![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
|
Por Cecilia Hopkins
Una desflecada versión de la marcha peronista, compuesta para bombo, trombón y clarinete, preludia en vivo los textos que interpreta Aldaburu. Mientras ella recita "La Murga Los Polacos", la luz dibuja en sus facciones claroscuros tenebrosos y los instrumentos aportan sonidos desarticulados. En "Canción de amor para los nazis de Baviera", la actriz matiza con pequeños gestos una voz expresiva que a sabiendas se va tornando casi inaudible. Alrededor de una mesa y debajo de una gran tela pintada por la artista Adrianne Gallinari, los actores Gabriel Correa, Luis Herrera y Luis Ziembroski se reúnen para decir, cada uno a su modo, fragmentos del largo poema que da título al espectáculo. A la manera de una pieza radiofónica, "de esas que nunca escucharemos en una FM", como aclaran en el programa de mano, los actores buscan imprimirle un ritmo cambiante al discurso, transforman las palabras en murmullos o sacan sonidos de sus instrumentos. En el curso de la interpretación, todo está permitido, hasta deformar la propia voz, cubriendo la boca con un vaso. Una cinta grabada desgrana las mismas palabras, en otro tiempo. El grupo trabaja el texto labrando en vivo una superficie sonora continua, una urdimbre de texturas variadas que integra los sonidos incidentales con el modo particular que cada uno elige para decir los versos. Ahí se enlazan ecos de pregones con el ritmo enloquecido de las transmisiones deportivas, el fraseo de una canción romántica con el acento de un tango reo y distorsionado. En uno de los mejores momentos, la letanía cruel del poema encuentra su cadencia en el remedo de una murga disonante. "Por qué seremos tan hermosas" es el último de los textos del espectáculo, y es interpretado en conjunto. Para esa última escena, en la que sólo se ven las piernas de los cuatro actores bajo la mesa, el grupo parece haberse inspirado --y tal vez haya sido así-- en una vieja foto que muestra a los artistas del futurismo italiano en una performance de 1915, mientras ponían en escena una obra de su "teatro sintético". Como en aquella experiencia, los actores se ven de la cintura hacia abajo, mientras sus piernas se mueven en una secuencia breve. Sólo que aquí, dos pares de piernas masculinas aparecen cubiertas por medias de red y acompañan sus descoordinados movimientos con una lluvia lánguida de papel picado, en un burlón fin de fiesta.
|