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Colombia se prepara a un traspaso del mando con más de 200 muertos

La guerrilla colombiana seguía subrayando ayer su poder de fuego en vísperas de la asunción de la presidencia por Andrés Pastrana, mañana. Los muertos son ya más de 200 y se combate a plena luz del día.

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Tropas colombianas entra en un edificio parcialmente destruido por la guerrilla

Por Pilar Lozano
Desde Bogotá

t.gif (67 bytes)  La ofensiva guerrillera que se inició el lunes y que golpeó a lo largo y ancho del país continuaba ayer en Colombia. En pleno día, un comando insurgente tomó la población indígena de Silvia, en la provincia del Cáucaso, y se seguía combatiendo más al sur, en el Putumayo. Extraoficialmente se habla de 250 muertos entre Ejército, policía y guerrilla, y de más de 130 uniformados tomados como prisioneros. Se confirmó la muerte de 30 soldados, en la población de la Uribe, población de la provincia del Meta, por años valuarte de las FARC.

El gobierno, sin embargo, sigue dando informes optimistas. Según el ministro del Interior, el Ejército repelió con éxito la mayoría de los 40 ataques y aseguró que la guerrilla contabiliza más de 200 bajas. "¿Dónde están los cadáveres de los insurgentes?", le preguntó un periodista. El ministro se salió por la tangente. Aseguró que ésta es una información tomada de comunicaciones interceptadas a las FARC y al ELN.

"La ofensiva insurgente tiene el efecto político de enfriar el entusiasmo exagerado, que había en el país, con el tema de la paz", dijo a este diario el analista Alejandro Reyes. Para él, como para muchos, la guerrilla busca demostrar su fuerza para sentar las premisas de la negociación con el gobierno de Andrés Pastrana que asume mañana. La paz --aceptan muchos colombianos-- se hace en medio de las balas. Los obstáculos para la negociación se dan fuera del campo de batalla. Aún no se ha resuelto el impasse planteado por el ELN, que colocó el preacuerdo de paz de Maiz en la cuerda floja, al no aceptar los acercamientos de la sociedad civil con la cúpula paramilitar.

Mientras tanto, seguía en el misterio la suerte de los policías acantonados en la base antinarcóticos de Miraflores, en la provincia del Guaviare, en plena selva amazónica. Extraoficialmente se informó que 400 guerrilleros atacaron con bombas y morteros esa base y que el Ejército y policía respondieron con bombardeos. Varios medios daban por seguro que, como resultado de este ataque, 22 militares se suman a los 70 que tienen actualmente en su poder la insurgencia como "prisioneros de guerra".

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