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Francia abrió el debate sobre la legalización de la eutanasia

El caso de la enfermera que ayudó a morir a 30 pacientes despertó una polémica que promete derivar en un cambio en las leyes.

PAGINA/12 EN FRANCIA

Por Eduardo Febbro desde París

t.gif (67 bytes) La conmoción que suscitó este fin de semana en Francia el caso de una joven enfermera de 28 años que practicó la eutanasia en unos 30 pacientes de entre 72 y 88 años a partir del 1º de enero de 1997 dio lugar a un debate duro y ambiguo. Por un lado, los poderes públicos reconocen la ausencia de leyes y prometen una reactualización de la ley; por el otro, respetando los mismos lineamientos de la legislación actual, condenan el acto. La situación es tanto más ambigua cuanto que la enfermera, que trabajaba en un hospital de Mantes-la-Jolie, en las afueras de París, no está detenida, ninguna de las familias apeló a la Justicia, el hospital donde trabaja no presentó querella y el fiscal adjunto encargado del caso explica la libertad de la enfermera por el "contexto particular", al tiempo que recalca: en los "hospitales existen prácticas que encuentran una aprobación tácita de las familias y de los equipos médicos".

La historia de Christine Malevre es ejemplar desde el principio. Su carrera profesional empezó en 1996 en el hospital de Mantes-la-Jolie. Un par de meses después de haber entrado en servicio, la enfermera asistió a una escena terrible que, según explican sus colegas y los médicos del hospital, puede "explicar lo que ocurrió después". La joven presenció la muerte de una enferma de 76 asesinada por su marido de dos tiros en la cabeza. El hombre, que no soportaba ver sufrir a su mujer, se dio luego la muerte. El drama se produjo en el servicio de neurología, donde casi dos años después los responsables iban a constatar "un número elevado y anormal de decesos" de pacientes en fase terminal.

Las investigaciones que realizó la policía judicial francesa condujeron la pista hasta Christine Malevre. La enfermera reconoció los hechos e incluso intentó luego suicidarse. A pedido de los pacientes y de sus familias, la enfermera ayudó a morir a unos 30 ancianos incurables.

La gran emoción que despertó este caso en el país se explica por el carácter fuera de lo común de la historia y por las falencias que revela. No existe en Francia una disposición de ley clara al respecto. Como lo reconoció el secretario de Estado de Salud, Bernard Kouchner, "tanto sobre el dolor como sobre los cuidados paliativos tenemos 20 años de atraso con respecto a Gran Bretaña o los países del norte de Europa". De hecho, la historia de Christine Malevre amplifica un debate importante. En Francia, "la muerte es un monopolio de la técnica médica. Se intenta curar a la gente hasta un límite extremo, en detrimento del dolor".

Los médicos dividen en dos los casos de eutanasia: "la pasiva", es decir la decisión colectiva --médicos, enfermeras-- de poner fin al tratamiento, y la eutanasia activa, individual y marginal, como ocurrió con la enfermera francesa. Si la segunda es excepcional, la primera es una "práctica masiva" que, sin embargo, sigue siendo considerada como un "delito de no asistencia".

Por primera vez y de manera frontal, Francia asume el debate sobre "el fin de la vida" en un país donde el 75 por ciento de las personas muere en el hospital. "La historia de Christine Malevre es impensable sin la ambigüedad que rodea aún la muerte en el hospital", escribe en su editorial el matutino Libération. El conjunto de los editoriales van en el mismo sentido, tanto más cuanto que si bien existen equipos de cuidados paliativos y hasta unidades especializadas en el fin de la vida, estos servicios son ampliamente minoritarios. El secretario de Estado de Salud afirmó que la "eutanasia es un fracaso para todo el mundo" y propone ahora intensificar la creación de equipos especializados de acompañamiento. El debate no tardará en convertirse en un proyecto de ley, a fin de actualizar una legislación cuya ausencia no oculta la realidad de la muerte.

Una enfermera que trabaja en el servicio de cancerología de un hospital parisino dijo a Página/12 que el "problema no es sólo legal, sino también profesional. Muchos médicos rehúsan aceptar cualquier tipo de eutanasia porque esto representa para ellos un fracaso personal". El senador Calvet, presidente de la Asociación por el Derecho de Morir en Dignidad, asegura que "siempre denunció esa hipocresía: el tabú del cuerpo médico que no acepta reconocer lo que se practica".

 

Sólo penas muy leves

La palabra eutanasia ni siquiera figura en el Código Penal francés. En el campo del derecho, hacer menos extenso el sufrimiento de un enfermo está considerado como un "homicidio voluntario". La ley lo sanciona con 30 años de cárcel. Esa es la ley, pero la realidad humana es muy distinta. Cada año, decenas de personas comparecen en los tribunales por haber acortado la vida de un ser querido que sufría mucho. Los casos son dramáticos: una madre que mata a su hijo víctima de un terrible accidente de auto, un padre que asfixia a un recién nacido sin posibilidades de vivir dignamente. Cada vez, los magistrados se enfrentan con la misma contradicción: la eutanasia como arma de compasión y la ley que castiga. Por lo general, el Ministerio Público se muestra clemente y los jueces emiten un veredicto compasivo: en la mayoría de los casos son penas leves y en suspenso.

 

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