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Por Gabriela Carchak El nivel del hóckey sobre césped femenino de Argentina está instalado entre los mejores del mundo. Las jugadoras nacionales, a pesar de las numerosas ofertas que reciben y tal vez por tradición, se rehúsan a partir al exterior para convertir su pasión en una ocupación redituable. Vanina Oneto, goleadora de la Selección Argentina, y referente obligado de las delanteras locales, rompió con la leyenda y viajó ayer rumbo a Holanda para jugar una temporada en el equipo campeón: el Den Bosch. "Allí, las jugadoras no son profesionales aunque podrían serlo --se ataja Oneto, respecto a la posibilidad de convertirse en 'jugadora profesional' de hóckey, en el país que ostenta los últimos títulos olímpico y mundial--. Todas las chicas que actúan en la Selección reciben un auto, muy buenas viviendas, dinero de la empresa de palos que utilizan, están totalmente becadas en las universidades, tienen todas las facilidades y el tiempo para entrenarse. Además el Estado les da una beca, sé que puede considerarse como rentado, pero en realidad no lo es." A partir de esa reflexión surge, casi obligadamente, la comparación de situaciones. "La Secretaría de Deportes nos otorga un estímulo de 400 pesos para las veinte jugadoras de Selección, pero nosotras somos más de veinte, así que dividimos el dinero y nos quedan unos 360 pesos a cada una; somos realmente amateurs." Holanda sostiene una de las ligas de hóckey más fuertes del mundo con su propio sistema de ingresos y patrocinantes, lo que la convierte en una entidad independiente y poderosa, que ofrece a sus integrantes la chance de una dedicación más intensa al deporte. "Acá hay una negación a la sponsorización, por eso no puede mantenerse una estructura de torneo profesional. Por ejemplo: está prohibido que a mí me ofrezcan plata para usar cierto producto. Los dirigentes no autorizan a una jugadora a recibir dinero, o productos de un sponsor que pueden ayudar a paliar una serie de necesidades que nadie salda. Yo sigo viajando en tren y colectivo. No entiendo por qué la Asociación no autoriza que se patrocine a las jugadoras para que puedan estar mejor. Sí permiten los sponsors en las entidades, pero no en las personas: ésa es una antigüedad." La tradición amateur del deporte hace que se practique como una actividad paralela a la que será su sostén de vida, y aunque las ofertas de los equipos europeos son constantes, en la mayoría de la ocasiones no logran el cometido. Vanina relata: "Tienen mucho interés en que vayan argentinos a jugar, porque ellos dicen que nosotros jugamos con el corazón, que somos un equipo que con el palo y la bocha juega muy bien, pero que nuestra diferencia está en que ponemos el alma, y eso es lo que los entrenadores quieren lograr en sus equipos". La atacante aceptó la propuesta del Den Bosch pensando en su futuro y Argentina. "Quiero crecer en este deporte, ayudar a mi Selección a alcanzar el máximo objetivo, una medalla en Juegos Olímpicos. Sé que puedo mejorar muchísimo y pasar mi experiencia aquí para que todas mejoremos. Voy a perfeccionarme; allá voy a tener una dedicación exclusiva, sin tener que preocuparme por otras cuestiones que me aíslen. Mi objetivo son los Panamericanos de Winnipeg, en 1999, y, si Dios quiere, Sydney 2000." Los únicos temores se centran en el olvido, en la desidia de quienes dirigen el deporte y manejan su destino: "Tengo miedo de que cuando vuelva no me recuerden, que la gente diga 'ah, vos eras esa chica que jugaba en la Selección y que se fue' y que nadie hable más o tenga noticias de lo que uno hace fuera del país. No quiero que se olviden. Temo que los desmemoriados no reconozcan que me fui para mejorar y poder brindarle al país lo mejor a través de la Selección. Esto es hóckey y no sale todos los días en el diario. Nadie va a poner que Vanina Oneto le hizo un gol a tal o cual equipo, yo no soy Batistuta. ¡Ah! hablando de eso, ¿me van a mandar los resultados de Boca?
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