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La conjura de los necios


Por Claudio Uriarte


t.gif (67 bytes) Los atentados contra las embajadas norteamericanas en Nairobi y Dar es Salaam tienen la irónica virtud de desviar y reorientar prácticamente cada prioridad de la política doméstica norteamericana y cada imperativo de acción que emerge del nuevo caos mundial. Para empezar, baja de escena el escándalo Monica Lewinsky --quizás para siempre--; después, se difuminan los efectos políticos de la crisis asiática; la catástrofe económica de Rusia cede lugar en la atención política --quizás gracias a una astuta colaboración del ex KGB en la identificación del oscuro millonario Osama bin Laden en Afganistán, país que la ex URSS ocupó durante nueve años--; las presiones especulativas contra el yuan chino y el dólar hongkongnés pasan al segundo plano; la OTAN puede seguir planeando tranquilamente su intervención en Kosovo mientras Serbia --cuyo referente es Rusia-- consuma allí su limpieza étnica.

Para los adictos a la teoría conspirativa de la historia, esto es casi un festival: parece una operación montada por Bill Clinton para sacarse de encima sus problemas más urgentes. Pero hay un problema que no se saca de encima, y que los atentados vuelven --si se quiere-- aún más urgente: el de la paz entre los israelíes y palestinos. Osama bin Laden --quienquiera que éste realmente sea-- es un evidente operador de los cruzados fundamentalistas que no quieren la paz; un acuerdo entre Netanyahu y Arafat representaría su derrota. Uno de los signos más alentadores después de los ataques es que Israel no se apresuró a depositar la culpa en los palestinos, en su inconfiabilidad, y en sus facciones fundamentalistas; en lugar de eso, fueron los primeros en suministrar la pista del oscuro millonario saudita, mientras el gabinete permanece profundamente dividido respecto de la propuesta norteamericana de retirada de un 13 por ciento de Cisjordania.

Eso es lo que Bill Clinton --de ser astuto-- debería privilegiar en el presente contexto, ya que desactivaría el principal campo de cultivo en que pueden operar grupos como el de Osama bin Laden. Pero la experiencia sugiera que esto no tendrá lugar, que Clinton dará alegremente la bienvenida a este inesperado paréntesis a sus predicamentos, y hasta puede llegar a aprovechar la ocasión para lanzar un ataque falsamente heroico contra países que obviamente nada tienen que ver con el doble acontecimiento, como Irak. Como dijo una vez Bioy Casares, los teóricos de la conspiración "atribuyen los males del mundo a unos grandes malvados; entiendo que subestiman la estupidez".

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