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EL NUEVO EDIFICIO DE AMIA, UN BUNKER CON ANFITEATRO Y BIBLIOTECA

"Es nuestra respuesta al horror"

Es una fortaleza con vidrios blindados, paredes gruesas y modernísima tecnología de seguridad. Pero también un espacio hospitalario con actividades culturales y una bolsa de trabajo.

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El edificio está separado quince metros de la calle Pasteur

Por Raúl Kollmann

t.gif (67 bytes)  El edificio es una fortaleza. Hay un esfuerzo por disimularlo: en cada rincón uno tiene la sensación de solidez, de paredes increíblemente gruesas, barreras contra coches-bomba, tecnología de seguridad de última generación, pero todo envasado en formas que intentan ser hospitalarias. Es un bunker y al mismo tiempo contiene un anfiteatro para 300 personas al que va ingresar público en general. Es un refugio antimisiles, pero va a funcionar la tradicional bolsa de trabajo de la institución. En el mes de septiembre, seguramente el domingo 13 --que para los judíos no es mala suerte--, se va a inaugurar parcialmente el nuevo edificio de la AMIA. En principio, habrá una ceremonia más bien íntima de los familiares de las víctimas del atentado, pero lo más probable es que en noviembre se haga un gran acto de inauguración y los dirigentes de la AMIA esperan la llegada del presidente de Israel, Ezer Weizman, y tal vez del vicepresidente norteamericano Al Gore (ver aparte). Página/12 fue el primer medio nacional que accedió al coloso de cemento que se alza en Pasteur 633.

De la calle hasta el edificio hay 15 metros, la brecha estipulada por los expertos en seguridad para amortiguar el efecto de un coche-bomba. Sin embargo, en toda la línea del frente hay otra construcción, baja, de un solo piso, que es el primer filtro y barrera de contención ante un ataque. Como da a la calle, la construcción no tiene paredes sino verdaderos muros, capaces de soportar casi cualquier impacto. Por allí se entra y se atraviesa una especie de largo túnel con sofisticados equipos de detección de metales. En ese lugar, el visitante se registra, entrega sus documentos y recibe a cambio una tarjeta magnética sin la cual no podrá recorrer el edificio, porque los sistemas de seguimiento darán la señal de alarma. Obviamente hay también una red sofisticada de cámaras de televisión y otras formas de control. Son todas medidas de precaución que, tras los atentados del viernes en Africa, adquieren aún más vigencia.

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De adentro hacia afuera se ve todo el barrio de Once, aunque las ventanas, blindadas, no se pueden abrir

Acto: Es probable es que en noviembre se haga un gran acto de inauguración y se espera la presencia del presidente de Israel y tal vez del vicepresidente norteamericano Al Gore.

En cualquiera de los pisos que uno recorre --el edificio parece casi listo para inaugurar--, de adentro hacia afuera se ve todo el barrio de Once, aunque obviamente las ventanas no se pueden abrir porque son blindadas. Por las mismas razones de seguridad, el diseño contempla muchas ventanas, pero todas de pequeñas dimensiones, también para evitar impactos de proyectil. Semejante estructura no produce una sensación total de encierro porque hay mucha luz, pero sí se percibe el aislamiento del mundo exterior.

Tal vez lo más llamativo --y doloroso-- es que semejante coraza no envuelve una guarnición militar ni un centro estratégico de una fuerza de seguridad. En la planta baja, por ejemplo, al entrar a la derecha, hay un anfiteatro para 300 personas, preparado también para recibir a discapacitados. En el subsuelo estará el museo, y la biblioteca incluye una fantástica colección de libros y sectores para audio y video, microcine, salas de conferencias y una cafetería. Hay todo un piso destinado a la organización de la educación judía en todo el país o sea la red de escuelas. Aquí, otra vez, entra la cuestión de seguridad: por el temor a atentados, la cantidad de alumnos se redujo y se necesita un gigantesco esfuerzo financiero para becar chicos y mantener abiertas las escuelas.

