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Por Claudio Zlotnik La escena parecía extraída de una película filmada en la city cualquier tarde de mediados del '89 o principios del '90. Pero ocurrió ayer a la tarde. Pequeños y medianos inversores recorriendo las agencias bursátiles del microcentro ordenando la liquidación de sus acciones. Las ventas hormiga, como las denominan en el mercado, se efectúan en el peor momento y aceleran la debacle. "Hace rato que no veía algo así. La gente está asustada. No quiere perder más dinero", comentó a Página/12 un operador de una de esas casas de Bolsa. El miedo estaba justificado. A las 15.30, hora y media antes de la chicharra final, las acciones líderes caían en promedio 7,3 por ciento. Recién al final de la rueda recortaron las pérdidas, y el índice MerVal terminó con una baja del 4,4 por ciento, ubicándose en niveles de noviembre de 1995. Había finalizado otra jornada negra de los mercados. La crisis asiática sigue castigando. En lo que va del mes, los papeles empresarios acumulan una pérdida de 16,8 por ciento. Y del 28,8 desde que empezó el año. Como viene ocurriendo en los últimos días, el recinto de 25 de Mayo y Sarmiento fue el que peor comportamiento tuvo en toda la región. Buenos Aires es el mercado que más absorbe la incertidumbre que irradian las economías de Japón, China y Rusia, que están en el ojo de la tormenta. La caída del MerVal sólo fue superada por Moscú, que cedió el 9,1 por ciento, y Malasia (-5,3). De los 46 papeles negociados, sólo dos se salvaron: YPF, que subió 0,2 por ciento, y Disco (+5,3). En el peor momento de la sesión, varias de las acciones líderes llegaron a ceder el 10 por ciento. La recuperación final fue adjudicada por analistas consultados por este diario a que, a valores tan bajos, algunos papeles se volvieron tentadores. La volatilidad del mercado quedó plasmada en el volumen de negocios que alcanzó los 62,4 millones de pesos, el triple que lo contabilizado el día anterior. "Tengan frialdad y piensen", les pidió el presidente de la Bolsa, Eugenio de Bary, a los inversores. Los financistas de la city no tienen frialdad y durante la rueda sus pulsaciones están aceleradas. Primero venden y luego piensan. Están atrapados por lo que sucede en Oriente. Y si desde el otro extremo del mundo llegan malas noticias. Ayer, el derrape accionario de la plaza local quedó sentenciado cuando en Tokio dieron a conocer un informe oficial reconociendo que la economía japonesa atraviesa por un período de "depresión". La novedad golpeó directamente sobre el yen. La moneda nipona cotizó ayer a 147,5 unidades por dólar, su nivel más bajo en los últimos ocho años. Esto, sumado a la inmovilidad del gobierno japonés por reactivar su economía, no tranquiliza a los corredores. Wall Street bajó ayer 1,3 por ciento y San Pablo 4,1. La debilidad del yen presiona a su vez a China y Hong Kong a devaluar, un fantasma que desvela a los financistas locales. Si cae el yuan --la moneda china-- y arrastra al dólar de HK, la convertibilidad estaría en jaque. Pocos dudan de que, en ese caso, se gatillaría una corrida contra el peso. La ex colonia británica tiene atada su moneda, el dólar de HK, en un régimen similar a la convertibilidad. Y los inversores no tardarían en ligar la suerte de un programa al otro. El gobierno chino, por su parte, volvió a negar ayer la posibilidad de una devaluación del yuan, pero no ofrece datos de la cantidad de dólares que debió vender en el mercado para sostener a la moneda, en medio de las presiones cambiarias. La inestabilidad en los países asiáticos y en Rusia sumerge a los denominados países emergentes bajo un manto de sospechas, incluida la Argentina. El temor de los inversores se fundamenta en que estos mercados puedan caer uno tras otro, y por eso desvían sus fondos hacia lugares más seguros. En jornadas como la de ayer, en donde ninguna bolsa quedó en pie, los capitales son absorbidos por los bonos del Tesoro de los Estados Unidos. Pero pese al derrumbe generalizado, ayer los bonos argentinos terminaron levemente hacia arriba, a diferencia de lo que había ocurrido el viernes y anteayer. Los títulos Brady, por ejemplo, subieron entre 0,3 y 0,4 por ciento. Y el bono global Argentina 2027, que fue duramente castigado anteayer, mejoró su cotización en un 1,5 por ciento. Esta performance de los bonos llevó cierto alivio a la city en medio del derrumbe accionario. Los rendimientos de los títulos de deuda determinan el "riesgo-país". Si caen los precios de los bonos y se agranda la brecha que tienen con sus similares estadounidenses, automáticamente se encarecen tanto el crédito que el Gobierno debe tomar del mercado para financiarse como los préstamos para las empresas. Y las mayores tasas de interés complican la marcha de la economía. Ayer hubo un adelanto con las mayores tasas que Hacienda pagó por colocar Letras del Tesoro (ver página 4). En ese panorama, algunos operadores mantienen el optimismo y apuestan a que hoy los papeles recuperen parte del terreno perdido.
