Palos por izquierda y por derecha Duhalde cuestionó el modelo |
Por Miguel Bonasso Al retirarse Carlos Menem de la competencia presidencial, Eduardo Duhalde ha quedado como blanco principal de los ataques de la Alianza, que ve en el gobernador bonaerense a un rival potencialmente más peligroso que el devaluado Presidente. Duhalde, por su parte, debe aguantar la embestida externa desde un terreno partidario que dista de controlar, donde afloraron ayer críticas conservadoras a su discurso en Neuquén. Una proclama en la que el gobernador dio por agotado el "modelo económico"; consideró a la "hiperexclusión tan peligrosa como la hiperinflación" y, parafraseando a Evita, fantaseó: "quiero presidir la República y que las nuevas generaciones recuerden que a comienzos del siglo XXI vino un presidente que junto al pueblo hizo realidad las utopías". Especialmente la "utopía" del pleno empleo "con una digna remuneración", que ocuparía el primer lugar en la agenda de la "tercera etapa justicialista". El fuego graneado de una Alianza que no quiere verlo a su izquierda, no se hizo esperar. Graciela Fernández Meijide le exigió las precisiones que los justicialistas le suelen demandar a ella: "No basta con decir este modelo no me gusta. Los candidatos del PJ van a tener que ofrecer un programa de gobierno a futuro". Y hubo varios fusileros radicales. Rodolfo Terragno dijo que Duhalde "es corresponsable junto con Menem de todo el daño que se le ha hecho al tejido social"; Leopoldo Moreau le señaló que llegaba tarde al diagnóstico de agotamiento y el intendente de San Isidro y precandidato radical a la gobernación de Buenos Aires, Melchor Posse, lo acusó de cínico. "El gobernador --dijo Posse-- habla ahora como si estos años hubiera sido el vicepresidente de Tanzania o el gobernador de Tanganika." El intendente, a quien molestaron las duras críticas que Duhalde formuló en Neuquén al gobierno de Raúl Alfonsín, le tiró con munición gruesa: "Fue cómplice del golpe económico de 1989 y es el responsable del hambre de millones de bonaerenses, de la violencia en la calles de nuestra provincia y de hipotecar el futuro de nuestros hijos permitiendo que la droga circule a diestra y siniestra". En el justicialismo, mientras tanto, se alzó la crítica del senador Eduardo Menem, que defendió el modelo económico impulsado por su hermano y ejecutado por Domingo Cavallo y Roque Fernández. "Hay mucho para hacer --dijo el hermano del Presidente-- pero dentro de este modelo que no está agotado ni hay que cambiar. Sería falta cambiarlo", enfatizó. De paso, el presidente provisional del Senado pidió a los periodistas que no lo cuenten, todavía, entre los aspirantes a la presidencia, porque debe meditar esa decisión. Pero admitió, en cambio, que podía escoltar a uno de los precandidatos a la presidencia. Aunque Eduardo Menem tuvo choques con su hermano por oponerse al intento re-reeleccionista y se lo mencionó como un intermediario entre Olivos y La Plata en los tensos momentos que precedieron al autodenominado "renunciamiento", esta salida a parar el discurso "reperonizante" del gobernador bonaerense, así como los propios rumores sobre su candidatura, son vistos por algunos dirigentes cercanos a La Plata como parte de una flamante estrategia de Carlos Menem para atomizar la interna. En las tiendas del vicepresidente Carlos Ruckauf se comenta, precisamente, que el primer mandatario" aplicará a partir de este momento una doctrina maoísta: "Que florezcan mil flores". Y por eso alentará una competencia diversificada entre Duhalde, Palito y el cauteloso Carlos Reutemann, más algunos candidatos de semifondo como su hermano menor o Antonio Cafiero, para tratar de evitar lo que más teme, que es la consagración de un nuevo "jefe". De este modo favorecerá indirectamente un debilitamiento del PJ que facilitaría un posible triunfo de Fernando de la Rúa (que según esta especulación sería su verdadero candidato in pectore.) En ese supuesto regresaría, después del fracaso electoral del PJ, a fustigar a los "mariscales de la derrota" y presentarse como el líder "proscrito pero no derrotado" con vistas al 2003. Una ilusión imposible de alcanzar con un candidato peronista que triunfe en el '99. Porque si lo hace bien se lanzará a un segundo período y si lo hace mal será derrotado por un postulante de la Alianza. De momento, frente a un Palito Ortega que no acierta todavía a romper el cascarón del delfinazgo y a un Reutemann, que goza de indudable prestigio provincial, pero todavía no alcanza suficiente proyección nacional, este Duhalde contradictorio y en buena medida vacilante --que es a la vez corresponsable y crítico de la era que agoniza-- ha tomado la delantera. Lo que supone ventajas y riesgos. Especialmente para un candidato al que le faltan cuadros y le sobran algunos dirigentes, como Alberto Pierri, quien tiene poco que ver con la "reperonización" del justicialismo y mucho con los vicios del menemismo. Pero a los que necesita para ganar las internas. Y todo eso de cara a una sociedad civil descreída del peronismo en particular y de la clase política en general, que en Neuquén condensó sus urgencias en el grito de un desocupado de Cutral-Co: "'¡Queremos laburo, Eduardo!"
|