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Por Mark Tran desde Nueva York La industria automovilística de Estados Unidos ya no es lo que era. La huelga de dos meses en General Motors (GM) atrajo escasa atención. GM es la empresa de autos más grande del mundo y ayer reanudó sus operaciones en dos de sus 29 fábricas. La situación puede endurecerse si la disputa por 2000 millones de dólares entre GM y el sindicato automotor United Auto Workers persiste hasta setiembre, como predicen algunos trabajadores del sindicato. Por ahora, los salones de exhibición de automóviles tienen suficientes automóviles GM en stock como para cumplir con la demanda hasta bien entrado agosto. Y si la huelga termina pronto, GM tiene tiempo de sobra para aumentar fácilmente la producción con horas extras para satisfacer los pedidos. Los economistas consideran la huelga que dejó sin trabajo a 193.000 personas como una bendición encubierta. Esperan que la huelga recorte un 0,5 por ciento del crecimiento económico en el segundo trimestre, lo que significa buenas noticias para la tranquilidad de Wall Street, en una economía como la norteamericana, que crece demasiado rápido. Esta falta de alarma señala la declinación de la importancia de una industria de estilo antiguo, que en otra época fue considerada líder. En la década de 1920, Alfred Sloan, el creador de GM y su presidente durante 33 años, dijo que su compañía sería conocida por "fabricar autos al alcance de cada bolsillo y para todo propósito". GM también le dio al mundo la frase "Lo que es bueno para General Motors, es bueno para Norteamérica". GM todavía hace 178 mil millones de dólares con sus ventas anuales, pero el panorama económico de Norteamérica está cambiando, y caen las viejas industrias con sus chimeneas humeantes y sube el sector de alta tecnología, simbolizado por Microsoft e Intel. Basta con pensar el escándalo público si Microsoft parara por alguna razón, aunque esta medida de fuerza es improbable, ya que es una empresa que no admite que sus obreros pertenezcan a sindicatos. Para GM, la huelga es, sin embargo, otro revés para una empresa que trata desesperadamente de recuperar su antiguo éxito. Desde que Jack Smith se hizo cargo como presidente después de un golpe en la junta directiva contra Robert Stempel en octubre de 1992, muchas cosas han mejorado. El putsch dirigido por los accionistas institucionales de GM llevó a una recomposición de la dirección que logró muchos elogios para su gobierno corporativo. Smith, que surgió de los rangos de GM, se hizo cargo en un momento en que la compañía estaba por quebrar, después de perder 30 mil millones de dólares desde 1990 a 1992. Smith logró salvar a GM al remodelar y modernizar un poco viejos modelos como el Buick Century y el Chevrolet Corsica a precios más bajos que la competencia. Pero el mundo se movió más rápidamente que GM. A pesar de todos sus progresos, GM no pudo mantenerse a la altura de Ford y Chrysler, para no mencionar a sus rivales japoneses. Los ingresos de GM por vehículo son menores que los de Ford o de Chrysler. Mientras que la productividad del trabajador en las plantas de GM ha mejorado, todavía está por debajo de Ford, para no mencionar Toyota y Honda. La reciente fusión Daimler-Chrysler y la especulación de un pacto Volkswagen-Volvo sólo sirven para aumentar la presión sobre GM. Esa presión explica la decisión de GM de tomar partido por una línea dura en la presente disputa, animada por la decisión de la compañía de imponer condiciones desventajosas de trabajo durante la venta de las plantas en Delphi. GM necesita sacarse de encima a 30.000 o 40.000 obreros para poder igualar a sus rivales en Detroit. GM tiene que cargar con la maldición de las peores relaciones laborales de todos los fabricantes de automóviles y posiblemente de toda la industria de los Estados Unidos. Tuvo una docena de huelgas en los últimos años que le costaron 2900 millones de dólares. Y las relaciones laborales deficientes sólo pueden ser un obstáculo para los cambios drásticos que se necesitan. GM tiene demasiados modelos (56), demasiadas plantas de ensamblaje (29) y demasiados trabajadores (220.000), para su porción del mercado de Estados Unidos. (Traducción: Celita Doyhambéhère)
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