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El País de Madrid Por Ferrán Sales desde Jerusalén
El 12 de junio pasado, el propio Departamento de Estado norteamericano había difundido a todos los consulados del Medio Oriente y del Sur de Asia una nota que advertía sobre los peligros de un atentado en la zona, señalando que podría llevarse a término en las "próximas semanas". La nota basaba su alerta en las amenazas que el propio dirigente islamista y financiero Osama Bin Laden había proferido contra EE.UU. en el transcurso de una conferencia de prensa celebrada el 26 de mayo, en la que había asegurado en referencia a los norteamericanos que "no distinguía entre militares o civiles, ya que ambos son blancos", precisaba la circular. El Departamento de Estado norteamericano afirmaba tener también más información con respecto del posible atentado, que le había sido suministrada "por otras fuentes". Estas fuentes precisaban que el ataque se produciría en un país del Golfo Pérsico. La nota terminaba recomendando a todos sus ciudadanos, de viaje en la región, que tomaran las medias adecuadas para "incrementar su seguridad y reducir su vulnerabilidad", reduciendo los viajes a la zona, variando sus trayectos y manejando con cuidado el correo de remitentes desconocidos. En un intento por conjurar el peligro el propio embajador de EE.UU. en las Naciones Unidas, Bill Richardson, de visita hace tres semanas a Afganistán, había solicitado al gobierno de los talibanes la expulsión del país de Bin Laden. El gobierno contestó con evasivas y discreción al tiempo que algunos líderes religiosos aseguraron que "se trata de nuestro huésped y se encuentra bajo nuestra protección".
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