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A un año del golpe de Estado que derrocó al premier Norodam Ranariddh, en medio de la persecución política y con un 63 por ciento de indecisos, los camboyanos eligen a su Parlamento, pero el futuro del país es incierto.

"NO SERAN LIMPIAS NI LIBRES", DICEN LOS OBSERVADORES
"Elecciones" en Camboya

En motos y camiones, veinte mil camboyanos hacen una marcha en favor del líder opositor Sam Rainsy.
El golpe de estado de 1997 interrumpió los únicos cuatro años de paz en treinta de conflictos.

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Por Valerie Brunschwig  desde Hong Kong

t.gif (67 bytes) Alrededor de 5,8 millones de camboyanos acudirán hoy a las urnas para elegir a sus 122 diputados, e intentar reconducir de manera constructiva un destino que sigue recayendo en los dolores del pasado. Exactamente un año después del golpe de estado de Hun Sen, el comunista que expulsó del poder a su primer ministro Norodam Ranariddh, hijo del rey Norodom Sihanouk, este escrutinio tiene una importancia particular y conlleva los riesgos de que resurjan los fermentos de una guerra civil. El Comité para las Elecciones Libres y Justas (COMFREL) aseguró ayer que los comicios "no serán limpios ni libres".

De la nueva mayoría deberá emerger un equipo gubernamental legítimo, tras un año de terror, marcado por los asesinatos en los círculos cercanos al príncipe Ranariddh --cuyo partido ha sido disuelto por el gobierno y él mismo "juzgado" por un tribunal compuesto por colaboradores de Hun Sen--, la intimidación a la oposición política, la intervención de Hun Sen en la administración, y la casi desaparición de la guerrilla de los Khmers Rojos, luego de la muerte de su antiguo líder, Pol Pot.

Pero este reino de 10,3 millones de habitantes, donde la esperanza de vida media no supera los 53 años, con una renta per cápita de 270 dólares al año, además de carcomido por una corrupción omnipresente, tiembla ante la posibilidad de volver a ver enfrentadas a las diferentes facciones políticas y pagar una vez más las consecuencias. En treinta años, sólo se han conocido 4 años de tregua, período comprendido entre las elecciones de 1993 y el golpe de estado de 1997.

La dureza de la campaña electoral no augura nada bueno, a pesar de que el jefe de la policía afirmó esta semana que la violencia fue, esta vez, muy inferior a la de 1993, cuando la campaña fue organizada por la ONU. Sin embargo, los organismos de control de derechos humanos denuncian las medidas de intimidación y agresión contra la oposición. Algunos candidatos han sido detenidos, interrogados y golpeados por la policía. La ONU habla de trece asesinatos de marcado carácter político desde el 25 de mayo.

Los pronósticos están muy ajustados. El monárquico Frente de Unidad Nacional para una Camboya Independiente, Neutral, Pacífica y Cooperativa (Funcinpec) se beneficia de su imagen de víctima del grupo de Hun Sen. El demócrata Sam Rainsy, antiguo ministro del Funcinpec que ha luchado contra la corrupción, se beneficia de cierta popularidad en las principales ciudades, y podría constituir "la tercera fuerza" necesaria para la constitución de una mayoría. El Partido del Pueblo de Camboya (PPC), entretanto, está por debajo de ambos con un 10,3 por ciento en los sondeos previos. Pero el 63 por ciento de los encuestados no se pronuncian y los dos posibles triunfadores, el Funcinpec y el partido de Sam Raisy, no están preparados para aliarse con Hun Sen.

 

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