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UNA MUJER, UNA CELDA, UNA BANDERA 8 PUNTOS Autor: José Ramón
Fernández. Por Cecilia Hopkins
En 1990, cuando la obra se estrenó en Madrid, las circunstancias vividas por este personaje fueron relacionadas con la guerra en Bosnia. En Argentina, en cambio, el equipo que decidió llevarla a escena identificó el texto con las historias de quienes más sufrieron las consecuencias de la última dictadura militar. Así y todo, para comprobar la viabilidad de esta lectura, Driollet se entrevistó con varias ex presas políticas y les pidió que expresaran sus reflexiones luego de leer la obra. En todos los casos, la actriz pudo conocer sus vivencias ("de carácter emotivo e individual, pocas veces relacionadas con lo estrictamente político", según destaca), testimonios estos que fueron decisivos para la interpretación de la pieza. Con pocos elementos y acciones acotadas, Driollet une con sensibilidad los fragmentos de un monólogo que cuenta la historia de una detenida-desaparecida. La sugerente iluminación de Leandra Rodríguez acierta con los diferentes climas que la mujer va creando a partir de sus recuerdos, que va "recitando en voz alta para no perderlos, para no dejar de existir". De este modo, la protagonista sobrelleva su nueva existencia, suspendida de la vida. Cuando se diluyen los recuerdos de infancia, el tiempo transcurre según los rumores que diariamente se repiten en el centro de detención. Pero el mayor de sus tormentos es el sufrimiento moral que le produce desconfiar de su propia capacidad de resistencia, porque la delación se le impone como un acto de supervivencia. Fuera de esta posibilidad y ante la ausencia de justicia, sólo resta luchar a favor del silencio o dejarse morir. Mientras decide su destino, lo único que sostiene al personaje es el hábito de rememorar el pasado: "Recordar --dice, envuelta en la bandera-- es lo único que se puede hacer para librarse de la locura".
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