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Por J. N. --Ahora que desistió Menem, ¿qué significado adquiere el '99? --En este momento los empresarios nos estamos replanteando el análisis del futuro y nuestras estrategias de mediano y largo plazo. Porque tenemos dos incógnitas. Por un lado, estos últimos 500 días de gobierno del presidente Menem. No sabemos si serán normales. Hasta tenemos la esperanza de que, habiéndose apaciguado los enfrentamientos políticos, podrían mejorarse muchas cosas y acentuarse el crecimiento, que ya estaba sufriendo los efectos de la incertidumbre. --¿Y después? --Hoy nadie sabe quién será el nuevo presidente, pero más allá de esto hay que entender que el país debe ser administrado por profesionales de primer nivel, por técnicos que conozcan a fondo todos los problemas. Necesitamos conocer cuáles son los proyectos para el futuro, cuál será la política industrial, cuál será la estrategia de comercio exterior, cuáles serán las normas fiscales y laborales definitivas. Y quiénes serán los hombres que implementarán todas esas políticas. --¿Usted cree que hoy hay política industrial y estrategia de comercio exterior? --No. Estos años hemos vivido una revolución total, que vino a cambiar un país estancado, superprotegido, con políticas cambiantes y confusas, mal diseñadas y mal utilizadas por el empresariado argentino. Durante la revolución no pueden plantearse ciertas cuestiones, porque la prioridad es transformar el país. Pero desde hace dos o tres años deberíamos estar hablando de esas políticas, que no existen como tales. Sin embargo, hay subsidios, hay negociaciones en el Mercosur y medidas fiscales que afectan a la industria. --¿Qué les va a preguntar a los candidatos? --Los empresarios necesitamos que nos digan cómo va a insertarse la Argentina en el mundo. Este país hizo el gran milagro de transformarse y abrirse, resistiendo el embate de un mundo que nos invadió cuando no estábamos preparados ni cultural ni tecnológicamente. Ni siquiera defendimos nuestros mercados del dumping. Pero ahora le toca a la Argentina el turno de insertarse, de entrar en los otros mercados. Y esto requiere políticas. --Usted habla de empresarios, pero la impresión es que ya casi no quedan empresarios argentinos. Que su lugar ha sido tomado por los ejecutivos de las multinacionales... --Dicen de mí que soy uno de los pocos industriales argentinos que se ha mantenido y ha crecido. Todavía somos los mayores empleadores privados del país, con 40.000 empleados directos. En 1995 pagamos impuestos por 1050 millones de pesos, y este año estaremos en unos 900 millones. --Sin embargo, usted debió irse de la industria automotriz y concentrarse en sectores como alimentos, servicios... --Sí, y probablemente tengamos que seguir concentrándonos. Pero permanecemos, estamos. Atacar a un industrial argentino resultó muy fácil porque teníamos un pasado de fracasos y de subvenciones. Esos ataques los sufrimos particularmente cuando luchamos por el régimen automotor. Y fue un gravísimo error no mantenerlo, no defenderlo, no negociar en base a ese régimen con Brasil. Eramos líderes automotrices en el Mercosur, y ahora corremos el riesgo de terminar siendo una provincia brasileña. Pero el hecho de que la economía del país haya sido fuertemente extranjerizada no quiere decir que las multinacionales que están acá no necesiten conocer la política industrial de la Argentina. Luego insertarán esa política en su propia estrategia mundial. --¿Con una economía dominada por las multinacionales, puede haber una política nacional de inserción en el mundo, o el papel del país viene determinado por las estrategias de esas corporaciones? ¿Qué grado de autodeterminación conserva la Argentina? --Por lo menos deberíamos aplicarles a las multinacionales las mismas reglas de juego que rigen en otros países. Cuando alguien pretende decir que en el mundo hay plena libertad de comercio y no hay proteccionismo, no encuentra ningún argumento serio para respaldarlo. No hay ningún país, empezando por Estados Unidos, que no proteja su mercado para defender sus puestos de trabajo. Lo hacen con mecanismos complejos, que la OMC (Organización Mundial del Comercio) termina aprobando o dando plazos para ajustarse. Estas mismas multinacionales trabajan en todos esos mercados protegidos. Debemos ser más realistas. Debemos comprarle a quien nos compra. Sólo hay que aceptar una competencia leal. No podemos sucumbir al dumping. Nuestros productos en el mundo sufren restricciones de todo tipo. Cuando llegamos a tener productos competitivos nos aumentan las barreras arancelarias o nos fijan cupos. --Oyéndolo hablar así cuesta entender su defensa de Menem. --Yo no defiendo a nadie. Simplemente soy realista. Era muy difícil implementar la protección de nuestro mercado mientras transformábamos el país. Pero ahora la transformación ya está hecha en gran medida. --Quiere