El sexo después de la muerte
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Por Fabián Lebenglick El erotismo es el resultado de una operación cultural que hace pasar el sexo y la sexualidad por los pliegues del discurso. Por ejemplo, del discurso visual, que las artes y las ciencias, a través de la historia, transformaron en artes plásticas y, más genéricamente, en antropología. Las culturas precolombinas situadas en el norte del territorio que después se convirtió en el Perú produjeron una importante cantidad de vasijas con motivos eróticos, especialmente durante cinco siglos de la cultura mochica, entre los años 100 y 600, durante el mayor esplendor artístico y científico. Pero no únicamente durante este período, ya que los primeros hallazgos de piezas eróticas prehispánicas se corresponden con una antigüedad de dos mil ochocientos años. El Museo Nacional de Arte Decorativo inauguró una exhibición de arte erótico de las culturas del antiguo Perú, que se caracteriza por el gran refinamiento y el minucioso realismo del centenar de piezas que componen la exposición, al punto que siguen resultando eróticas hoy, a pesar de la infranqueable distancia --de 12 a 28 siglos-- de mundos tan diferentes. Las piezas forman parte de la colección del Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera de Lima, Perú. La potencia reproductora humana y el placer del sexo fueron objeto de culto, rito y adoración desde la antigüedad más remota, hasta que la moral cristiana impuso a sangre y fuego sus nuevas y edificantes nociones de pecado y --consiguiente-- culpa, con los abismos del pensamiento binario --alma y cuerpo, placer y dolor, ocio y sacrificio, etc.--, que pondera un componente del dúo para estigmatizar el otro. La moral cristiana generó alrededor del sexo y la sexualidad una serie de tabúes bien diferenciados, sobre los que se basa la cultura occidental, que por otra parte, con la prohibición y la culpabilidad, acentuaron el erotismo que en gran parte pasó a ser constitutivo de las artes. La estructura de la moral judeocristiana, una vez instalada, deja su marca contradictoria entre el placer y la represión. De ahí que resulte imposible reconstruir el horizonte de la percepción desde el que se produjeron todas estas bellísimas piezas, más allá de la real ausencia de datos para contextualizar dicha producción de las culturas del Perú antiguo. Por otra parte, paradójicamente, la cerámica prehispánica de esa región constituye la principal fuente de información del Perú precolombino. El dato central es que el arte erótico era en realidad --simultáneamente-- un arte funerario, que acompañaba las sepulturas de adultos y también de niños. Todas las vasijas eróticas exhibidas --que se usaban, por ejemplo, para llenar de chicha-- fueron encontradas en las tumbas y su función era hablar de sexo para acompañar a los muertos. Varias de las piezas tematizan el tópico del personaje esquelético durante el acto sexual: el sexo después de la muerte. De los mochicas, que vivían en la zona tórrida y seca del norte peruano, se sabe que eran agricultores, constructores de pirámides para adorar al Sol y la Luna y de complejos canales de riego desde los Andes hasta las plantaciones. Se sabe también que entre sus prácticas religiosas incluían el sacrificio ritual de los prisioneros de guerra para luego beber su sangre. Se supone que la desaparición de los mochicas se debe a sucesivos terremotos, sequías e inundaciones catastróficas, producidas por la corriente del Niño. El centenar de objetos evoca una variedad de posiciones y prácticas sexuales, en compañía y solitarias, ortodoxas y heterodoxas, entre personas vivas y muertas, a partir de una genitalidad explícita y realista, con el detallismo anatómico de refinados miniaturistas. También hay toda una serie de piezas sobre las enfermedades venéreas y el sexo entre animales. Por tratarse mayoritariamente de vasijas, no sólo se enuncia lo visual, sino que implica los demás sentidos de la percepción. El Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera, de donde provienen las obras exhibidas, fue fundado en 1926 en Chiclín y trasladado en 1962 a Lima. Cuenta con 40.000 piezas y la colección de arte erótico está compuesta por unas 300, de las cuales se muestra en Buenos Aires la tercera parte. Las piezas --de una calidad que supera a la producción incaica posterior--son
testimonios, no sólo de las prácticas sexuales de las culturas prehispánicas, sino
también de su sentido del placer, del humor, del dolor, de la moral, del poder, de la
profilaxis y la enfermedad: de toda la vida y la muerte que antes y ahora se expresa a
través del sexo. (Museo Nacional de Arte Decorativo, Avenida del Libertador 1902,
hasta el 23 de agosto. Todos los días de 14 a 19. Entrada: $4 ; martes gratis.
Cuatro veces por día se proyecta un video documental.) |