En otro piso se atenderá la tradicional bolsa de trabajo de la AMIA. A las cuatro de la tarde, hora en que Página/12 inicia el recorrido, frente al edificio provisorio de la AMIA hay todavía una cola de diez personas para inscribirse y debe tenerse en cuenta que la bolsa de trabajo abre temprano a la mañana. Hay también instalaciones preparadas para atender a la tercera edad, la asistencia a los judíos más pobres, el deporte comunitario, la religión, los discapacitados y una larga lista de actividades que realiza la AMIA.

"Sé muy bien que nuestra responsabilidad es reconstruir y volver a vivir en plenitud --señala el presidente de la AMIA, Oscar Hansman--. Esta etapa de la dirigencia de la comunidad judía nos encontró haciendo cosas que nadie hubiera pensado: participar de una investigación, concentrarnos tan abrumadoramente en los problemas de seguridad, acompañar a 86 familias que sufrieron una pérdida irreparable y todas cuestiones inimaginables hace unos años. Esta nueva sede es nuestra respuesta al horror vivido y la inauguración va a ser un hecho muy fuerte".

En el espacio que hay entre la construcción baja que da a la calle y la sede de once pisos que está retirada hacia adentro, se ubica la llamada plaza seca, una brecha realizada por seguridad pero que será el ámbito de homenaje a las 86 víctimas del atentado. Ya está terminada la base sobre la cual se va a colocar el gigantesco monumento que está terminando el mundialmente conocido plástico israelí Yaacov Agam. Quien se acerque a la obra verá imágenes distintas desde cada ángulo: la estrella de David, el arco iris, los símbolos del hombre y la mujer, el emblema de la AMIA, representaciones del atentado, de la vida y de la justicia. Sobre uno de los muros hay una placa de vidrio con el nombre de todas las víctimas y de allí parte, con una altura de 38 metros, la llamada Escalera de Jacob, a través de la cual los ángeles bajan del cielo y las almas de las víctimas suben.

 


La pulseada por los actos


Por R. K.

t.gif (862 bytes) Como suele ocurrir últimamente, los actos en la comunidad judía no son cosa sencilla. En principio, la AMIA no va a inaugurar el edificio con una concentración multitudinaria, de protesta por los escasos resultados de la investigación, sino en una reunión casi íntima, en la que participarán los familiares de las víctimas y buena parte de los directivos de la AMIA y la DAIA. Lo más probable es que esa primera inauguración se realice el domingo 13 de septiembre, pero todo depende de la llegada del monumento a las víctimas prevista para fin de este mes. Si el arribo y el armado de la obra se hace en tiempo, el 13 será la cita. A partir de ese momento, se empezarán a utilizar una parte de las instalaciones.

La idea es hacer la inauguración definitiva en noviembre y darle un carácter internacional invitando a personalidades de distintos países. El presidente de Israel, Ezer Weizman, es el primero que figura en la lista y los dirigentes de la AMIA van a hacer una gestión para que también haya una presencia de primer nivel del gobierno norteamericano. La intención es sondear la posibilidad de que venga el vicepresidente Al Gore, que adhirió al acto realizado el 18 de julio en Nueva York, al cumplirse cuatro años del atentado.

Como es obvio, en el acto de noviembre, el presidente Carlos Menem y sus ministros también serían de la partida, por lo cual en ese caso el acto tampoco podrá ser masivo. Se sabe que en los integrantes de la comunidad judía hay una situación de tirantez con el Gobierno, básicamente porque no se encuentra a la conexión local del atentado. Con ese panorama a la vista, los dirigentes tendrán que tomar una decisión que, según ellos mismos dicen, no es fácil.



Los destinos violentos del ayatollah Saghaian

 

Alí Saghaian llegó como representante iraní a Buenos Aires y tuvo que partir cuando Página/12 reveló sus antecedentes. Ahora denuncian que está en la representación de Irán en Tanzania.

