Cómo hacer negocio con la diabetes
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Por Pedro Lypcovich En ningún país del mundo la insulina cuesta tan cara como en la Argentina. Este triste privilegio obedece, según la Federación de Diabéticos, a causas como el "oligopolio" de los laboratorios que la elaboran o la persistencia de cargas impositivas desaconsejadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). A diferencia de lo que sucede con el sida, ni el Estado ni las obras sociales se ocupan de proveer medicamentos a los diabéticos, que son rechazados por los prepagos y discriminados cuando buscan trabajo o quieren estudiar. Enfrentando todas estas calamidades, los diabéticos se reunirán mañana en el Congreso, para apoyar varias leyes en su favor que esperan ser aprobadas o reglamentadas. Son dos millones y medio de personas en la Argentina; casi la mitad no saben que están enfermos. "Las personas con diabetes pagamos un 38 por ciento de impuesto a la vida", dice Néstor Loreto, de la Federación Argentina de Diabetes (FAD), que agrupa a pacientes y familiares: se refiere al 17 por ciento de tasa de importación más el 21 por ciento de IVA que deben pagar por la insulina y los reactivos de diagnóstico, "pese a que la Organización Mundial de la Salud incluyó a la insulina dentro de las sustancias esenciales para la vida, que deben estar libres de impuestos". Por eso la FAD propició el proyecto de ley firmado por Graciela Fernández Meijide, Guillermo Estévez Boero y Carlos "Chacho" Alvarez, que exime "de impuestos aduaneros e internos a la importación y comercialización de la insulina y reactivos". Pero la carga impositiva es sólo una parte del 200 por ciento de sobreprecio que tiene aquí la insulina con respecto a la inmensa mayoría de los países: "La insulina cuesta aquí 46 pesos, mientras que el precio promedio en el mundo es de 15 dólares: ese es su precio en Estados Unidos y la Unión Europea; en Brasil cuesta 17, en Chile 16, en México 12, en Venezuela 15", según la investigación que dirigió Loreto. "Solamente en Japón estaba un poco más cara que acá, pero con la reciente devaluación del yen su precio bajó." Tres laboratorios venden insulina humana en Argentina: Beta la produce en el país; Eli Lilly y Novo Nordisk la importan. Los tres la facturan a las droguerías en aproximadamente 27 pesos: "Aun descontando la tasa de importación, el precio sería de unos 23 dólares, muy superior a los valores internacionales". Según Loreto, los tres laboratorios "han formado un oligopolio" para vender a ese precio. "En Paraguay, adonde el laboratorio Beta exporta la misma insulina que fabrica aquí, el precio en farmacias es 27,59 dólares; acá, 47,25". Otro factor está dado por las comisiones de droguerías y farmacias: "Las distribuidoras cobran un 14 por ciento y las farmacias un 25 por ciento. En Panamá, donde había márgenes similares, el Estado decidió bajarlos al 5 y al 10 respectivamente", cuenta Loreto. En el país de la insulina más cara, proveerla a quienes morirían sin ella no es obligatorio para las obras sociales, y la mayoría de los prepagos directamente no admiten diabéticos. El proyecto de ley propiciado por la FAD pide también que ese medicamento y los reactivos se incluyan en el vademecum del Programa Médico Obligatorio (PMO), que deben seguir obras sociales y prepagos, tal como se aprobó para los medicamentos contra el sida. Existe ya la Ley 23.753, según la cual Ministerio de Salud y Acción Social "dispondrá las medidas necesarias para garantizar a los pacientes con diabetes la provisión de medicamentos y reactivos de diagnóstico", pero lleva diez años sin reglamentar y no se aplica. Cuenta Loreto: "Hay diabéticos que están sin trabajo, no tienen con qué comprar insulina y en los hospitales no les entregan. A mí me pasó tener que optar entre comprar la insulina o alimentar a mi familia: me desesperaba, compraba insulina animal que es un poco más barata; pero lo que uno deja de gastar lo pagará en el futuro, cuando aparezcan complicaciones". La médica Marcela de la Plaza, integrante de la Sociedad Argentina de Diabetes y de la FAD, observa que, "aun desde el punto de vista estrictamente económico, el dinero que gaste la obra social o el Estado en controlar la diabetes siempre será menor que el que requerirían sus complicaciones evitables, como la gangrena o la ceguera". Para colmo, cuando se ofrece insulina, no es de la mejor. De la Plaza denuncia que "en el programa 'Prodiaba', de la Provincia de Buenos Aires, el 80 por ciento de la insulina es de origen bovino: en casi todos los países se usa sólo insulina humana, producida por ingeniería genética; la bovina es menos eficaz y puede causar reacciones alérgicas". La otra calamidad que deben soportar los diabéticos es la discriminación laboral: "Una persona con diabetes tiene que ocultar su enfermedad cuando busca trabajo porque no la toman. Además se nos discrimina para seguir carreras como el profesorado de educación física". Mañana a las 17, diabéticos y familiares se reúnen en el Congreso para apoyar un nuevo proyecto de ley, del diputado Edgardo Barberis, contra la discriminación laboral y educacional de los diabéticos.
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