decir que hace falta dar marcha atrás en ciertos aspectos... --No, marcha atrás no. Pero lo que ocurrió es que nos abrimos y globalizamos sin medir las consecuencias. --¿Usted con quién sintoniza mejor al plantear estas cosas: con Duhalde, De la Rúa o Fernández Meijide? --Nadie discute todavía a fondo de estos temas. Lo malo para el país es que desde hace años sólo están hablando de política. Por ahí hablan de mantener o de cambiar el modelo. Pero son manifestaciones muy genéricas. Es fundamental que los candidatos hablen de sus proyectos y digan con qué hombres los van a implementar. Un empresario no puede razonar de otra manera. --Usted reclama técnicos, pero hoy ya tenemos a Roque Fernández en Economía, a Alieto Guadagni en Industria... --Lo que tenemos es un ministro de Economía que, en realidad, sólo está administrando la economía, dentro del esquema prefijado de no discutir políticas industriales y todas esas cosas. En este sentido no podríamos tener un ministro mejor. --¿Pero es un ministro o un administrador? --Es difícil definirlo. Y de los demás, cada uno en su cargo, es difícil decir si son o no eficientes. Están sentados en funciones relegadas para otro momento. Si no hay política industrial, ¿el secretario de Industria qué hace? Primero hay que determinar el proyecto y después elegir los hombres. ¿Hace cuántos años que no hay un ministro de Obras Públicas? Lo que ocurre es que el país decidió no invertir más en obras de infraestructura. Pero hay grandes inversiones que debe realizarlas el Estado, lo mismo que las políticas sociales y culturales. --¿Usted qué espera concretamente que haga Menem en los meses que le quedan como presidente, teniendo en cuenta que cuando un gobierno se está yendo generalmente no hace nada? --Usted contestó su propia pregunta. Por favor, que Menem no haga como los demás, que no hacen nada. No podemos estar 500 días inmovilizados. Por ejemplo, reducir la evasión impositiva hay que hacerlo ya. Los temas laborales deben ser resueltos con urgencia. Nosotros tenemos en una empresa recientemente privatizada, que prefiero no nombrar, tres o cuatro entidades intermedias, sesenta y dos gremios, 3200 representantes sindicales..., y así no se puede administrar una empresa ni un país. --¿Cuánta gente despidieron ustedes del Correo? --No hemos despedido a nadie. Se han acogido a despido. --¿Cuántos? --Cinco mil quinientos. Pero tomamos cerca de mil. --Habrá sido todo un éxito para ustedes separar a tanta gente sin que estallara un grave conflicto. --Fueron retiros voluntarios. Y había muchísima gente que tenía dos empleos. En el Correo eran ñoquis. Así que cuando tuvieron la oportunidad de guardarse en el bolsillo una cifra importante e irse a su verdadero trabajo, lo han hecho. Hay que ver que todo lo que fue decidido e implementado en el Correo en los últimos años fue para impedirle competir con los prestadores privados. Estos tienen otros convenios, que hacen que el costo de la hora hombre sea la mitad. Esto tiene que ser resuelto ahora por el Gobierno. Si nos dice que en estos 500 días no va a hacer nada, desaparece el Correo Argentino. --¿El Estado, que se achicó tanto, es hoy mejor que antes? --La transformación de la economía le ha dejado al Gobierno un espacio muy chico, y en él se concentraron todos los enfrentamientos políticos. Además, en ese espacio se decidió no implementar políticas activas, por lo que fue quedando un gobierno sin objetivos bien definidos. Ahora esperamos que esto cambie. --La idea de las políticas activas está asociada a la de la corrupción... --Ese es el gran temor. Pero si antes el Gobierno manejaba toda la economía, las posibilidades de corrupción eran mucho mayores. --Sin embargo la corrupción no sólo aparece cuando el Estado administra, compra o contrata. También cuando regula o emite un decreto... --Pero esto es más público, más transparente. Antes nadie sabía lo que pasaba dentro de las empresas que el Estado administraba. Yo no puedo juzgar si la corrupción es menor o mayor que antes. Pero para empezar digo que la mitad de los argentinos son corruptos, porque la mitad de los argentinos no pagan impuestos. Si la evasión es del cincuenta por ciento, ésa es la primera corrupción del país. Ese es un problema cultural. Antes decían que no pagaban porque no sabían adónde iba la plata. Pero ahora lo saben. --La sensación no es ésa. Mucha gente siente que, como sigue habiendo mucha corrupción, pagar impuestos es darles plata a los ladrones. Esta es la sensación dominante, hoy tanto o más que antes. --¿Pero por qué nadie se sienta y hace números? ¿De qué monto de corrupción se habla, y de qué monto de evasión? El trabajo en negro hace que no se aporten a las Cajas diez mil millones de pesos anuales. Y además hay veinte o treinta mil millones que no se contribuyen por impuestos. Nadie se roba semejantes cantidades. Tenemos que llegar a la conciencia de