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ENTREVISTA A JULIO BARBARO

"Si no hay un proyecto yo me vuelvo a mi casa"

Fue dirigente renovador y crítico acérrimo de Menem. Luego lo ayudó en su acercamiento a Bunge y Born. Fue su secretario de Cultura y hoy está con Duhalde. Sus definiciones, sus críticas.

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Julio Bárbaro, ex secretario de Cultura de Menem, ex asesor de Corach, actual aliado de Duhalde

Por Susana Viau

t.gif (67 bytes)  El sábado a media tarde Julio Bárbaro, en jogging, parecía haber estado leyendo. Al menos así lo indicaban la pila de libros y la libreta de apuntes que no había quitado de la mesa del living: una minibiblioteca ecléctica que empezaba en un ensayo de André Maurois sobre las condiciones del mando hasta un ensayo acerca de la democracia y el mercado. En el salón hay, además, una gran pecera y una jaula con un cardenal. Ese elegante departamento del barrio de Retiro, dice el propietario, es la reducción de la casa "hermosa" en la que vivía antes de su separación. De su separación matrimonial, porque Bárbaro acaba de separarse también de Carlos Corach, junto a quien revistaba como asesor, para cruzarse a las filas de los asesores del gobernador Eduardo Duhalde. Ese viraje fue el leitmotiv del diálogo que Bárbaro mantuvo con Página/12 hasta el anochecer.

--¿Qué lo llevó a romper con el menemismo?

--Mi relación con el menemismo duró dos años, dos años de gobierno. Estuve de acuerdo con todas las grandes transformaciones, pero hubo una estructuración política de personalismo excesivo que nunca me gustó. Me pareció muy malo para el peronismo y malo para la sociedad.

--El ministerio del Interior no parece el lugar más adecuado para luchar contra el personalismo y usted estuvo allí hasta no hace mucho.

--No. Si me lo plantea así, no. Corach cumple el rol de ministro del Interior. Pero Corach es la historia de la política. Yo no lo hubiera hecho con Guido Di Tella, ni con Mazza, que son la negación de la historia de la política. Corach es el que pone la cara, el que discute con la sociedad y eso se lo respeto, aunque no coincida. En algún momento coincidía más, ahora coincido menos. Hace cinco años... o cuatro años, cuando Corach nos convocó parecía que el menemismo era capaz de hacer una segunda presidencia más abierta a la sociedad. Después se consolidó una forma de manejo del poder en la que si lo económico andaba bien lo demás no importaba. Hay una zona gris en la que ni la prensa se mete: lo cultural, lo educativo, lo social.

--Ese planteo no lo diferencia mucho de la Alianza.

--Claro, pero hay una cosa que sí me diferencia profundamente de la Alianza. Ellos han priorizado la acusación sobre la propuesta. La mera acusación no resuelve los problemas y termina participando de esta situación de devaluar la esperanza de la gente. El otro día cuando Duhalde lanzó el plebiscito, (Carlos) Chacho Alvarez y (Raúl) Alfonsín, con seriedad política, tendieron a apoyar y hubo personajes de la Alianza que usted y yo conocemos que salieron a decir que costaba 15 millones. ¿Qué estaban planteando? La estupidez, la imbecilidad de la vieja izquierda de "agudicemos la contradicción", "vamos contra Duhalde, vamos contra Menem" y al final no vamos contra nadie.

--Usted habla de zonas grises y después objeta las críticas.

--Hay un problema de fondo acá. Yo creo que la sociedad necesita ética, pero este modelo con ética no se transforma en justo y este es un tema muy complejo porque terminan coincidiendo con los empresarios que piden ética para consolidar el modelo y el modelo es injusto esencialmente. Además la ética es lo que subleva porque injusticia más corrupción, subleva. Pero si le saca la corrupción el modelo sigue siendo injusto. No hay un 15 por ciento de desempleo porque falte ética. Hay un 15 por ciento de desempleo porque el modelo está planteado así. Como discurso es frustrante, la sociedad necesita una cosa más rica.

--En qué quedamos, ¿apoya o no apoya al modelo?

--Yo creo que en los primeros años del Gobierno, desde las privatizaciones, pasando por la estabilidad de la moneda hasta la forma de pararse frente a la globalización, coincidíamos todos.