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Alí Saghaian, fotografiado durante su corto paso por Argentina.


t.gif (862 bytes) Todavía no se había disipado el humo provocado por los atentados contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania cuando las organizaciones de iraníes en el exilio distribuyeron una extraña acusación con nombre y apellido: los del diplomático iraní Alí Saghaian, a quien señalaron como un importante miembro de la delegación iraní en Tanzania. Saghaian es una figura conocida en Argentina. Llegó a Buenos Aires en febrero de 1996 como encargado de negocios a cargo de las relaciones bilaterales después de que fuera baleado su antecesor, pero debió alejarse rápidamente del país cuando Página/12 publicó un informe de Alí Nurizadeh, director del Centro de Estudios Arabes e Iraníes de Londres, quien lo sindicaba como pieza clave en los planes de "transformar cada embajada iraní en un centro de inteligencia para exportar la revolución".

La embajada estadounidense en la capital tanzania sufrió las consecuencias del terrorismo internacional cuando la delegación diplomática voló, ocho personas murieron y más de un centenar resultaron heridas. Esta acción fue coordinada con otra que destruyó la embajada estadounidense en Nairobi, la capital de Kenia, y varios edificios cercanos (más información en la página 16). Obviamente, hay varias hipótesis acerca de sus responsables. Una señala al ala dura de los dirigentes iraníes, enfrentada a muerte con la apertura hacia Occidente que encabeza el presidente Jatami (ver nota aparte). Esto, que hasta ahora es sólo una teoría, encontró un dato que obliga a considerarla: la presencia en Tanzania de Saghaian.

Saghaian se formó entre los Guardias Revolucionarios, creados por Javad Mansouri. Esta figura adquirió una enorme importancia en la exportación del terrorismo islámico a partir de 1982 cuando el ayatollah Rulloah Jomeini lo nombró vicecanciller con la misión específica de formar centros de exportación del fundamentalismo en todas las embajadas. La carrera de Saghaian empezó en Pakistán, donde, según Nurizadeh, sus tareas incluían "el reclutamiento de jóvenes paquistaníes para ser enviados a Teherán, donde reciben instrucción en la producción y el uso de explosivos y armas, además de adoctrinamiento ideológico".

Existe una constante de violencia en los destinos diplomáticos asignados a Alí Saghaian. Vino a la Argentina en 1996, después de los atentados a la embajada de Israel y a la AMIA, para reemplazar como encargado de negocios a Rajavi Yazdi, a quien un desconocido había baleado en Barrancas de Belgrano. Durante la permanencia de Saghaian en Karachi, el titular del Centro Cultural iraní en Pakistán, Sadeg Ganji, fue asesinado a balazos por un grupo paquistaní en diciembre de 1990. Y ya a principios de ese año, el diario árabe Al-Dustur había publicado una acusación en regla contra las redes del terrorismo iraní en el exterior, a las que se señalaba como responsables de la muerte reciente de tres diplomáticos sauditas en Bangkok, Tailandia. A Alí Saghaian se lo mencionaba entre los cuadros más altos: como guardia privado de su maestro Javad Mansouri.

En las reuniones de los líderes de la Revolución Islámica, Mansouri proponía la utilización de cada embajada iraní en el exterior para exportar los principios de la Revolución y para brindarle refugio y apoyo logístico a terroristas que tuvieran a su cargo misiones cuyos blancos fueran de origen estadounidense o israelí. Con ese fin, Mansouri fue desplazando a los diplomáticos de carrera por miembros de los servicios de inteligencia y guardias revolucionarios. Durante los '80, en Europa, el centro logístico era la embajada en el Vaticano, desde donde se manejaban los hilos para crear pequeñas células terroristas. Entre los discípulos de Mansouri se contó, además de Saghaian, el futuro embajador en la Argentina, Hadi Soleymanpour, quien ingresó en el servicio exterior iraní en el momento de hegemonía del ideólogo de la revolución islámica exportable.

