El pensamiento vivo de Playboy
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Por Pedro Lipcovich Pocos argentinos tuvieron la suerte de pasar un rato en un hotel con Victoria, Layla y Lisa. Por eso Página/12 hizo la experiencia para compartirla, hoy, con sus lectores. Y esta nota también es imprescindible para las lectoras, ya que conocer en profundidad a esas chicas equivale a saber, con toda precisión, qué desean los varones argentinos. En efecto, ellas fueron designadas por los más célebres especialistas en deseo masculino --el grupo Playboy-- luego de una reunión a puertas cerradas en la que se estableció el perfil del paladar nacional en materia de mujeres. Las playmates vinieron a promocionar un nuevo canal erótico de TV, y ya se fueron para siempre. En el centro exacto de las Jornadas de TV por Cable, toda esta semana en Costa Salguero, hubo una especie de plazoleta circular, rodeada por escenografías en colores y presidida por la imagen del conejito Playboy. A un costado y como fuera de lugar, hubo un gran afiche de la película Cinema Paradiso, con Philippe Noiret llevando en su bicicleta al chico y, en los lugares de las caras, agujeros para fotografiarse, entrar en la película. Pero ni Philippe ni el chico tenían cara el viernes pasado porque, allí, todos esperaban salir en otra foto. Las chicas se hicieron esperar desde el mediodía. A la una y media hubo una especie de torbellino y unas formas altas, luminosas, parecieron brotar de la nada: allí estaban las tres. Se llama playmates a las modelos que, una por mes, tienen el privilegio de aparecer desnudas en la lámina central de la revista. Son elegidas por la plana mayor de la corporación, supervisada por el legendario rector del multimedio del deseo, Hugh Hefner. Lisa Dergan lo consiguió en julio de este año; Layla Roberts, en octubre del año pasado y Victoria Zdrok, en octubre de 1994. Las tres son muy distintas. Victoria: altísima, platinadísima, pollera negra ajustada mínima hasta donde nacen los muslos y su blusa, con manchas de piel de leopardo, se abre para ofrecer el desborde de sus tetas. Victoria junta los labios pintados de violeta, se mueve, tira besitos, lleva la pose sexual casi hasta la caricatura. En realidad, esta hembra es la mitad de la doble personalidad de Victoria Zdrok: es la Miss Hyde de una doctora Jekyll que tiene una maestría en psicología y un doctorado en leyes. Layla, en cambio, está vestida casi como cualquier chica de barrio: camisetita rosa, jeans. Morena, ojos negros agudos, cabello virado al rojo. Bajo la camisetita rosa, su cuerpo traza relieves como porque sí. Ella se sienta, se echa el pelo para atrás. No posa, o su pose es no posar. Observa, atenta. Liza lleva un vestido negro casi hasta la rodilla, bien en contraste con la pollerita de Victoria. Es rubia Liza, carita como desconcertada bajo tanta luz, tanto fotógrafo de cámara potente. Las playmates reciben los flashes, firman autógrafos. Mientras tanto, decenas de hombres forman cola para fotografiarse con ellas. Ya está preparado el fotógrafo oficial con su polaroid. Ya desfilan los varones, uno por vez a ponerse entre dos chicas. Avanzan con sonrisas tontas. Casi todos son más bajos que ellas. Desde una distancia infinita, las playmates les ponen los antebrazos en los hombros y sonríen distraídamente. Ellos sonríen torpes, las caras transpiradas, la ropa llena de irreparables arrugas. Algunos, los más audaces, llegan a posar una mano tímida en la cintura de las mujeres. Inaccesibles. No hay Viagra que permitiera alcanzarlas. Diosas: no por hermosas sino por el Cielo mediático al que pertenecen. La mayoría de estos varones son de 20, 30 años, pero los hay mayores. Tras el breve abrazo se retiran obedientes, cada uno con su fotito: "La voy a ampliar, voy a hacer un poster en toda la pared de mi casa", se emociona alguien junto al afiche agujereado de Cinema Paradiso.
Con las tres en el hotel A las dos y cuarto, las chicas se retiran y Página/12 tiene el privilegio de acompañarlas en su limusina (uno de los vehículos más incómodos que existen). En el viaje hacia el Sheraton se las ve un poco cansadas. Esta misma noche de viernes deberán viajar de regreso a Estados Unidos. Bromean con el recuerdo de un cóctel en llamas, quemada, que les hicieron probar; Layla tiene ánimo para elogiar el abominable paisaje del tramo entre la Costanera y el hotel. Liza permanece callada, de a ratos bosteza. Ya en el hotel y bajo la mirada atenta de los ejecutivos de la empresa, las playmates revelarán a este diario sus más íntimas verdades. Primero habrá que pasar de un restaurante a otro para que Playboy complazca el deseo de sus niñas: italian food. "Soy ucraniana --confiesa Victoria Zdrok--. Llegué a Estados Unidos en 1989, cuando yo tenía 16 años, gracias a una beca. Estudié muchísimo." Victoria tiene un master en psicología y un doctorado en leyes. --¿Cómo decidió la doctora posar desnuda en Playboy? --Yo estaba en un restaurante de Chicago con unos amigos cuando apareció un agente de la revista, de esos que andan buscando chicas lindas, y me ofreció posar. Yo primero dije que no... --¿A qué se debió esa inicial resistencia? --Es que pensé que era de mentira, que era una broma; mis amigos se empezaron a reír... En la Unión Soviética esto de la moda no tenía ninguna importancia, la mentalidad era que había que estudiar, ser doctora, nunca me había pasado por la cabeza ser modelo... Además yo creía que era gordita, que no era atractiva... --junta sus labios pintados de violeta y los entreabre para el italian food. Layla Roberts, en cambio, no cursó altos estudios. --¿Desde chiquita quería ser modelo? --No, yo no: mi mamá. Ella era modelo y siempre me dijo que yo también... ¿Cuáles son los proyectos de esta diosa? --Trabajar en cine --contesta, con alguna vacilación. Según la información suministrada por Playboy, "Layla aparece en La vida dorada con Sylvester Stallone, y ahora los productores de películas están detrás de ella". ¿Y Lisa? --Nunca me había pasado por la mente ser modelo. Yo estudiaba decoración de interiores en la universidad. Cuando me apareció la oportunidad no dudé en hacerlo. Porque era buen dinero --dice, y no sonríe, y mira a los ojos. Pero la información más importante, la que concierne al ser nacional, no la suministró ninguna de las diosas sino una mujer menos llamativa y más terrenal. La pregunta era: ¿por qué eligieron a estas chicas en especial para que vinieran a la Argentina? --Los ejecutivos de la empresa nos sentamos y lo discutimos --contestó
Ana María Viaud, directora de Comunicaciones de Playboy TV Latin America--finalmente
decidimos traer a estas chicas porque ustedes prefieren las rubias y las intelectuales. |