cada argentino para que esto se termine. Cada ciudadano tiene que ser ético. Es muy difícil combatir la corrupción porque nos hemos alejado de la Iglesia y de muchos principios. --¿La evasión no es un mecanismo de subsistencia para algunos sectores? --Hay que subsistir dentro de las reglas. No puede ser que alguien muera por respetar las reglas, mientras que otro viva no respetándolas. O podemos vivir todos respetando las reglas, o hay que cambiarlas. --La mitad de los afiliados a las AFJP no aportan, de modo que no va dinero a sus propias cuentas individuales. ¿Usted cree que es por falta de ética? --Sí, creo que debe ser un defecto ético. Seguirán pensando que total el Gobierno de algún lado va a sacar la plata para pagarles cuando llegue el momento. Si no se plantan en Plaza de Mayo y levantan una carpa. Habrá mucha gente que no podrá pagar porque sus condiciones económicas no se lo permiten. Pero el país ha cambiado mucho y crecido enormemente. Fíjese en nuestros cuarenta mil empleados. Estamos pagando un salario promedio de 1800 pesos mensuales. --¿A qué salario se refiere: bruto o de bolsillo? ¿O está hablando del costo laboral total, incluyendo los aportes? --Estamos pagando cien mil pesos por hora. No sé si están metidas las cargas sociales o no. Eso habría que rechequearlo... --¿Piensa tomar gente en los próximos meses? --Volvemos al principio. En este momento tenemos que reflexionar muy seriamente y tratar de saber qué va a pasar en estos 500 días y qué puede pasar con los diferentes candidatos, qué país vamos a tener después del '99. Los cambios son siempre una incógnita. --¿Que Menem hubiera seguido no significaba también una incógnita? --Absolutamente no. Creo que a Menem ya lo conocemos todos, con sus defectos y sus virtudes. Un empresario necesita tener elementos, buenos o malos, para poder evaluar y programar. Antes la Argentina era improgramable. Lo que hacíamos era navegar como podíamos. Cada vez que viajaba a Europa para hablar con nuestros asociados, acá cambiaba el presidente o el ministro de Economía. Yo iba con un discurso, y mientras estaba hablando alguien me preguntaba si había escuchado la noticia. Ahora, con Menem, para bien o para mal somos previsibles. --¿Somos previsibles? ¿No le tiene miedo a la salida de capitales, a que la nueva crisis mundial nos afecte? --En absoluto. Además, como sólo exportamos commodities o intercambiamos autos con Brasil, no dependemos mucho de lo que pase con la economía mundial. --¿Eso es una suerte o una desgracia? --Y..., creo que es una desgracia. --¿Qué falta para que podamos participar de la economía mundial? --Políticas. Que nos digan a los empresarios, los industriales, los exportadores cuál es el camino que debemos recorrer. Y lo haremos. Somos mejores que cualquiera porque fuimos flagelados. --¿Cuál es su pálpito para el '99? --Es imposible tenerlo. Como grupo económico tenemos una filosofía definida: en las internas de los partidos políticos para elegir candidatos nosotros no intervenimos, no opinamos, no respaldamos. Cuando estén los candidatos queremos sentarnos con cada uno de ellos, y recién entonces tendremos nuestras preferencias. La política no es para nosotros una pasión. --¿Qué es, un medio? --Es un medio para administrar el país en el que estamos insertos. --La religión de estos años de menemismo fue el mercado, pero usted está poniendo mucha carga en el Gobierno. ¿No es contradictorio con la idea de que los mercados lo deciden todo? --No estamos de acuerdo con esa teoría de que los mercados deciden todo. Eso está superado en todas partes, salvo en la Argentina. ¿O usted cree que los brasileños se rigen por la regla del mercado? --¿Usted no le reprocha a Menem su fanatismo por el mercado? --Usted mismo dijo que hablar de políticas activas sonaba a corrupción. Menem hizo lo que pudo para transformar el país. No creo que además hubiese podido evitar la apertura incondicional al mundo. Si fue atacado por la espectacular transformación que realizó, me imagino qué le hubieran hecho de haber intentado determinar políticas sectoriales. Esto hubiese sido un infierno. --¿Qué sentiría ante el desafuero de Domingo Cavallo? --El país tiene que dejar de vivir en función de todos esos hechos que son mezcla de política, hipótesis de corrupción y enfrentamientos legales. Nada de todo eso es positivo. Cuando uno llega a San Pablo, en apenas una hora y media, se encuentra con un país totalmente distinto, lleno de empuje empresario y donde la política es un tema más. Los diarios no están llenos de escándalos y acusaciones. De todo eso no se habla. Lo resuelven de hecho, pero lo que no hacen es complicar a la economía. Acá hasta la televisión sólo transmite morbo y escándalo. Tiene mucha más importancia una inversión que viene al país, de la que se habla poco o nada, que el desafuero o no del señor Cavallo.
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