El texto clásico en la formación de Saghaian es una obra de Mansouri. En el libro Revolución y Diplomacia, el maestro resume que "nuestra revolución sólo puede ser exportada con granadas y explosivos". Quizás Saghaian considere ahora esas lecturas un pecado de juventud, quizás las siga aplicando. Lejos de Buenos Aires, les tocará a los tanzanios averiguarlo.


LAS ANGUSTIAS DE LA CANCILLERIA

Escándalo en Argentina


t.gif (862 bytes) El paso de Alí Sagahian como representante diplomático iraní por Buenos Aires estuvo envuelto en el escándalo luego de que Página/12 revelara que el funcionario enviado por Teherán había sido denunciado en varios países por sus actividades desestabilizadoras. "Si Alí Sagahian está en la Argentina, pobres de ustedes. Tarde o temprano van a tener problemas", le dijo a este diario el director del Centro de Estudios árabes e iraníes en Londres, Alí Nurizadeh.

El ministro de Relaciones Exteriores, Guido Di Tella, y sus principales colaboradores se enfrentaron entonces a un problema: la Cancillería no había revisado los antecedentes del diplomático antes de aprobar su acreditación. Un funcionario del Palacio San Martín admitió ante Página/12 que no poseían el currículum de Sagahian y le pidió a un periodista de este diario que se comunicara con la embajada iraní para "pedirles que nos envíen una copia". La absurda situación provocó la protesta de los principales representantes de la comunidad judía argentina que reclamaron al gobierno que investigara las acusaciones contra Sagahian y, de comprobarlas, no permitiera su permanencia en el país.

"Acá está en juego nuestra propia seguridad", dijo en marzo de 1996 el entonces titular de la AMIA, Alberto Crupnicoff. Página/12 había revelado que Sagahian llegó a la Argentina en febrero de 1996 y, recién en marzo de ese año, la Cancillería argentina comenzó a trabajar para obtener todos los datos de un hombre al que tanto los servicios de inteligencia israelíes como los de los países árabes moderados consideraban como coordinador del accionar de la inteligencia iraní en el Cono Sur.

La embajada iraní se defendió acusando a Nurizadeh de ser "miembro de los servicios de inteligencia de un país europeo y estar perseguido por la Justicia iraní a causa de diversos delitos cometidos". El propio Sagahian concurrió en marzo del '96 a la Cancillería argentina a presentar sus credenciales y protestar porque la Argentina "funciona como caja de resonancia de versiones" que lo vinculaban con actividades terroristas pero, poco después, optó por una discreta retirada que disolvió su paso en el silencio. Hasta hoy, que su nombre vuelve a sonar tras el estallido de las bombas, esta vez en Tanzania.


La nueva internacional

Basados en su parecido con el atentado que destruyó la AMIA, los expertos europeos analizan el rol que puede haber jugado el ala dura iraní, interesada en frenar la apertura de Jatami, en las explosiones africanas.



Por Eduardo Febbro
Desde París


t.gif (862 bytes) Los vínculos entre la llamada pista islamista y los atentados antinorteamericanos de Kenia y Tanzania parecen "cada vez más precisos". Más allá de las reivindicaciones que llegaron a varias capitales, entre ellas París, lo que tiene "valor del vínculo" es la manufactura de la acción. Una fuente francesa ligada a la lucha antiterrorista señaló a Página/12 que si se analizaba con atención el desarrollo del atentado de Nairobi "éste aparece, en su estilo, como una réplica de la explosión que destruyó el edificio de la AMIA en Buenos Aires". La fuente pone en evidencia que un atentado semejante requiere "un savoir faire muy preciso y una infraestructura digna de una organización fuerte, bien implantada y con sólidos contactos internos".

