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El sucesor del cleptócrata es el actual presidente Laurent Desiré Kabila, un histórico de las luchas en Katanga que fue compañero de armas del Che en el negro laberinto de los '60 y que llegó al poder gracias a la etnia tutsi, que es minoría en el Congo pero dominante en la vecina Ruanda. Como Kabila no usó el método de Mobutu de imprimir papel moneda cada vez que tenía que pagar al ejército, consiguió bajar la inflación de tres dígitos a un 14 por ciento. Como arregló las cloacas de Kinshasha para felicidad de la clase media y formuló un plan trienal creíble de recuperación económica, obtuvo apoyo de la opinión pública. Pero demostró tener por los derechos humanos la misma consideración que Mobutu, y torturó y encarceló a sus opositores políticos, quienes debían enfrentarlo en las elecciones que había prometido para abril. En un drama clásico de traición tribal, hoy el pasado tutsi pesa sobre Kabila. A los
tutsis no se les concedió el status étnico que esperaban, y la caza de brujas empezó a
dirigirse contra ellos por asimilarlos a la casta militar de Ruanda (que por cierto
colaboró activamente con el éxito del levantamiento de Kabila). La población los
considera "ruandeses étnicos". Como en Kosovo, como en Kashmir, pero por ahora
sin armas nucleares en el horizonte, como origen del enfrentamiento del Congo están los
límites trazados por ex potencias coloniales que no atendieron y separaron a grupos
étnicos, lingüísticos y religiosos. |