Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


DE BISMARCK A CARACALLA 
Por Osvaldo Bayer   

 

na32fo01.jpg (8100 bytes)


t.gif (862 bytes) Bonn, Alemania. No todas son malas noticias en este mundo globalizado. Está bien así. Pero antes hablemos de la realidad y después veamos la cara positiva, para quedar tranquilos. Por un lado hasta el deporte ha llegado ya al fondo de la indignidad, con lo ocurrido con la Tour de France, que marca por otra parte a dónde nos lleva el ansia de dinero y de poder económico que ha pervertido hasta una carrera de bicicletas. Sí, una carrera de bicicletas, que tendría que ser lo más inocente y alegre: eso de recorrer paisajes y visitar pueblos y ciudades por el propio esfuerzo de mover los pedales. Lo que antes se llamaba el espíritu olímpico. Ahora todo es dinero con sponsors, intereses comerciales, guerra entre los medios, por conseguir derechos y una cada vez más interesada y corrupta camada de funcionarios del deporte. Pero bien, no es éste el peor de los aspectos de la sociedad capitalizada y globalizada. Hay gente que se muere de hambre en este mundo que supimos conseguir. En este mundo en el que todos cooperamos en matar las utopías. No, hemos prostituido hasta el deporte. Más todavía, hemos prostituido hasta la niñez. Que es como prostituir las flores. El gran tema de estos últimos quince días en esta Europa del verano del sol y las lluvias es el de la red de pornografía infantil. Ya ni respetamos lo más sagrado. Lo inocente: la niñez, esos cuerpecitos de ángeles tan delicados y tan indefensos. Dinero, droga, sponsors. El laissez faire económico, todo lo demás es subversión. Vender es la clave, la ganancia como primer mandamiento de la Ley de Dios. La camiseta azul y blanca con Adidas. La novena sinfonía de Beethoven con un cartel de letras doradas: "Auspiciada por Mercedes Benz". Ludwig van Beethoven, con la leyenda Adidas en el paletó y con la marca Mercedes Benz en el orillo. ¿Vos sos uruguayo o argentino? No, soy de Adidas; y yo, de Nike. En televisión, los niños del Sudán que se mueren de hambre parecen ya gusanitos, nos miran con los ojos grandes del acusador. Tienen rostros de ancianos. En sus ojos algo de sabiduría en la muda acusación. Sudán está a cinco horas de los grandes centros más ricos del mundo: con un puente aéreo podría paliarse la tragedia ya. El dirigente sudanés Rick Machar acaba de decir claramente las razones. Estados Unidos quiere voltear el gobierno de Khartum y le ha aplicado sanciones. Globalizados y flexibilizados, entre la prostitución y el hambre. Todos los días hay gente del Tercer Mundo ahogada en el Mediterráneo porque quiere entrar al Primer Mundo. En todas las fronteras de Europa vale lo del Mediterráneo. Se han convertido en barreras de la desesperación de los que golpean las puertas del Primer Mundo.

Y aquí viene justo el centenario de la semana. Toda Alemania recordó al canciller de hierro, Otto von Bismark, muerto hace cien años. Un conservador inteligente: para parar las luchas obreras contra la explotación no siguió el ejemplo del rey de Prusia que, ante la revolución democrática dijo: "Contra los demócratas el único remedio son los soldados" (en alemán se puede decir en versito: "Gegen Demokraten helfen nur Soldaten"). Es decir, la receta seguida por nuestros conocidos Pinochet y Videla. No, Bismarck, para mantener el sistema, es decir, para que los poderosos siguieran gozando de su riqueza, aprobó leyes fundamentales que exigían los socialistas: la ley de seguro por enfermedad, el seguro por accidente de trabajo y el seguro por vejez e invalidez, es decir, la de jubilación y pensión. En cierto sentido, les ganó de mano a los socialistas, dio algo para no perder todo.

Uno de los pensadores más claros de la actualidad alemana, el historiador Wolfgang Mommsen, ha escrito --en un ensayo sobre Bismarck-- estas palabras sobre la actualidad y lo hecho hace cien años: "Política social es, al parecer, un producto pasado de moda en el presente. El ideal del Estado benefactor, que prometía a todos los ciudadanos un mínimo aceptable de vida aun en las peores condiciones, ha perdido en muchos lugares su brillo de antes. En todas partes se oye el grito de: 'desmontar el Estado social', ya que --dicen-- no pueden seguir sosteniéndose debido a las consecuencias de la llamada globalización, porque ese antiguo Estado social impide la necesaria flexibilización en el empleo de las fuerzas de trabajo y porque no pueden ser financiadas". "Entretanto --sigue diciendo el historiador Mommsen-- se ha podido constatar con cierta exactitud que la economía de mercado --de sí misma-- no es capaz de producir los medios y las formas para impedir la miseria social y el deterioro de partes de la población. Más que eso, en las sociedades prósperas occidentales nos estamos confrontando con el fenómeno llamado de "la nueva pobreza" que no quiere adecuarse de ninguna manera con la teoría liberal --nuevamente actual-- de la fuerza autorreguladora del mercado. Por eso debemos partir de la realidad que hoy no sólo en las sociedades del Tercer Mundo sino también en el corazón de las sociedades prósperas postindustriales de Occidente, entre ellas Alemania, existe pobreza --no creada por propia culpa-- en partes de la población, y justamente no siempre en franjas que antes se asignaban siempre al proletariado. Esto nos da motivo a mirar hacia atrás y reconsiderar la legislación social-política de Bismarck, que marca el principio de la construcción de los sistemas sociales modernos de todos los Estados europeos".

Después de hacer un detallado estudio de las leyes sociales del tiempo de Bismarck y compararlas con el desmantelamiento de las conquistas sociales del sistema actual, finaliza diciendo el profesor de la Universidad de Dortmund: "Hay sólo una cosa segura; que el mercado libre, como tal, no puede solucionar los problemas de una sociedad que provoca --en medio de una riqueza que se acrecienta cada vez más-- una pobreza ascendiente y la humillación de partes de la población".

Los poderosos del dinero en vez de aprender del conservador inteligente Bismarck se han lanzado a una obscenidad que encontraría su paralelo en Nerón y Caracalla. Así como en la Argentina vale como ejemplo quien se compre el auto más caro, así en Alemania se ha comenzado a fabricar el Maybach, el auto más apetecido por los superficiales del poder.

Bien, pero dejemos las pálidas y vayamos a las buenas nuevas: anoche, en televisión, el presidente de Daimler Benz, emocionado, casi con lágrimas en los ojos, anunció que la empresa había ganado el primer semestre de 1998, el doble que en el mismo período del año pasado. Y usando ya el idioma en los términos de los que hacen y deshacen el mundo dijo: "Hay que ponerse contentos porque una empresa próspera es un ejemplo de acción social". Aplausos. Me ganó.

Pero ahora sí, una buena noticia sin ironías. Quince organizaciones católicas y evangélicas y otras de derechos humanos han organizado la campaña "Vestir con dignidad" en la cual se pide a la población que no compre prendas deportivas de la firma Adidas ya que es público y notorio que la citada empresa fabrica en Asia, América Central y Europa del Este pisoteando las leyes mínimas de dignidad del trabajo: hasta 15 horas en seis y siete días por semana trabajan mujeres jóvenes por 80 dólares al mes, en locales estrechos y condiciones ambientales que provocan diversas enfermedades. Es una campaña en toda Europa. El ser humano no se rinde. Para que, por lo menos, que los empresarios de Adidas miren hacia atrás y aprendan del conservador Bismarck, que murió hace cien años.


PRINCIPAL