| TODO LO QUE USTED QUERIA SABER...
Y NADIE PUEDE RESPONDER
En un texto inédito en castellano, el psicoanalista francés Jean Allouch discute toda noción de "identidad sexual".
Por Jean Allouch *
Hay una connivencia entre sexo y cita (rendez-vous): al sexo uno se entrega (rend) sabiendo a veces que "aquel que va a la cita, no es el mismo que aquel que la ha concertado" (André Gide). Lacan, al hablar del encuentro en el baile de máscaras, decía: "¡Horror!, no era él; por otra parte ella tampoco". Ahora bien, ya no estamos en la época en que se podía creer que, una vez caída la máscara, la verdad aparecería al fin en su resplandeciente desnudez. Esa desnudez sigue siendo una vestimenta: tras la mascarada, la ostentación, la cosmética, la apariencia, el faroleo, se encuentra... otra máscara. La prueba que califica la verdad del sexo pasa, sin duda, por esos juegos engañosos de espejitos (miroir aux alouettes: artefacto compuesto por una tablilla móvil provista de espejitos que giran y centellean por la luz del sol, para atraer a los pájaros), pero ella está en otra parte.
Y Foucault intervino. Lacan, desde su rincón, había intentado remarcar que no hay relación sexual. Sin embargo, salvo ese ligero perfume de escándalo que no hacía más que amenizar el malentendido (se supuso que él decía que nadie tenía encuentros sexuales), este enunciado era demasiado perturbador como para detenerse a extraer sus consecuencias: "¿Usted nos dice que ni siquiera el falo hace lazo entre hombre y mujer?: ¡usted bromea! ¡Revise sus clásicos! De ningún modo vamos a cuestionarnos en nombre de esa broma nuestra tan cómoda bisexualidad, prohibirnos llamar 'hombre' a quien a nuestros ojos es un hombre o 'mujer' a aquella que tiene el aspecto o las insignias, no vamos a tirar por la borda nuestra tan útil homosexualidad ni a abandonar nuestra teoría de la paranoia a la cual esa homosexualidad da su fundamento".
Mientras tanto, el acto sexual conserva su opacidad. Un poco como, en otros tiempos, la cámara girando discretamente hacia el follaje de la ventana mientras el espectador era invitado a imaginar, al ruego de no imaginar, eso que iba a suceder. Liberación sexual obliga, hoy la cámara se detiene algunas veces sobre los cuerpos entrelazados. ¡Pero no se aprende de eso por adelantado! ¡No se está mejor informado! Se está, siempre, igualmente burlado, estafado, privado de la revelación esperada. ¿Nos inclinaremos entonces hacia los teóricos de lo sexual? Los sexólogos están para declarar que la sexualidad de cada uno es un "patrimonio": ¡vayan a hacer el amor con un patrimonio! Y qué decimos del lado de los psicoanalistas, de eso que hace que la tensión suba, suba, suba (Freud llama a eso, vorlust, "el goce preliminar"), y bien, en un momento dado, el mejor, ¡cataplum!, ¿la cima de la cima deviene de pronto el punto de partida de una brusca caída? ¿Por qué el falo se sustrae en el momento sublime? ¿Y cómo es posible que estas cosas sucedan, por ejemplo, en el sueño, en el que puede haber orgasmo sin su intervención carnal? ¿Cómo es posible que cada noche millones de falos estén en erección mientras sus portadores están en los brazos de Morfeo, que las erecciones sean la mayor parte del tiempo sin Viagra y absolutamente vanas? Freud no pudo explicar que, en el acto sexual, el crecimiento de la tensión se produce exactamente en oposición a los principios fundamentales que él forjaba para el psicoanálisis (como el "principio de placer", es decir la disminución de la tensión). La disciplina "pansexual" se dio principios a los cuales lo sexual contraviene. ¿Sabemos cómo intervienen en la producción de la satisfacción del partenaire? ¿Nos damos cuenta de que el "período refractario", en el que el deseo parece haberse evaporado, varía de algunos segundos a varias decenas de años, e incluso a toda una vida? ¿Tenemos una teoría que diga cómo el encuentro sexual pone fin --provisoriamente-- a la violencia de la escena conyugal? ¿Sabemos por qué --como lo decía Leo Bersani al comienzo de un artículo de gran resonancia, "¿Es el recto una tumba?"-- el gran secreto del sexo es que people don't like it? ¿Qué quiere decir la especial miseria sexual en eso que llamamos la psicosis?
