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CANTO DE NADIE 8 puntos HOMENAJE A ZITARROSA ARTISTAS: Grupo Sanampay (integrado por Claudia Lapresa, Claudio
Santamaría, Ricardo Munich, Damián Cazeneuve, Julio Mangiameli, Ariel Altieri y Naldo
Labrín) Julio Lacarra, Nacha Roldán, Pompeyo Audivert. Idea y dirección musical: Naldo
Labrín. Músicos invitados: Carlos Huerta (trompeta y fliscornio), Emanuel Munich
(guitarra y guitarrón). Por Fernando D'Addario Una luz tenue envolviendo un micrófono intocable, un silencio escondido detrás de esa voz uruguayísima y única, que sobrevive a grabaciones añejas para anunciar allí (¿en off?) algunas de sus milongas favoritas. La ausencia de Alfredo Zitarrosa está presente en La Trastienda y se proyecta luego en las voces de Sanampay, en la de Nacha Roldán, en la de Julio Lacarra, en la de Pompeyo Audivert y en las de esos 500 fieles que copan el local de San Telmo en busca de un regreso que se repite indefinidamente. Canto de nadie, el espectáculo que sus amigos artistas le regalan allí todos los martes, surge más como un ejercicio práctico de admiración colectiva que como un lapsus de nostalgia pasajera. A nueve años y medio de su muerte, la recuperación de su repertorio aparece como un estricto acto de justicia, que diluye la posible caracterización de este tributo como un emprendimiento heroico o marginal: hay lleno en La Trastienda, mezcla de setentismo militante y curiosidad juvenil de fin de siglo. Esta mixtura quizás tenga que ver con que el romance que despierta Zitarrosa excede lo estrictamente musical. Deja un resquicio por donde se filtra una idealización de su alma sensible y huraña. En ese contexto reivindicatorio, próximamente será editada una biografía del autor de "Doña Soledad", escrita por el también uruguayo Guillermo Pellegrino. Y no es fácil la parada. En el subconsciente de los fans merodea la idea de que versionar a Zitarrosa es una empresa condenada de antemano al fracaso, pero ese otro puñado de fans, el que está arriba del escenario, se encarga de destrozar los prejuicios ajenos, y hasta quizás los propios. Veinte temas, dos bises, y fragmentos escogidos del célebre poema "Guitarra negra" constituyen la estructura formal del espectáculo, que difiere del realizado el año pasado en el teatro Opera. En aquel, con más "nombres" (Mercedes Sosa, Víctor Heredia, Teresa Parodi, etc.), la propuesta había sido menos homogénea, entre otras cosas porque los artistas interpretaban un tema propio y otro del cantautor uruguayo. Esta vez, en cambio, todo está hecho en función de Zitarrosa. "Hoy... dejaré las puertas y las ventanas de mi casa/abiertas para siempre", rescata Pompeyo de "Guitarra negra", y está claro que de esa puerta surge un universo musical poblado de milongas, candombes, zambas y chamarritas inolvidables. Julio Lacarra y Nacha Roldán se alternan para cantar "Milonga para una niña", la chamarrita "P'al que se va" (que ahora incluye Soledad en su repertorio, con 17 años y nula experiencia en esas cuestiones del desarraigo) o "10 décimas de saludo al pueblo argentino", y no hay cortocircuitos entre la idoneidad vocal y un sentimiento de esos que no se piden prestado para un homenaje oficial. Arreglos respetuosos y cuidados, tanto en lo instrumental como en las voces, van llevando al grupo Sanampay a un camino devocional sin retorno: "Stéfanie", "Garrincha", el inolvidable "Adagio en mi país" y un set final indestructible con Nacha Roldán recuperando el "Violín de Becho" y todos juntos cerrando con "Crece desde el pie" y "Zamba para vos". En el medio, "Canción para Alfredo", la bella poesía de Hamlet Lima Quintana, con música de Naldo Labrín, escrita en honor a Zitarrosa. El círculo queda irremediablemente cerrado. El micrófono y la luz tenue, envolvente, siguen allí, esperándolo en ese espacio mágico. Dicen que volverá mañana, y el otro martes, y el otro, y el otro, hasta convencer a todos de que, en rigor, Zitarrosa sigue resistiendo al exilio de la vida.
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