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Por C. S. "La universidad funciona para los jóvenes como un lugar protector frente a la hostilidad del mundo del trabajo." El dueño de la frase es Néstor García Canclini, actual director del Programa de Estudios sobre Cultura Urbana de la Universidad Autónoma Metropolitana de México. Sin perder su estilo cálido y pausado, el filósofo y antropólogo dejó a un lado sus temas preferidos para conversar con Página/12 sobre los cambios más recientes y menos atendidos de la vida universitaria. Entre otras cosas, comentó que la educación superior ya no asegura un ascenso socioeconómico y que la condición juvenil se alarga cada vez más. También advirtió que la ausencia de una verdadera planificación pública produce un exceso de inscriptos --especialmente en carreras como Psicología y Ciencias de la Comunicación-- que difícilmente encontrará lugar en el mercado laboral. El autor de Culturas híbridas y Ciudadanos y consumidores --lectura obligada en las facultades de Filosofía y Letras y de Ciencias Sociales--, pese a que vive en México desde su exilio en 1976, no deja de volver al país por lo menos una vez al año: "No sólo por una necesidad afectiva sino también para intercambiar conocimientos con los mejores investigadores de América latina", confesó. Esta vez, llegó convocado por el Sistema Económico Latinoamericano (SELA), la Unesco, el Gobierno de la Ciudad, el Fondo Nacional de las Artes y la Convención Andrés Bello, para organizar un seminario sobre "Integración regional e industrias culturales" en el que participaron especialistas de América latina, Europa y EE.UU. En un rincón de la Recoleta, a escasos metros de donde hordas juveniles buscaban una pizca de emoción para sus vacaciones de invierno, Canclini no pudo evitar conectar los reacomodamientos de la vida universitaria con los procesos de hibridación cultural que suele investigar. "La fusión de lo tradicional con lo moderno, y de lo popular con lo culto, también se expresa en la universidad", explicó. "A pesar de que la universidad sigue dividida en disciplinas rígidas, estos límites son transgredidos constantemente por profesores y alumnos --agregó--. Pero todavía son muchos los que sienten que el desdibujamiento de fronteras amenaza sus saberes." --En Culturas híbridas usted decía que la universidad ya no asegura un ascenso social, ¿esta tendencia sigue vigente? --Las expectativas de ascenso social a través de las carreras universitarias están reducidas. Cada vez alcanza menos con ser abogado, médico o sociólogo. Para poder participar en mejores condiciones del mercado de trabajo hay que adquirir una competencia mayor en campos especializados. Las generaciones anteriores partían del supuesto de que había lugar para insertarse profesionalmente, pero esos lugares se han ido taponando y el crecimiento de la matrícula ya no puede asociarse a las expectativas de conseguir trabajo.
--¿Por qué, entonces, tantos jóvenes siguen optando por la universidad? --Los estudiantes empiezan a concebir la universidad no como un lugar que asegura una profesionalización intensiva en un campo determinado, sino como un sitio donde obtener una formación cultural general. La educación superior no brinda ya una capacitación profesional que garantice el ascenso económico. Más bien, funciona como un espacio cultural polimorfo y abierto que da una capacitación científica flexible para desempeñarse no se sabe muy bien en qué.
--¿Esto tiene algún impacto en la vida cotidiana? --La contracción del mercado laboral fomenta la extensión de la vida juvenil. La universidad funciona para los jóvenes como un lugar protector frente a la hostilidad del mundo del trabajo. Un joven que se queda hasta los 30 años viviendo con sus padres, soltero, sin una inserción segura en el mercado y sin asumir compromisos económicos y sociales, se siente incómodo por tener que compartir con ellos todo el día. Por eso, cada vez más los jóvenes tienden a apropiarse del espacio urbano, sobre todo durante la noche. Compartir un mismo hogar no significa consolidar la vida familiar, sino acentuar la existencia de vidas paralelas, diferenciadas y muy poco conectadas. Un fenómeno como "Buenos Aires no duerme" expresó en parte esta tendencia.
--¿Qué replanteos deberían realizarse en el ámbito académico? --La sociedad actual obliga a repensar la currícula pero también la relación
ingreso-egreso. El mercado profesional no está en condiciones de absorber la cantidad de
estudiantes que cursan carreras como Psicología, Ciencias de la Comunicación o Historia.
En un contexto de desconcierto general, donde predomina una lógica política
inmediatista, ¿por qué un estudiante va a cuestionarse si una carrera es más pertinente
que otra? No existe ningún plan para los objetivos del país en los próximos años, no
se dice cuáles son las carreras prioritarias, ni cuáles son las áreas donde conviene
becar a los estudiantes. Debería ser esta planificación --ausente en la mayoría de las
sociedades latinoamericanas-- la que oriente la inscripción. |