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Los cambios a costa de la vida


Por J. M. Pasquini Durán


t.gif (67 bytes)  La UOCRA (Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina) figura en la nómina de los sindicatos burocratizados. Es el gremio que hace tiempo hizo una campaña de afiches a favor de la expulsión de bolivianos y paraguayos indocumentados, acusándolos de competencia desleal con los albañiles nacionales. Su principal figura, Gerardo Martínez, ex secretario general de la CGT oficialista, ahora es diputado nacional y luce, casi siempre, próspero y bien vestido.

La industria de la construcción fue reactivada por la múltiple oferta de créditos hipotecarios, debido a la liquidez bancaria. Hay casi un millón de créditos otorgados y, según estimaciones privadas, un centenar de torres destinadas a viviendas y oficinas, de diferentes tamaños, se edifican en el territorio porteño. Con relación a décadas pasadas, esta industria modificó sus procedimientos y, por lo general, actúa con el método de una catarata de subcontrataciones de aspectos parciales de cada obra, en lugar de mantener grandes dotaciones propias de personal.

El aumento en la tasa de desempleo convalidó la precarización del trabajo, subió el personal temporario y en "negro", mientras el Estado se retiraba de sus funciones de supervisión y control de las condiciones mínimas en materia de seguridad, de higiene y de las demás normas laborales que sobrevivieron a la "modernización" del programa global de la economía. Aun en los tramos industriales donde hay creciente productividad, las presiones a la baja en las remuneraciones y la extensión de la jornada laboral sin compensación monetaria se volvieron práctica corriente.

En esas tendencias generales habría que buscar los motivos que están matando a obreros de la construcción. De acuerdo con la UOCRA el año pasado murieron noventa y ocho albañiles en accidentes de trabajo y este año el promedio es de ocho por mes. La semana pasada fallecieron tres en dos días, uno de ellos en las torres del Abasto, donde ganaba un peso y monedas por hora. Anteayer, la Superintendencia de Riesgos del Trabajo clausuró esas obras por tiempo indeterminado, a causa de la falta de higiene y de seguridad, después de varias intimaciones, según la información oficial.

Por convocatoria de la UOCRA, ayer se reunieron alrededor de diez mil trabajadores en una marcha que concluyó frente al Congreso, donde el obispo Osvaldo Musto ofició un responso por los caídos el martes 28 de julio. La respuesta a la convocatoria sindical excedió, probablemente, el número de afiliados reales a la UOCRA y el número de participantes superó expresiones similares de otros gremios industriales.

La experiencia implica que los sindicatos, aun los burocratizados, están en condiciones de oponer resistencia callejera a las condiciones inhumanas de trabajo y, aún más, al deterioro general del mercado laboral. Hasta ahora, esos gremios han preferido negociar en los salones oficiales, más interesados en sus propios espacios de poder que en la situación real de sus bases.

Al parecer, sólo la tragedia en su más cruda dimensión, la muerte, conmueve las situaciones establecidas. Así pasó con el poder feudal de los Saadi en Catamarca después del asesinato de María Soledad Morales, con el delito organizado en la policía bonaerense tras el crimen de José Luis Cabezas y, entre tantas otras, ahora por la inmerecida muerte de los albañiles. Ninguna teoría económica ni democrática puede afirmarse cuando la injusticia puede corregirse sólo a costa de la vida.

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