Por Julio Nudler |
El libro de historia que acaban de publicar Pablo Gerchunoff y Lucas Llach, para repasar un siglo de políticas económicas argentinas (El ciclo de la ilusión y el desencanto, Editorial Ariel), desliza en sus páginas finales una sugestiva predicción: que la convertibilidad podría esta vez subsistir indefinidamente. "Sólo por inducción apresurada --se lee en la página 460-- puede derivarse del abandono de las experiencias pasadas de convertibilidad --la más larga de las cuales duró 14 años-- que a la iniciada en 1991 le espera el mismo destino en un plazo similar o menor." Para Gerchunoff y Llach jr., hoy prevalece una circunstancia internacional favorable a la convertibilidad: "La tendencia mundial es hacia un número menor de monedas --la Unión Europea entrará al siglo XXI con una sola--, y la convertibilidad parece ser la forma más simple de integración a una eventual área del dólar". Hay que admitir, entonces, que las dotes de estratega de Carlos Menem le permitieron anticipar el derrotero que adoptaría el mundo. Sólo Hong Kong previó antes aún que el riojano la tendencia. De algún modo, el régimen cambiario-monetario que implantó Domingo Cavallo admitía tempranamente una idea hoy bastante difundida en el pensamiento económico estadounidense: que la Argentina --como otros-- es un país demasiado chico para tener moneda propia. Sin embargo, Gerchunoff-Llach advierten que "la viabilidad de una coexistencia pacífica entre el tipo de cambio real que resultó del Plan de Convertibilidad y la balanza comercial argentina no está garantizada". La pregunta es si el déficit puede curarse con otro remedio que no sea un derrumbe en el nivel de actividad y una explosión del desempleo. Y otra vuelta de tuerca: en la lógica de la convertibilidad está inscripto el ingreso del capital extranjero y la desnacionalización de la banca. Lo que Gerchunoff-Llach no callan es su duda: para ellos, "sigue sin quedar claro si acaso el fuerte influjo de inversiones cada vez que las condiciones lo permiten no es un signo de debilidad de la clase empresaria local, y no solamente una manifestación de la insuficiencia de ahorro nacional". Por tanto, ¿los empresarios argentinos son los desaparecidos del menemismo, o en realidad no existían? Uno puede sospechar que a Gerchunoff, uno de los cerebros económicos clave de la
Alianza, el futuro le quita algunas noches el sueño. Conducir una economía sin
empresarios y con convertibilidad (es decir, sin política monetaria ni devaluaciones) es
como volar sin instrumentos. |