En París se hace un claro paralelo con la AMIA cuando se arguye que el montaje de una acción terrorista como la protagonizada en Nairobi "no es la mera obra de un grupo infiltrado". Los especialistas, sin pronunciarse sobre el fondo ideológico o religioso de los atentados, estiman que su "construcción es una mezcla de intervención extranjera y redes locales". Un poco como en la AMIA, "habría un 75 por ciento de manos nacionales" y una cuarta parte que "importó su experiencia y rigor del exterior".

Las hipótesis que se tejen para adivinar quién está detrás son algo más complejas y giran en torno de tres ideas: la internacional islamista, el ala dura del poder iraní que intenta por todos los medios "frenar" el acercamiento a Occidente del nuevo presidente iraní Jatami y una combinación de varios actores en la que intervendrían algunos sectores disidentes del grupo chiita proiraní Hezbollah, teledirigido por Irán y Siria. El contexto interior iraní se hace obvio por la cruda batalla que libran en Teherán los renovadores de Jatami y el ala conservadora fiel a los valores de la revolución del ayatolah Jomeini. Esa guerra ya dejó una víctima política en la cárcel. Se trata del intendente de Teherán, el mejor aliado del presidente Jatami durante la campaña electoral, condenado por un oscuro caso de corrupción.

El momento en que se producen los atentados no podía ser menos oportuno: hace unos meses Jatami dio una entrevista a los medios televisivos estadounidenses y dentro de algunas semanas se apresta a recibir en Teherán al canciller francés Hubert Vedrine. La visita del ministro de Relaciones Exteriores equivale a un sello de honorabilidad política definitiva para Jatami y viene a inaugurar, reforzándola, la "fase política" de las relaciones entre Europa e Irán. Francia ya se había acercado comercialmente a Teherán firmando una serie de importantes contratos en el campo del gas y el petróleo-total. Sólo faltaba el espaldarazo político que Vedrine va a dar en nombre de los países de la Unión Europea que mantienen desde hace años un "diálogo crítico" con Teherán. La visita significa tanto más un signo de acercamiento "sin reparos" cuanto que Francia había roto sus relaciones diplomáticas con Irán en los años '80 a raíz de la sangrienta serie de atentados que sacudieron París.

La tesis de la internacional islamista es tomada muy en serio y con cierto temor por las cancillerías occidentales ya que ésta escapa al control de los Estados que secretamente patrocinaron el terrorismo islámico. La unión de varios grupos pequeños oriundos de Egipto, Sudán, Arabia Saudita, Yemen, Líbano o Jordania parece responder al doble deshielo que se produce actualmente entre los dos países que con más fervor apoyaron el terrorismo: Siria e Irán. El poder iraní está comprometido en una renovación y Siria, que busca aliados políticos en la escena internacional para recuperar el Golán --ocupado por Israel--, no tiene interés en "dinamitar su propia operación de seducción". Prueba de ello es la visita oficial que realizó a París el mes pasado el presidente sirio Hafez el-Assad, la primera a Europa en los últimos 22 años.

Para muchos observadores, ese deshielo dejó huérfanos a los grupos más extremistas que se habrían unido a las hoy ramas disidentes de los núcleos terroristas que durante los años '70 y '80 trabajaron al servicio de los Estados que ahora los abandonan. El llamado Frente Islámico Internacional que estaría detrás de los atentados podría agrupar, de hecho, a un conjunto de disidencias que responden a intereses menos aparentes que los de antes. El Frente es una coalición fundada en agosto de 1990 en Arabia Saudita y reúne a los movimientos egipcios armados de la Jihad (Guerra Santa) y la Jamaa Islamiya, a la organización jordana "Ejército de Mahoma", al movimiento Ansar en Cachemira y otros grupos o residuos de grupos que, como se califica en París, "trabajan para el mejor postor" protegido hasta ahora en la más densa de las sombras.


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