LOS GURUES APUESTAN CONTRA EL DOLAR Por Julio Nudler Créase o no, hay algunas buenas noticias para la Argentina. Los gurúes están pronosticando una depreciación del dólar frente al marco alemán, y por ende frente a las otras diez monedas europeas que van a refundirse en el euro. Las bajas tasas de interés completan la mitad optimista de la historia, a condición de que no suba el riesgo país, con las consiguientes sobretasas. El peso, atado al dólar, empezaría así por fin a caer en relación a las divisas europeas, aliviando en cierta medida la sobrevaluación y su traducción en un creciente déficit comercial. No ocurriría nada similar respecto de las monedas asiáticas, pero el intercambio con esa zona del mundo es mucho menor. La misma crisis global que provoca el sistemático derrumbe de la Bolsa explica estos pronósticos sobre los tipos de cambio. Tras las fuertes devaluaciones asiáticas y la recesión que encoge a esas economías, incluida la japonesa, el déficit comercial estadounidense no deja de expandirse, lo que siembra desconfianza respecto de la paridad del dólar. Además, cuando el índice bursátil Dow se desploma, el aire empieza a cargarse con presagios de recesión, y los especuladores dejan de confiar en que la Reserva Federal defienda al dólar. La Bolsa argentina guarda una relación mucho más débil con la economía local porque apenas si funciona como fuente de fondos para las empresas o como destino del ahorro. Su caída no está expresando problemas específicos de esta economía, sino la reacción de los capitales globalizados ante la crisis. Hoy los guía el miedo, por lo que buscan ante todo la manera de preservar el capital, en lugar de obsesionarse por maximizar la renta. Esto los lleva a concentrarse en los bonos de las mayores potencias industriales de Occidente, preferentemente Estados Unidos y Alemania. Desde ese refugio se preparan para ver cómo seguirá deslizándose el yen, ante la desconfianza en el gobierno japonés, y la para muchos inevitable consecuencia: la devaluación china y la ruptura de la convertibilidad en Hong Kong. Por este lado, la asociación con el peso argentino es inmediata, tanto como el paralelo que se establece entre Rusia y Brasil. Por si le faltaran problemas, a Moscú la golpea (como a México) el bajón en el precio del petróleo, que lidera la caída generalizada en el valor de las materias primas. Como éstas representan dos tercios de las exportaciones argentinas, la situación se cierra como una pinza sobre la economía nacional. La convertibilidad, que es tan amigable en épocas de ingreso de capitales, no ayuda cuando éstos escapan. Emite una señal de confianza hacia los inversores, pero no es captada porque hoy sus antenas apuntan a Nueva York y Francfort.
Claves --En 1991, el ingreso promedio del 10 por ciento más rico de la población era 15 veces el de la franja más pobre. En mayo pasado se batió el record histórico: la diferencia llegó a 24 veces. --El 50 por ciento de las familias de Capital y Gran Buenos Aires (casi 5 millones de personas) viven con menos de 900 pesos mensuales, cuando una canasta de consumo elemental cuesta 1035 pesos. --Entre octubre de 1994 y mayo de 1998, el ingreso del 10 por ciento más pobre de la población cayó 18,3 por ciento, mientras que el ingreso de los ricos aumentó casi un 6 por ciento. --El 10 por ciento más rico de la población se apropia del 36,7 por ciento del total del ingreso mientras que el 10 por ciento de menores recursos se queda apenas con el 1,5 por ciento.
