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Por Mariana Carbajal Rechazan las ideas del feminismo. Tienen pánico al desempleo. Sufren la presión de los modelos de belleza imperantes. Se animan poco a andar solas por la calle. Forman parejas basadas en la ternura y el compañerismo más que en el amor-pasión. Descreen de las instituciones y los políticos. Son menos confrontativas con sus padres. Viven la sexualidad con libertad, desligando el amor del sexo. Y, en el futuro, desean ser madres y paralelamente trabajar. Así son las jóvenes argentinas de fin de siglo, según revela una investigación --a la que tuvo acceso Página/12--, coordinada por Gloria Bonder, directora del Centro de Estudios de la Mujer (CEM). El placer, la aventura, el poder, la fama o el éxito no son sus metas prioritarias. "Ser mujer joven argentina es tan difícil como ser un jubilado, un maestro, un hombre o una mujer. Es difícil porque hay que empezar a estudiar o trabajar, hay que empezar a vivir. Sería más fácil si pasara un tiempo y no te das cuenta, te despertás y estás trabajando en lo que te gusta, estás casada y tenés hijos", dice una de las cuarenta chicas de 15 a 20 años entrevistadas para el estudio. Todas ellas, pertenecientes a sectores medios y populares de distintos barrios de la ciudad de Buenos Aires y del sur del conurbano, fueron sometidas a dos o tres entrevistas en profundidad y posteriormente participaron de grupos de discusión y reflexión. "Nos resultó sumamente llamativo que características que usualmente se vinculan con la juventud, como el logro de mayor autonomía, placer y diversión casi no aparecieran en sus caracterizaciones de este momento vital", describe Bonder, titular del postgrado en Estudios de la Mujer de la UBA. Ello no significa que no tengan ese tipo de vivencias pero de ninguna manera ocupan el lugar central que le asignan a la responsabilidad. Ante la pregunta ¿qué es para vos ser joven?, las investigadoras encontraron respuestas del tenor de la siguiente: "Es responsabilidad. Aunque todos te dicen lo contrario. Hoy, por el momento socioeconómico es no sólo estudiar, sino laburar". O como ésta: "Ser joven es tener más responsabilidades, tener cosas sobre uno. Hay que aprender cosas de la vida. No se puede esperar que los padres los apoyen demasiado. Es difícil hoy. Uno quiere ser independiente pero no puede". Primero, el trabajo La principal inquietud de estas chicas es la búsqueda de trabajo. Tienen un temor al desempleo que no sentían generaciones anteriores y a diferencia de sus predecesoras no se imaginan sin trabajar en el futuro. Pero este miedo les juega una mala pasada: "Su techo de expectativas queda bastante bajo. Tienen tanto miedo de no conseguir empleo que se resignan a trabajos que están por debajo de sus calificaciones. Y son más disciplinadas", explica Bonder. El 30 por ciento de las chicas entrevistadas trabaja. Una de ellas dice: "A veces me quejaría, porque estoy cansada físicamente. Pero sería loca de hacerlo, porque tengo un trabajo y me muero si lo pierdo". Y otra chica describe: "Te dicen que vas a hacer una cosa y después te agregan otra y otra; terminás sirviendo para todo, pero no te podés quejar porque hay una cola detrás tuyo por el mismo laburo". El otro gran temor que sienten es a la violencia urbana. "A diferencia de las mujeres de la generación que hoy pasó los 40, para quienes el hecho de 'tomar la calle solas' era muy valorado y tenía un significado emancipatorio, estas jóvenes viven al espacio público como peligroso y circulan poco solas por la calle", apunta Bonder. Por las noches, si gozan de una situación económica más holgada, se trasladan en taxi o remís o algún mayor las lleva y las busca adonde sea, pero casi siempre circulan con amigos o familiares. Si son más pobres, se desplazan en un radio extremadamente limitado, muy cercano a sus casas. Para Bonder, esta característica también les juega en contra y las fragiliza. "Los hechos de violencia policial contra los jóvenes que se han sucedido últimamente, algunos episodios violentos en discotecas y otras situaciones reales contribuyen a agitar fantasmas que inducen al temor, y de allí a la aceptación, de lo que llamaríamos formas modernas de confinamiento", destaca la investigadora en el estudio "Mujer joven, proyecto de vida y ciudadanía: implicancias para la educación", que acaba de editar el CEM. Sexo y amor La mitad de las entrevistadas había iniciado su vida sexual. Todas afirman que ésta es una decisión personal que no admite injerencias de los padres y en general hablan sobre sexo en libertad, especialmente las chicas de sectores medios. "Este es un terreno que han ganado: estas jóvenes tienen relaciones más libres con la sexualidad y gozan de la modernización de las relaciones sexuales", señala Bonder. Aunque todas prefieren mantener relaciones con una pareja estable y de la cual estén enamoradas, aparece una tendencia entre las más grandes y de clase media, a desligar el amor del sexo. Aceptan como legítima la posibilidad de disfrutar del placer sexual sin esa condición. "En grandes trazos, hablan de una sexualidad menos enigmática y menos culposa, un aspecto normal de sus vidas que, más temprano o más tarde, todas disfrutarán durante la juventud y previamente al matrimonio", indica el estudio. No hay vergüenza ni culpa, pero tampoco pasión. Ninguna alude a experiencias atravesadas por la pasión sexual, el enamoramiento 'ciego'. "Sus búsquedas apuntan mucho más a establecer vínculos basados en el compañerismo, el diálogo, la sinceridad, y la confianza, en los que la sexualidad es un aspecto importante pero no el más prioritario", aclara Bonder. A estas jóvenes de los 90 el feminismo les es ajeno. Más bien rechazan sus ideas al identificarlas con un discurso antihombre. "Están convencidas de que hay bastante igualdad entre mujeres y varones, pero esto no es cierto. En cuanto se indaga un poco más reconocen, por ejemplo, que hay diferencias en el reparto de tareas con sus hermanos varones en el hogar. Pero ellas no son muy militantes de la igualdad entre los géneros", subraya la directora del CEM. Poca confrontación con sus padres y absoluto descreimiento de las instituciones y los políticos son otras dos características de estas jóvenes. Continuar sus estudios, conseguir un empleo estable, con un salario digno, darse algunos placeres y poder cuidar a sus hijos les parecen logros suficientes para su generación. "Después de todo, quizás estos objetivos no sean tan modestos en las actuales circunstancias --concluye Bonder--, especialmente si consideramos que sus miradas del mundo adulto pueden llegar a ser tan sombrías como demostraron algunos de sus testimonios". Al responder en qué momento termina la juventud, una de las chicas respondió: "Cuando se termina la alegría, cuando uno se convierte en un trapo mojado".
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