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Bignone fue a jugar golf a Rosario y debió huir por la puerta trasera

El último dictador de la Argentina fue invitado por un socio ex militar. El jefe del Segundo Cuerpo compartió con él los links. Lo vieron, lo denunciaron y le armaron un "escrache" en minutos.

Un rosarino que cargaba nafta frente al Jockey Club lo vio entrar y lo denunció a los medios.
En minutos, los organismos defensores de los derechos humanos montaron un "escrache" frente al club.

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Por Pablo Feldman  desde Rosario

t.gif (67 bytes) Con un look informal --pantalón pinzado claro, suéter cuello cerrado al tono-- y después de haber tomado un café en la estación de servicio de la rotonda de Cordoba y Wilde, el hombre canoso ingresó al recoleto Jockey Club de Rosario dispuesto a recorrer 18 hoyos. Lo acompañaba un puñado de antiguos camaradas, entre ellos el socio que cursó la invitación y uno de sus muchachos que sigue en actividad. La mañana era luminosa, con poco viento, podría decirse ideal para jugar al golf, pero la memoria fotográfica de un rosarino que había parado a cargar nafta le arruinó la jornada. Reynaldo Benito Bignone apenas alcanzó a recorrer el link junto al comandante del Segundo Cuerpo de Ejército, Eduardo Cabanillas, cuando por LT8 se daba la noticia de la presencia del último dictador en Rosario. En menos de un cuarto de hora los organismos de derechos humanos ya habían dispuesto el imprevisto "escrache".

De no haber sido por el llamado telefónico a una radio, la presencia de Bignone en Rosario hubiera pasado desapercibida, entre otros para Edgardo Rolle, presidente del selecto club, que tomó distancia del hecho y dijo "nosotros nos enteramos cuando pasó, si hubiera sabido antes que venía Bignone lo hubiera sometido a decisión de comision directiva", dijo el titular del Jockey. Lo cierto es que antes de que pasara media hora, cuando llegaron los militantes de H.I.J.O.S, Bignone y su comitiva se habían esfumado por una salida auxiliar.

"Para nosotros Bignone es uno de los símbolos del terrorismo de Estado que está suelto por la calle y representa la impunidad que reina en este país", dijo Gerardo, de H.I.J.O.S. Junto a los jóvenes llegaron también representantes de la APDH y de otros organismos de derechos humanos, cuyo ingreso al predio de Fisherton fue impedido por personal de seguridad privada y efectivos de la policía que tiene un destacamento en la ochava de enfrente.

"A Bignone lo invitó un socio, esto se estila. Además se trata de un visitante del Club San Jorge", dijo Rolle, presidente del Club. "El club de Buenos Aires, donde juegan Bignone y otros militares, se llama así porque es el patrono de la Caballería", explicó a Página/12 un integrante de la comisión de golf del club rosarino, que no quiso revelar la identidad del socio del Jockey que había cursado la invitación. "Es un militar retirado", fue lo único que dijo y agregó que "había también uno o dos militares en actividad acompañando a media docena de personas que vinieron de Buenos Aires".

El adelanto del golfista fue confirmado por la prensa local, ya que uno de los contertulios del dictador era nada menos que el comandante del Segundo Cuerpo de Ejército, Eduardo Cabanillas, que en su agenda del día lunes había reservado algunas horas para hacer puntería, esta vez al hoyo.

La llegada de los organismos y de la prensa reeditó una imagen parecida al del último día de Bignone en el poder: "El 10 de diciembre de 1983 --cuenta Horacio Verbitsky en su libro Civiles y militares--, después de entregar la banda presidencial a Raúl Alfonsín, pensó en retirarse por la puerta grande de la Casa de Gobierno. Sin embargo una multitud lo esperaba ansiosa. Cuando decidió salir por la puerta trasera, descubrió que su chofer estaba en dificultades. Una mujer con la cabeza cubierta por un pañuelo blanco había colocado en el parabrisas del auto un papel con una leyenda manuscrita: `Caín, ¿que hiciste con tu hermano?'. El chofer lo hizo un bollo y lo arrojó. Muchas mujeres lo rodearon gritando, por lo que el hombre tuvo que recogerlo y volver a colocarlo donde estaba. A pesar del apuro, el último dictador pudo leerlo a través del parabrisas salivado".

Quince años después, un muchacho lo vio desde la estación de servicio y Bignone, con la cola entre las patas, no tuvo más remedio que volver a salir por la puerta trasera.

 

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