Preguntas y respuestas sobre una crisis inédita
Por Alfredo Greco y Bavio Diez preguntas para orientarse en la crisis 1. ¿Por qué se desencadenó la crisis en Asia? --A partir de los primeros años de la década del 90, las economías de Malasia, Singapur, Indonesia, Corea del Sur, Taiwan y Tailandia empezaron a crecer a un ritmo mayor que el de la economía mundial, que entonces resultó finalmente incapaz de absorber los productos de los "tigres asiáticos" recién nacidos. 2. ¿Cuándo se acabó el boom? --En julio de 1997, Tailandia devaluó su moneda, el baht, y provocó una corrida de devaluaciones en el resto del Sudeste asiático. Japón parecía a salvo en un comienzo y prometía ser el motor que salvaría a la región, pero su economía tenía fallas estructurales que había ocultado, y que se debían al colapso de sus mercados bursátiles e inmobiliarios ya en 1990. 3. ¿Por qué huyeron de Asia los inversores? --Hoy todos los sistemas bancarios sudasiáticos necesitan reformas urgentes. Los préstamos concedidos durante el boom estaban respaldados por bienes cuyo valor colapsó, o, peor, fueron concedidos a empresas con influencias políticas, pero que carecían de medios para producir, vender y devolver el dinero recibido. Los inversores tuvieron buenos motivos para desprenderse de las acciones de estas empresas, y empezaron a dudar seriamente antes de apostar por otras economías emergentes, como Rusia o Latinoamérica. 4. ¿Por qué los países del Sudeste asiático devaluaron tan fuerte sus monedas? --La devaluación favorece las exportaciones, y en particular a los sectores de una economía que la realiza. Aunque a moneda constante el valor de lo exportado no aumenta, las divisas extranjeras recibidas "valen más" al traducirse en la moneda local. 5. ¿Es una crisis económica o política? --Es una crisis económica duplicada por una crisis política. No sólo en Indonesia, el país donde el estallido de violencia de este año puso fin a la dictadura de 30 años de Suharto. La misma crisis afecta a Japón, la segunda economía del planeta, y una de sus democracias más abúlicas. Desde que Clinton asumió en 1992, los japoneses tuvieron ocho primeros ministros. En todo el Sudeste asiático, el capitalismo triunfó en un contexto de respeto por la autoridad (sin cuestionar su legitimidad), corrupción administrativa, malversación de los caudales públicos, y clientelismo político. En el momento del boom se llamó a esto "valores asiáticos". 6. ¿Por qué China quedó, por ahora, apartada de la crisis? --El pasaje de la economía socialista planificada a la de mercado y libreempresa fue gradual. La represión política fue favorable al desarrollo económico, porque consiguió absorber las manifestaciones de descontento por el cambio de modelo (pérdida de seguridades sociales, de vivienda y de empleo). El yuan, la moneda nacional, no es convertible fuera de China. Para el Banco Central, es fácil ajustar su valor en el mercado interno, donde sólo se negocian las divisas que pagan los intercambios comerciales. 7. ¿Qué se hizo para frenar la crisis? --La solución de la crisis parecía depender de Japón, por la ayuda que puede prestar, pero sobre todo porque de la recuperación de la confianza de los consumidores japoneses dependería la recuperación del comercio en el interior de la región. Los japoneses lanzaron un vasto plan de saneamiento del sector bancario para intentar frenar la caída libre del yen. El punto más demorado fue el aumento del gasto público y la masiva inyección de capitales para los bancos. 8. ¿Qué éxito tuvieron las medidas? --Las autoridades japonesas se jactaron de haber armado un plan "agresivo" para limpiar a los bancos afectados de deudas irrecuperables, pero la indetenible pérdida de terreno del yen demostró que las dudas siguen a pesar de la calculada agresividad de las medidas gubernamentales. 9. ¿Qué hacer ahora? --La opinión parece unánime: hay que contener al yuan. China tiene suficientes divisas como para defender a su moneda, y su sistema financiero está vigilado de cerca como para hacer difícil la especulación. 10. ¿Y si China devalúa? --En los mercados financieros se cree posible que China devalúe, a pesar de que el gobierno jura que no lo hará. Las exportaciones chinas se ven perjudicadas por la debilidad de las monedas asiáticas, particularmente del won surcoreano. Los líderes chinos temen que el crecimiento de su economía disminuya de ritmo, y dentro de este año pueden llegar a decidir devaluar, a costa de los restantes países asiáticos. Pero esto disminuiría el volumen del comercio regional.
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