Aun cuando tanto Lacan como Foucault planteaban no sólo la cuestión de la verdad de la erótica, sino también aquella, subversiva, de la erótica de la verdad, el impacto de Foucault fue socialmente determinante. Su Historia de la sexualidad, así como algunos artículos decisivos, hoy reunidos en sus Dichos y escritos, llegaban a ratificar a un público cuidadosamente elegido, en el momento justo, un cierto número de acontecimientos a los que los especialistas casi no habían prestado atención. Comenzando por la muerte lenta pero pertinaz de la homosexualidad en los años 60. Hacía alrededor de un siglo que esta muerte se venía produciendo, y si bien Freud se negaba, en contra de las construcciones psiquiátricas de su época, a darle el estatuto de una enfermedad (él hablaba más bien de una "detención del desarrollo"), no debemos al psicoanálisis sino a la lucha de los "homosexuales" la salida de la homosexualidad del marco psiquiátrico y, más globalmente, de la bionorma. ¿El grupo concernido encontraría otro suelo para otra identidad? Justamente esto no sucedió en absoluto, como lo testimonia la serie de nombres que lo designan: homosexual, gay, queer, leather, etc. Ahora bien, contra algunos de sus miembros, Foucault defendió el "arrancar de un alegre tirón" (d'arrache-gai-pied) la concepción según la cual hay que encontrar o inventar un rasgo identificatorio común. A propósito de los movimientos de liberación sexual (Dichos y escritos, T. III, p. 667), Foucault declaraba: "Su finalidad fundamental es digna de admiración: producir hombres libres y esclarecidos. Pero justamente el hecho de que ellos se hayan organizado según las categorías sexuales --la liberación femenina, la liberación homosexual, la liberación del ama de casa-- es extremadamente perjudicial".
¿Por qué era tan importante ese rechazo? ¿Por qué es también tan decisivo hoy, en psicoanálisis, prohibirse de hablar de "sexualidad masculina" o "femenina", de "bisexualidad", o aun de "la diferencia sexual", como si esto existiera tan simplemente? Lacan respondería: "Porque es introducir el problema que se quiere tratar de una manera que lo transforma en insoluble". En efecto, es postular la existencia de una relación sexual que no sería más que aquella que se postula bajo la forma de una relación intersignificante entre "hombre" y "mujer": tal postulado es un abuso, un abuso sexual.
Foucault da la misma respuesta con un grado superior de generalidad. La sexualidad, dice, se acomoda muy mal a la identidad. Y uno imagina su risa al escuchar a algunos examinar gravemente los problemas de "identidad sexual". ¿Cómo hacer de manera que esta espantosa identidad no ocupe el terreno sexual? Foucault hizo extensos planteos con el fin de producir una solución: incluso imaginar para mañana, con Artaud, Deleuze, Guattari, una sexualidad liberada de la preocupación del pene, de la vagina, del orgasmo. Será una cita divertida la de esa mañana, ¿no es cierto? Pero de pronto se escucha: si cita y sexo están conexos hasta ese punto, ¿no será porque el sexo, cualquiera que sea la identidad sexual presumida de aquel que se entrega a la cita, es justamente el lugar de una rendición, el lugar donde uno se rinde?
Se opone por lo tanto al cristianismo, quien también exige una rendición, aunque no la misma. Parece también susceptible de enredarse con la muerte, ilusión que para nada parece mermar la certeza biológica según la cual se trata de dos problemas diferentes. La prueba es la existencia de formas de vida cuya reproducción es no sexuada.
* Psicoanalista francés, miembro de l'Ecole Lacanienne de Psychanalyse.
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