades colombianas: había empresarios, magistrados, periodistas, intelectuales, políticos y un ex miembro del ELN ahora "reinsertado". La reunión duró tres días y alumbró un acuerdo "para humanizar la guerra", en el que, entre otras cosas, el ELN se comprometió a cesar los secuestros de niños menores de 12 años, de los mayores de 65 años y de las mujeres embarazadas. Los "elenos" hicieron una propuesta insólita: que el gobierno los financie para que no sigan recurriendo al secuestro como mecanismo de acumulación de dinero para sostener su lucha armada. El ELN dejó en claro que no se desarmaría a cambio de una posible reinserción en la vida política, sino que, al igual que las FARC, exigía cambios de fondo en lo social y económico para lograr "una sociedad más equitativa". El periodista del diario El Tiempo, Francisco Santos, uno de los presentes en esa reunión, calificó las negociaciones de "tensas", pero agregó que el ambiente había sido de "cordialidad". La cordialidad llegó a tal punto que entre negociación y negociación, los guerrilleros y los representantes de la "sociedad civil" bebieron juntos buena parte del vino guardado en los sótanos del convento, cantaron y tocaron guitarra y vieron la final del Mundial de Francia. La cosa era tan normal que, según contó Santos, uno de los sacerdotes alemanes presentes, sorprendido por lo que veía, llegó a decir: "Viéndolos aquí reunidos no entiendo por qué se están matando allá en Colombia". El ELN no cesará sus acciones mientras se realizan estas conversaciones y en los últimos días se han producido actos de sabotaje contra los oleoductos petroleros. Una diferencia fundamental entre el actual proceso de paz y el que culminara en 1991 con la legalización del M-19, es que tanto las FARC como el ELN no se limitarán a pedir una amnistía y un espacio político, sino que exigirán una serie de transformaciones económicas y sociales y se reservan un lugar protagónico en ese proceso de reformas. En Colombia más de la mitad de la población vive en la pobreza y un 20 por ciento en la extrema pobreza. En los últimos cuatro años el desempleo se ha incrementado dramáticamente, de un 7,9 por ciento hasta un 15,8 por ciento, según cifras reveladas el último 22 de julio. Este nivel de desempleo es el más alto en toda la historia de Colombia. No hay indicadores oficiales de subempleo, pero se estima que éste supera el 40 por ciento. Durante el gobierno de Samper, calificado por la mayoría de colombianos como "el peor de la historia", las guerrillas fueron acumulando fuerzas y ganando espacio político con sus acciones, lo que, ahora, les permite llegar a estas negociaciones en una buena posición. Han sido en estos últimos cuatro años que se han producido los mayores ataques guerrilleros, como los que las FARC perpetraron en octubre de 1996 contra la base militar de Las Delicias, a 100 kilómetros de la frontera con Perú, en la que el gobierno desmilitarizara una zona exigida por la guerrilla. En marzo de este año, el ejército sufrió la mayor derrota de su historia, cuando más de cien soldados murieron en un enfrentamiento con las FARC en la selva del Cahuán, en el Caquetá. La situación llegó a tal punto que el gobierno colombiano admitió por primera vez que el país se encontraba "en estado de alerta". Actualmente las FARC mantienen en su poder a 68 militares, a los que considera prisioneros de guerra. No se conoce el número de secuestrados que están en manos del ELN. También paramilitares Durante el régimen de Samper los paramilitares adquirieron tal fuerza que se está proponiendo se les incluya en la mesa de negociaciones para un acuerdo de paz. En el manifiesto que hiciera público el 8 de junio y titulado "Política de paz para el cambio", Pastrana anunció "mano dura con los paramilitares", lo que descartaría su inclusión en las negociaciones. Pero no son pocas las presiones internas para que se los reconozca políticamente y los propios paramilitares ejercen presión a su manera: asesinando a indefensos pobladores. El máximo jefe del paramilitarismo es Carlos Castaño, un hombre de antiguos vínculos con el narcotráfico y que forzando la huida de cientos de campesinos ha acumulado grandes extensiones de terrenos. En Colombia existen sospechas de que las fuerzas armadas apoyan a los grupos paramilitares. Lo cierto es que éstos no han sido combatidos por el gobierno de Samper. Los organismos colombianos e internacionales de defensa de los derechos humanos coinciden en calificar como "muy grave" esta situación de ataque a los derechos humanos. En una de las últimas matanzas de esos grupos ocurrida en marzo de este año más de cincuenta personas fueron asesinadas en la localidad de Barrancabermeja. Luego de una huelga total que paralizó a la principal refinería petrolera del país, se formó una "Comisión de la Verdad" para investigar el crimen. Los resultados aún no se conocen, pero ha trascendido que el informe culparía a las autoridades militares locales de complicidad en la matanza. Hace unos días los propietarios de las dos funerarias de la zona tuvieron que huir porque los paramilitares los amenazaron de muerte por haber enterrado a las personas que ellos habían asesinado. Es que en Colombia la violencia algunas veces alcanza niveles de humor negro.
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