--Usted dijo que se sumó al duhaldismo porque Duhalde lo convocó. No parece razón suficiente.

--Me convocó porque yo tenía afinidad. Duhalde está recuperando todos aquellos peronistas que no nos quedamos detenidos en el menemismo ni en la relación con Menem. El menemismo junta más gente extrapartidaria que el viejo tronco político. El peronismo tiene demasiada historia para que se llene tanto de extrapartidarios que ya no expresan una forma de alianza sino una forma de relación con Menem. Hay estructuras políticas de este gobierno que no gustan, no me gusta como se maneja el PAMI, por ejemplo.

--Fernando Galmarini saltó al menemismo y usted se pasa a la tropa de Duhalde. Parece oportunista.

--Ni remotamente. Oportunismo es quedarse debajo de Menem aplaudiendo. Yo me fui a los dos años del Gobierno por diferencias y me quedé en mi casa y si alguna vez le di una mano a Corach fue algo más formal que político. Oportunistas van a ser los que se sumen el mes que viene.

--No puede decir en serio que estaba en el GAP para darle una mano a Corach y no tiene nada que ver con la política.

--Yo tengo una vieja relación con Corach. El Gap se funda antes de la reelección de Menem y duró siete u ocho meses. Acá todo se acusa y nada se analiza. Eramos diez o doce que discutíamos política. Había algunos que teníamos diferencia muy profundas con Menem. El GAP incluía varios no menemistas.

--¿Cuál era la función del GAP?

--Cuando Corach asume el ministerio convoca a sus viejos amigos políticos, como una forma de mantenernos en el peronismo, contener a

aquellos que no queríamos tener otra función en el gabinete o en el Gobierno que la de debatir. No era una forma de lealtad a Menem. Corach, el Chacho Alvarez, yo, éramos amigos. El menemismo nos fracturó.

--Es decir que el GAP era una usina del ministerio del Interior...

--Usina no, lugar de debate. Duhalde era parte de ese gobierno también. Nunca fui menemista. Fui menemista hasta el '91. Siempre dije que si el menemismo no contenía al peronismo desaparecía. Fuimos muchos los que nos corrimos y el de Duhalde es un corrimiento. El cargo de asesor nunca implicó más compromiso que la pertenencia a un partido. Si el asesor no pasa a ejecutor es porque tiene distancias.

--O porque no lo ponen.

--Mayormente no lo ponen porque tiene diferencias.

--Duhalde hace tiempo que da señales de diferenciación del menemismo. ¿Cuándo se dio cuenta usted de esas señales eran lo bastante fuertes para atraerlo?

--Cuando decidió asumir la candidatura. Sin la candidatura esas señales no alcanzaban para construir una alternativa. El nos convoca en marzo, cuando decide ser candidato.

--El proyecto de Duhalde existía desde mucho antes.

--Si pero lanzarlo es otra cosa. Es un proceso, aunque la velocidad de los hechos en Argentina hagan parecer que estamos en campaña.

--¿Y si no están en campaña para qué tiene contratado Duhalde al ex asesor de campaña de Bill Clinton?

--Lo tiene hace rato y viene dos o tres veces por año, nada más.

--¿Podrá llegar Duhalde sin el apoyo del PJ?

--Va a tener el apoyo del PJ como estructura de sentimientos, no como estructura burocrática. Yo creo que Menem va a terminar apoyando.

--Y si no gana, ¿quién sería el jefe de la oposición?

--Depende de cómo nos movamos. Yo creo que el menemismo tiene muy pocas posibilidades de conducir la oposición porque está muy acostumbrado a utilizar el poder para conducir y ha quedado muy reducido al menemismo, que son los cuadros que están en el estado desde hace mucho tiempo, la mayoría de ellos sin voluntad política sino a partir de un poder heredado. El menemismo es una etapa del peronismo que se está agotando y acá, con Duhalde, hay un proyecto. El mejor lugar para un político es un proyecto a construir. Y si esto no llegara a pasar, me corro, me vuelvo a mi casa y sigo viviendo con lo mío.

--¿Y de qué vive usted?

--...De lo que me acusan: de lo que escribo y de lo que pienso.

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