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CARLOS CORACH PROMETIO INTERCEDER POR COLLAS Y MAPUCHES

CÓMO LLEGAR A SER REY DE LA SELVA

Collas y mapuches se reunieron con el ministro del Interior para reclamar por las obras que los perjudican: en la selva salteña un gasoducto en marcha, en el sur un proyecto similar. Prometió mediar con ambos gobiernos provinciales.

Los chicos mapuches en la Casa de Gobierno.
Se están por quedar sin tierra para el pastoreo.

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t.gif (67 bytes)  Don Feliciano Kaxipaiñ nació a principios de siglo en el seno mapuche de una comunidad que hoy lleva su apellido. Y el de su padre. Y sus abuelos. El indio murió hace un año sin saber que ahora sus 17 hijos Kaxipaiñ están por perder su tierra, y la de su padre y la de su abuelo. Esas 106 hectáreas de territorio neuquino fueron vendidas por el gobierno provincial al consorcio Mega. En esa porción de tierra mapuche será emplazada una planta separadora de gases. Ayer los representantes de 200 mapuches de la comunidad sumaron su reclamo al de los collas salteños que forcejean en el norte para paralizar el trazado del conducto de gas que partirá el territorio que habitan. Mapuches y collas consiguieron --luego de un breve encuentro en su despacho-- que el ministro del Interior, Carlos Corach, se comprometiera a mediar con ambos gobiernos provinciales para que revisen las medidas.

La vincha de un hombre moreno enfrenta la fachada rosada de Casa de Gobierno. Suena a impertinencia. Jorge Ñancucheo lo sabe, como su gente que aprendió a exhibir sus colores indios en el mundo urbano para quebrar la indiferencia hacia el monte. "Allá ahora somos intrusos frente a propietarios", se anima Jorge para explicar la negociación con Mega. "Desde hace siglos y hasta hace un mes --sigue José-- nosotros habitamos esas tierras, por derecho nos pertenecen". Pero desde junio la historia oficial es distinta. Con el decreto 1993/98, el gobernador Felipe Sapag vendió 106 hectáreas a Mega, el consorcio integrado por Petrobras e YPF. "Nosotros pedimos a Corach que den marcha atrás con ese decreto", se anima el mapuche.

Mientras la maquinaria burocrática comienza a andar, las tierras de los Kaxipaiñ son masticadas por las topadoras. Mega metió palenques y ahora devasta el monte. En las primeras conversaciones entre "propietarios e intrusos", la empresa aseguró que no iban a tocar las casas. Pero los mapuches no quieren que sólo les quede el cemento de sus viviendas. "Nos arruina el campo y el pastoreo", advierte una mujer morena, hija de don Feliciano, sobre la actividad que mantiene la sobrevida del monte. La ex constituyente Elba Roulet participó como "testigo" en la reunión con Corach. La radical insistió en que los mapuches no exigen más que sus derechos: "La Constitución establece la necesidad de dar participación a las comunidades en los proyectos que los involucran". Según explicó, "en Neuquén se vendieron tierras ubicadas en el territorio mapuche y se falló sin discusión".

La misma discusión autista es repetida en Salta por los collas de Tinkunafu. La comunidad colla asentada en la finca San Andrés en el corazón del corredor biológico de las Yungas será desplazada por el gasoducto de la empresa Nor Andino con destino a Chile. Encargado del transporte desde Orán hasta la finca, Ceferino Zárate pelea también en Buenos Aires por el cambio del trazado del conducto de las Yungas. En un sobrevuelo por la selva advirtieron que el conducto no podría pasar sin destruir la quebrada donde tienen sus casas. Por eso exigen ahora el desplazamiento hacia el norte de las Yungas o hacia el sur, donde se hace otro conducto del consorcio de Otakama.

En tanto, mientras desde la urbe porteña los mapuches hablan del winca, del hombre blanco que busca dominarlos desde hace siglos en el sur sigue el combate. Ayer en el monte y a la misma hora en que su gente entraba en Casa de Gobierno, los Kaxipaiñ reclamaban ante la empresa. Así, sólo con lo puesto y su historia. Acaso repitiendo una vez más la escena que José describía desde Avenida de Mayo: "Es una provincia feudal donde los dueños actúan con criterios de capataz de estancia".

 

CHICOS MAPUCHES EN LA CASA ROSADA

"A veces me dicen indio"

 

Telma es mapuche pero por culpa del "winca" no conoce su idioma. La chica tiene 15 años y explica que el winca es hombre blanco en su lengua. Pero también cuenta que los abuelos una vez prohibieron a sus hijos hablar en mapuche. "Porque así --se encarga de contar Telma-- hablando la como wincas dejábamos de tener los problemas de los indios". Hace algunos meses aquella veda fue levantada aunque la historia oscura de los mapuches parece perpetua.

Telma, Martín, Alicia y Angel están sentados en Casa de Gobierno. Detrás de una puerta la gente de su Comunidad pelea ante el ministro del Interior, Carlos Corach por sus tierras. Desde un sillón Martín desliza algunas broncas. Tiene 13 años y por el viaje tuvo que faltar al colegio. "Podemos repetir --anticipa-- porque hasta diez faltas nos dejan pero mas no. Pero ellos no entienden", dice mientras señala detrás de la puerta. Telma también habla: "Martín, Angel y yo somos los únicos tres en la comunidad que estudiamos y a veces los grandes no entienden que para nosotros es importante".

Como en patota, los tres decidieron empezar primer año en marzo. De a tres todo parece mas fácil, hasta para soportar las molestas cargadas de los winca chiquitos. "Hay discriminación. Un montón de veces los chicos de la clase me dicen indio". La queja es de Martín. Distinto a los blancos que pueden ir a la escuela sin problema, para él tomar clases se vuelve una odisea. En su casa papá le exige que trabaje en el monte "porque es tipo muy antiguo", aclara ahora Telma. Pero su historia se repite: Antes o después de clase ninguno zafa del pastoreo o lo que haga falta en casa.

Por fuera de la reunión de los grandes, los cuatro mapuches chicos farfullan sobre su historia. No hablan de "Chiquititas" ni tienen vicios mediáticos urbanos. "En casa solo se ve canal siete", cuenta alguno. Pero tampoco reivindican su raza. Telma explica que el "lonko" --jefe-- alguna vez prohibió que los chicos participar de las conversaciones de los grandes. La prohibición también se levantó este año. "Ahora sí, nos dejan hablar, pero yo no se todavía si de verdad quiero seguir siendo mapuche. Quizá sí. Lo estoy pensando".



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