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Por Mariana Enríquez Cuando la cámara muestra la nariz destrozada del cadáver de Eva Perón, dos quinceañeras que se ubican en la tercera fila de la sala de cine de Buenos Aires No Duerme se sobresaltan. Más tarde preguntarán si la imagen es trucada o, peor aún, si se trata de un documental o una ficción. Cuando se les asegura que es un documental y que ya se vio por la televisión argentina se quedan aún más sorprendidas. "Yo había escuchado cosas del cadáver y eso cuando fue lo de la película de Madonna --dice Agustina, la más alta de las dos--, pero no sabía que era para tanto." Lo que impresionó a las chicas fue el documental de Tristán Bauer --basado en una investigación de Miguel Bonasso-- Evita: la tumba sin paz, que se proyectó ayer en la sala de Buenos Aires No Duerme inaugurando el ciclo de documentales, que continúa hasta el sábado, un día antes del cierre de la muestra, adonde hasta anoche habían concurrido 600 mil personas. Hoy a las 13 se proyectará Prohibido de Andrés Di Tella, el viernes 31 (siempre a las 13) Cazadores de Utopías de David Blaustein y el sábado Tinta Roja, de M. Céspedes y C. Guarini. Ese mismo día, después de la proyección, se cierra el ciclo con una mesa redonda donde participarán todos los realizadores. Evita: la tumba sin paz es un documental con guión e investigación de Miguel Bonasso producido por Channel Four, aclamado por la crítica en Gran Bretaña. Pensado para que fuera de fácil comprensión por el público británico, es lo suficientemente claro como para que quien no esté al tanto de la historia argentina de las últimas décadas pueda entender todo lo sucedido. Fue estrenado para televisión en marzo de 1997 (se vio por Canal 13) y lo más novedoso, al menos visualmente, lo constituían las fotos que el propio Juan Domingo Perón le tomó al cadáver de su mujer en Puerta de Hierro, poco después de que le devolvieran el cuerpo embalsamado tras 16 años de misterio. Eduardo (35), uno de los que se acercaron a Buenos Aires No Duerme ayer al mediodía, se había perdido esa emisión televisiva "y ni siquiera sabía que la daban, me di cuenta mirando el programa. No me interesa especialmente el tema de Eva Perón, pero siempre es interesante ver algo serio entre tanto asunto de Madonna". Otras adolescentes discutían en la cola acerca de si la película que pasaban era o no "la de Esther Goris". En la sala casi todos eran menores de 30: Julián, que estudia cine ("me interesa la producción de Bauer, es de lo mejor de acá") se entusiasmaba con los detalles macabros. "El tema es buenísimo en todo sentido, si hasta parece una ficción porque, para una película de terror, no puede haber un guión mejor", dijo a Página/12 Lo más interesante del ciclo de documentales es, además de la calidad del material, el horario. Porque las 13 horas es un momento relativamente tranquilo de Buenos Aires No Duerme: por la noche es casi imposible acceder a la sala de cine o a la de teatro, que no son lo suficientemente grandes como para abarcar la convocatoria. Esa es una de las principales críticas que se repiten en el libro de quejas que está en la mesa de entrada de la muestra. "Nos quedamos con las ganas, agranden los lugares o no dejen pasar a los colados... estuve haciendo cola 2 horas", insisten los que firman. Las otras críticas excluyentes son de índole doméstica: "tienen que vender alcohol" y "pongan algo para que haya agua para el mate". Y, perentoriamente, "un lugar para sentarse. Todo muy lindo, pero no se puede estar toda la noche caminando".
¿Por qué va cada vez más gente a estos
eventos? Cumplidas las primeras 150 horas de "Buenos Aires no duerme", ya son más de 600 mil las personas que concurrieron, cifra que iguala --cuando aún faltan cuatro días-- la alcanzada en 1997. La espectacularidad del aumento del público con respecto al año pasado tiene varias explicaciones: la ampliación del espacio (de 3600 a 19 mil metros cuadrados), el agregado de nuevas disciplinas (diseño de indumentaria, radio en serio y cocina, entre otras), la avidez de consumo cultural que los jóvenes y las familias con niños demuestran en Buenos Aires durante las vacaciones de invierno y finalmente una especie de militancia democrática apartidaria, una sensación de ser parte de fenómenos imposibles durante los gobiernos totalitarios característicos de otras épocas. La cantidad de público que se acercó para participar activamente o sólo para curiosear entre la variedad de actividades sorprende incluso si se compara con eventos del mismo estilo que anteceden a este encuentro. La organización de muestras gratuitas dedicadas a los jóvenes se remonta a 1989, cuando se realizó la Primera Bienal de Arte Joven, que abarcaba un total de 10 rubros, desde rock, cine y plástica hasta música clásica. En esos años de efervescencia por el recambio democrático, las instalaciones del Centro Cultural Recoleta, el Palais de Glace y los jardines adyacentes --que albergaron a la muestra-- fueron visitadas por una concurrencia estimada en 250 mil personas durante diez días de marzo. La Nueva Bienal, organizada por la Subsecretaría de la Juventud de la comuna porteña, se concretó en diciembre de 1991 en un galpón de Puerto Madero y, durante tres semanas, convocó a un total de 350 mil jóvenes y adolescentes. La experiencia se repitió en 1993, todavía la Capital bajo gobierno menemista, pero terminó en caos: los artistas jóvenes hicieron abandono del evento, acusando de "desorganización" y "estafa" a los responsables de Fundar (Fundación Argentina para los Jóvenes) y cuestionaron las malas condiciones del lugar donde se realizó, la Sociedad Rural Argentina. Bautizada como "Buenos Aires-Ciudad Joven", la tercera edición de la bienal recibió a sólo 30 mil personas. La FUBA, en conjunto con el Centro Cultural Ricardo Rojas y la Secretaría de Cultura de la Facultad de Sociales de la UBA, tomó la posta en 1994 realizando la primera muestra cultural juvenil "Buenos Artes Joven", en el C.C. Recoleta de esta Capital. Conforme con la convocatoria lograda, la FUBA, manejada por el radicalismo, reeditó su propia Bienal de Arte Joven en setiembre del '96, logrando cautivar a más de 100 mil personas en actividades vinculadas con literatura, cine, video y teatro, y los recitales de rock. Los antes citados aparecen como los antecedentes más cercanos que derivaron en "Buenos Aires No Duerme", un fenómeno que le sacó la modorra a la ciudad, quitándole el sueño a muchos jóvenes que mantenían dormitando sus ansias de expresión cultural.
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